CAPÍTULO TERCERO
PARA PROMOVER LA ACCIÓN SALVADORA DE
JESUCRISTO
Las tareas primordiales
Introducción
98.
Para promover la acción salvadora de Jesucristo hemos
de seguir las
líneas trazadas por el Concilio Vaticano II; desde
sus enseñanzas hemos
de retomar la dinámica, el contenido cen-
tral y las motivaciones
fundamentales de nuestra tarea, como
nos lo expresa un breve párrafo de
la Constitución pastoral so-
bre la Iglesia en el mundo actual: "La
iglesia establece diálogo
con los hombres, poniendo a su disposición la
gracia que recibe
de Cristo para salvar la persona humana y edificar la
humana
sociedad. Sin sentirse movida por ambiciones terrenas, sino
por
el deseo de servir, dando testimonio de la Verdad" (GS 3).
99.
No es posible promover la acción salvadora de Je-
sucristo sin entrar
en diálogo con los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, este ha de ser
el enfoque y la dinámica de
nuestro compromiso evangelizador; por ello
hemos de estar
atentos a sus sufrimientos y a sus esperanzas, así como a
las
modificaciones de la sociedad, que en nuestro tiempo vive
una
creciente globalización económica y cultural. Para promover
la
acción salvadora de Jesucristo hemos de procurar ojos aten-
tos y
corazones dispuestos a la comprensión, a la tolerancia
y, desde luego, a
la insistencia en la presencia de Jesús, para
manifestar que quien
realiza esta tarea es una Iglesia con pies
y corazón de discípula que
demanda nuevas actitudes en sus
agentes: de una posición de poder a una
posición de servicio,
de una posición de exigencia a una posición de
ayuda, de una
posición legalista a una posición con espíritu evangélico,
de una posición de élites a una posición de pueblo, de una posición de
cerrazón de mente, a una apertura de corazón. Con
55
Este
enfoque y en esta dinámica, la Iglesia no será percibida como la que
pierde ante los cambios sociales sino como la que ilumina el camino de
la humanidad.
100. Otro aspecto que debemos cuidar es la revisión
per-
manente de las motivaciones e intenciones de nuestras accio-
nes.
No nos ha de mover ninguna ambición terrena, el impera-
tivo de Jesús
Pasce oves meas debe marcar profundamente las
acciones pastorales de
nuestras comunidades y de cada uno
de los discípulos misioneros de
nuestra diócesis, tanto laicos
como ministros ordenados. Nuestras
acciones han de encon-
trar su inspiración en Jesucristo, revelador de
la misericordia
del Padre que sabe recibir, comprender y abrazar a sus
hijos,
sin perder de vista que son pecadores y necesitan regresar
a
casa, según nos lo presenta Jesús en la parábola del
Padre
misericordioso. Hemos de tener presente el llamado a ser
pas-
tores y procurar una respuesta a ejemplo de nuestro Maestro
que
busca la oveja perdida sin descuidar a las que están en
el rebaño; en
ninguna de las dos circunstancias las ovejas se
sienten rechazadas o
abandonadas, sino siempre amadas y
rescatadas por la infinita caridad de
Jesús; con este estilo, la
oveja perdida, sin perder la conciencia de
sus errores, no se
sentirá regañada sino acogida y reincorporada al
rebaño por la
misericordia del pastor y la caridad del rebaño.
101.
Por último, el texto conciliar nos recuerda el elemento
central e
indispensable de nuestra acción pastoral: el testimo-
nio de la
presencia de Jesucristo. La Iglesia no existe en razón
de sí misma, sino
en razón de su Señor, por lo que, retomando
la teología de San Pablo
(Cfr. Ef 5) y las últimas directrices
del Magisterio tanto pontificio
como latinoamericano, hemos de avanzar en la experiencia de una Iglesia
discípula y servidora de Jesucristo. Desde esta perspectiva fundamental
retomamos las tareas primordiales de la Iglesia y esbozamos los matices
con los que queremos promover la acción salvadora de Jesucristo en la
Nueva Etapa Evangelizadora de nuestra Iglesia particular: en el
seguimiento de Jesús profeta, Pastoral Profé-
56
tica (1), en
el ejercicio de la acción santificadora de Jesucristo, Pastoral
Litúrgica (2) y en el compromiso por la construcción del Reino, Pastoral
Social (3).
1. En el seguimiento de Jesús profeta. Pastoral
Profética
102.
Los apóstoles, movidos por el Espíritu Santo y a partir
del envío de su
Maestro, consideraron como tarea fundamen-
tal el anuncio de su
experiencia de encuentro con el Señor.
Desde este paradigma, con la
misma fuerza y desde un envíe
similar, en seguimiento de Jesús profeta
hemos de intensificar
la proclamación del misterio salvífico en la
conciencia de que
Jesucristo es el verdadero referente, que nosotros
escuchamos
y difundimos la buena nueva desde la mirada e intención
de
Jesús, no somos sino servidores de la Palabra para que sea Él
quien
se manifieste a los hermanos.
1.1 EI Kerigma
103. La Palabra de
Dios es el elemento esencial de la Igle-
sia, el punto de partida de su
vida y de su actividad pastoral.
Por eso, los discípulos y misioneros de
esta iglesia particular
estamos llamados a extender nuestra experiencia
de Cristo por
medio de la predicación del mensaje evangélico que tiene
la característica de expresar el acontecimiento salvífico de modo
interpelante y jubiloso, por ello a esta proclamación que hace presente
la acción salvadora de Cristo mediante el anuncio de su Palabra viva
recibe el nombre de Kerigma.
57
104. Esta acción de los
discípulos de Jesús, en su sentido
original de "llamado" o "clamor", ha
de entenderse como una
manera de proclamar, con seguridad, convicción y
decisión,
algo que tiene un máximo valor: el amor de Dios. Por el
hecho
de hacer presente la salvación que se anuncia, esta procla-
mación
interpela a la aceptación de la misma, es decir, es un
llamado a la
conversión. Por lo tanto, hemos de tener presente
que no es una palabra
que exclusivamente ilustre, explique o
desarrolle una doctrina, sino que
es ante todo Palabra de Dios
que habla, que descubre, escudriña e
inquieta el corazón hasta
el grado de hacer que algo ocurra en quien la
escucha.
105. El Nuevo Testamento conserva el carácter dinámico
del
término Kerigma, dándole un triple significado. Kerigma es el
que
realiza la acción de anunciar (kéryx}, el contenido del anun-
cio o
mensaje (Kerigma) y el efecto provocado en el oyente o
acontecimiento
salvifico que se hace realidad en aquel que acoge
el mensaje desde la
fe. De esta manera fue haciéndose común la
comprensión del Kerigma como
"testimonio" del misterio de la
muerte y resurrección de Cristo y como
clave didáctica y espiri-
tual para la enseñanza y con esta riqueza
hemos de continuar su
proclamación: el Kerigma ha de ser anuncio,
enseñanza y forma
de comunicación de lo sagrado, esto es, del misterio
de Cristo.
106. Después del período apostólico, en todas las
formas
de evangelización se incluía el Kerigma; en las diversas for-
mas
de predicación, como la profecía, la tradición, la conso-
lación y
exhortación se conservaba el sentido original y diná-
mico del Kerigma
que subrayaba la conciencia de la acción
divina en la transmisión del
mensaje. Con la extensión del
Evangelio surgieron nuevas necesidades que
tenían que ser
atendidas por los discípulos, pues había una fuerte
convicción
de que "a la predicación seguía la conversión y la práctica
de
la caridad". En la Nueva Etapa Evangelizadora que queremos
impulsar
no hemos de perder de vista que la predicación está a
la base de todo;
es el cimiento del edificio de la vida cristiana de cada hombre y de la
vida de la Iglesia toda.
58
1.2 La Sagrada Escritura
107.
Para poder conservar la experiencia del encuentro con
Dios que habla a
su pueblo, además de la transmisión oral, la
Palabra de Dios se ha
conservado por escrito en la Sagrada
Escritura; creemos que es Dios
mismo quien sigue hablando y
trasmitiendo su vida al pueblo quien, en
actitud de oyente, la
acepta y la proclama como es en realidad: "Palabra
de Dios".
108. En comunión con la fe de toda la Iglesia
continuamos
afirmando que la vida de nuestra comunidad proviene de
la
Palabra que es proclamada y acogida en obediencia filial al Pa-
dre;
la Palabra da vida, sentido, fuerza y fecundidad a todo lo
que el pueblo
vive y al mismo tiempo es el único principio y la
dinámica de su
quehacer. La Palabra de Dios no es una teoría
o una ideología, es
"alguien" con quien entramos en relación
constante y de cuya aceptación
depende toda nuestra vida. Por
medio de la palabra de Dios llegamos al
encuentro con Cristo,
que es la Palabra pronunciada por el Padre y hecha
realidad
encamada por medio de la cual llegamos al encuentro con
el
Padre. Sólo a través de Cristo se hace posible la verdadera
vida
cristiana, una vida que es resultado de la acción de Dios en
cada
uno de los oyentes por el poder del Espíritu Santo. Ante
Ella, la
actitud fundamental es la escucha orante. Esta actitud
básica y
fundamental ha de hacer del oyente un "terreno fér-
til", dispuesto a
ser transformado, transfigurado desde dentro,
esta es la condición para
dar frutos de vida nueva, sólo desde
ella se renacerá a una nueva manera
de ser y de actuar.
109. Frente a la Palabra de Dios, el oyente
obedece. El
oyente se deja transformar por la palabra que escucha
para
que, movido por la Palabra, pueda actuar fielmente; es
decir,
llevar a cabo lo que Dios quiere. Sólo de esta experiencia de
la
Palabra escuchada se podrá pasar a la experiencia de la Pa-
labra
predicada. El creyente será verdadero testigo de la Pala-
59
bra
no propiamente por la mera intelección del texto sagrado sino por la
escucha, por la experiencia de encuentro con la Palaba de Vida.
110
Todos sabemos que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios conservada
por escrito y que comúnmente denomi-
namos Biblia. Para acercamos a
ella hemos de tener siempre
presente que al fijarse por escrito tomó
elementos de la cultura,
el ambiente y el lenguaje de la época en la
cual fueron escri-
tos cada uno de los textos. Debido a esto es
necesario seguir
los criterios que el Concilio Vaticano 11,
concretamente en la
Constitución Dogmática Dei Verbum, nos proporciona
para su
correcta interpretación.
111. Asumiendo la Sagrada
Escritura en su justo valor,
para incorporamos en una Nueva Etapa
Evangelizadora he-
mos de procurar que sea ella la mente y el alma de
toda ac-
ción pastoral. No basta saberlo, es necesario que busquemos
las
formas para que nuestra tarea evangelizadora beba de esta
fuente y
logremos como forma habitual la animación bíblica
de la acción pastoral.
1.3 La homilía y la predicación
112.
Empeñados en una Nueva Etapa Evangelizadora, no he-
mos de perder de
vista que la mejor forma de mantener viva la
Palabra de Dios es la
liturgia y que una experiencia privilegiada
de la predicación de la
Palabra es la homilía. La acción salvadora
de Dios en Cristo, que se
vivió en la pascua, se hace presente y
actuante para la asamblea
mediante la liturgia; en dicha celebra-
ción la comunidad sigue viviendo
la acción salvífica, la experi-
menta, participa de ella; la homilía,
por su parte, crea el ambiente
familiar para que se dé el diálogo, el
encuentro y la comunión con Cristo; para que la Palabra de Dios que se
ha escuchado, se
60
cumpla hoy, para que se escuche a Dios y
se hable con El. “La homilía constituye una actualización del mensaje
bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la
eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. Debe
apuntar a la comprensión del misterio que se celebra, invitar a la
misión, dis-
poniendo la asamblea a la profesión de fe, a la oración
universal
y a la liturgia eucaristica" (VD 59).
113. Es conveniente
tener presente que la predicación, a
partir de la convicción de que es
una acción propia de los
Apóstoles y de sus sucesores, para los obispos
es un derecho
inalienable, mientras que para los presbíteros y diáconos
se
considera una facultad; para los ministros no ordenados se
requiere
de la licencia para realizarla y para los laicos la au-
torización. Al
mismo tiempo no hay que perder de vista que,
en su sentido más amplio,
la predicación es una experiencia
de toda la Iglesia y ha de
participarse en ella no solamente al
proclamar la Palabra, sino ante
todo al acogerla en el cora-
zón, para que provoque la verdadera
conversión y el auténtico
testimonio cristiano. En esta dinámica, la
predicación de la
Iglesia conducirá a la transformación de los corazones
de los
oyentes, y desde ellos a la transformación de las
estructuras
sociales que favorezcan la vivencia de la auténtica
dignidad
humana y de los derechos inalienables de los pueblos.
1.4 La catequesis
114.
Otro elemento indispensable de la pastoral profética
debe ser la
catequesis. Ya el Documento de Puebla nos ha
ofrecido una breve
definición que nos clarifica esta tarea: la
catequesis "es la acción de
transmitir de una manera ordenada
y sistemática los datos fundamentales de la fe tratando de lle-
gar a la vivencia del Evangelio” (DP977, DGC 67).
61
115 Siguiendo el esquema del Catecismo de la Iglesia
Católica,
podemos decir que la catequesis no se limita a la
enseñanza del
catecismo como preparación a la primera co-
munión, ni a poner toda
nuestra atención en la catequesis de
adultos, que es importante y
paradigmática; se trata de la vida
de caridad que viven las comunidades y
que invitan a otros
a una nueva manera de vivir y a una esperanza que
renueva.
De alguna forma, directa o indirecta, todos somos
catequistas,
como todos participamos de la evangelización.
116. Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la cate-
quesis debe asumir hoy las siguientes características:
-
Debe ser propuesta como un servicio fundamental, in-
terior a la
evangelización de la Iglesia, y con un acen-
tuado carácter misionero
-
Debe dirigirse a sus destinatarios de siempre, que han sido y
siguen
siendo los niños, los adolescentes, los jóvenes y los
adultos, y debe
hacerlo a partir, sobre todo, de estos últimos.
- A ejemplo de la
catcquesis patrística, debe moldear la
personalidad creyente y, en
consecuencia, ser una ver-
dadera y propia escuela de pedagogía
cristiana.
- Debe anunciar los misterios esenciales del
cristianismo,
promoviendo la experiencia trinitaria de la vida en
Cris-
to como centro de la vida de fe.
- Debe considerar, como tarea prioritaria, la preparación
y formación de catequistas dotados de una profunda fe.
1.5 Los medios de comunicación social
117. Al considerar el munus docendi abordamos el tema de
"los medios de comunicación social" como vía e instrumento para
62
propagar
la Buena Nueva, en obediencia al mandato de Jesucristo (Cfr. Mc 16,
15-20; Mt 28, 19-20). Agradecidos con el Señor y
con tantos hermanos que
se han empeñado en la evangelización
por estos medios, reconocemos que
nuestra iglesia angelopolitana
ha marcado ya un sendero y se puede
reconocer la presencia de
la iglesia en distintos medios como la radio,
la televisión, el pe-
riódico, Facebook, Twitter, Email, YouTube. No
obstante, somos
conscientes de que necesitamos dar un nuevo impulso que
nos
haga avanzar no sólo en brindar información por estos medios,
sino
lograr el fin primario: evangelizar.
118. Los medios de
comunicación, usados y aprovechados
adecuadamente, abren un amplio
panorama para la evangeli-
zación a todo tipo de personas gracias al
alcance de las redes
sociales. Apreciamos los materiales que ya existen
en intemet
y que brindan un gran apoyo a la evangelización, a la vez
que
reconocemos que hace falta difundirlos para que se conozcan y
se
aprovechen en el crecimiento y profundización de la fe. Com-
prometidos
en una Nueva Etapa Evangelizadora necesitamos
avanzar en proyectos
comunes que favorezcan los procesos ade-
cuados de evangelización por
estos medios; es necesario romper
paradigmas y superar temores.
119.
Elogiamos y agradecemos la entrega y el testimonio
de muchos párrocos
que ya realizan acciones de evangeliza-
ción en sus comunidades a través
de los medios y llamamos a
seguir avanzando en un diálogo más abierto
con la cultura para
promover por radio y televisión los servicios
espirituales que
se ofrecen desde las parroquias. Es necesario que los
párrocos
aprovechen los carismas que suscita el Señor en medio de
sus
comunidades para impulsar a quienes ya se dedican o conocen
el
trabajo en los medios.
120. Para avanzar en el uso de los medios al
servicio de la
evangelización, es necesario que éstos no se
centralicen, sinc
que se procuren vínculos con todas las zonas
pastorales de
nuestra arquidiócesis y entre ellas, para lo cual es
conveniente
63
capacitar a más agentes, tanto a nivel diocesano como parroquial,
e invertir económicamente en estos campos.
121.
Es indispensable iniciar a los futuros pastores en el
uso, conocimiento
y capacitación en los distintos medios de
comunicación, al mismo tiempo
que ofrecer un apoyo en la
formación permanente de los pastores para
tener la posibili-
dad de diálogo con los nativos digitales.
122.
Los primeros pasos en el uso de los medios de co-
municación ya son una
realidad en nuestra Iglesia, pero no
hemos de perder de vista que solo
estamos en el inicio de un
largo camino. El nuevo lenguaje de
comunicación necesita
ser conocido, estudiado y utilizado para la
propagación del
Evangelio; dada la fuerza comunicativa que tienen los
signos,
hoy más que nunca, se necesitan creyentes profesionales
para
transmitir el mensaje que Dios ofrece a todos los
hombres
invitándoles al conocimiento de la verdad y de la salvación.
2. En el ejercicio de la acción santificadora de
Jesucristo, Pastoral Litúrgica
123.
Seguir a Jesús supone reconocerlo y sentirlo vivo y
presente, para
promover sus acción salvadora también hemos
de celebrar con El la
alabanza al Padre y recibir de Él el don
del Espíritu Santo, esto es,
hacer presente su acción santifi-
cadora, tarea que exige hacer de
nuestras celebraciones litúr-
gicas un verdadero encuentro con Dios y
con los hermanos,
que supere la celebración de un rito riguroso y frió
que separa
a la asamblea entre actores y espectadores. Para lograr
que
nuestras celebraciones sean vivencias del amor divino en
su
misericordia y providencia necesitamos desarrollar una ade-
cuada
Pastoral Litúrgica.
64
2.1 Los sacramentos de la Iniciación cristiana
124.
Los sacramentos de la Iniciación cristiana -Bautisn
Confirmación y
Eucaristía- son en su conjunto los que nos
dan acceso pleno a la vida
cristiana y requieren un camino
de crecimiento en el cual no hay que
perder de vista dos ele-
mentos fundamentales: el primer elemento que
debemos tener
en cuenta, es que cada uno de estos sacramentos responder
a
una vocación, a un llamado personal y misterioso de Dios, a
través de
muchas formas, muchas de ellas insospechadas, de
aquí afirmamos que la
eficacia de los sacramentos es un don
del cielo; el segundo elemento,
que tampoco hay que perder
de vista, es la comunidad, donde se recibe el
llamado y donde
se destaca la responsabilidad que ésta ha de asumir
para aco-
ger y acompañar a quienes recibirán estos dones
sacramen-
tales que Dios le ha confiado para beneficio de quienes
son
llamados a ser sus hijos y a formar parte de su pueblo.
125.
El Bautismo, que nos injerta como miembros vivos en
Cristo y en su
Iglesia, es el sacramento en el cual se funda nuestra
fe; junto a la
Confirmación y la Eucaristía conforman la Iniciadción
cristiana, que
constituye como un único y gran acontecimiento sa-
cramental que nos
configura al Señor y hace de nosotros un signo
vivo de su presencia y de
su amor en virtud del cual nos conver-
timos en discípulos misioneros
llamados a llevar el Evangelio al
mundo. De ahí que la celebración de
estos sacramentos sea, a la
vez, punto de llegada y punto de partida en
el proceso de fe.
126. Retomando los elementos teológicos y
pastorales de
los sacramentos de la iniciación cristiana, el ideal al
que de-
bemos encaminarnos es que esta iniciación sea comprendida
y,
sobre todo, vivida como una unidad y como un proceso
que incluya tres
momentos ligados de forma inseparable en la
vida de los discípulos
misioneros: un momento kerigmático,
un momento sacramental y un momento
vital o existencial.
65
127. Atentos a la experiencia de la
iglesia en sus primeros
siglos, hemos de cuidar el catecumenado y la
catequesis para
favorecer el proceso de la Iniciación Cristiana, sin
descuidar
la importante pedagogía iniciadora de la familia y la
experien-
cia vivida dentro de la comunidad eucarística de la
Iglesia.
Como Iglesia hemos de introducir a los iniciados en un
proce-
so de conversión que los aliente para perseverar firmes en la
fe y
aguardar con diligencia que se cumpla la esperanza plena
de la
salvación.
2.2 La Eucaristía y la comunión eclesial
128. En
sintonía con la enseñanza de la Iglesia que destaca
la Eucaristía como
centro y culmen de la vida cristiana, nues-
tras comunidades guardan un
alto aprecio por este sacramen-
to; sin embargo, es necesario que
impulsemos la catcquesis
y procuremos la celebración de este sacramento
de manera
que se asuma en el conjunto de los cuatro elementos que
se
destacan en la celebración de la Eucaristía: la enseñanza de
los
apóstoles, la comunión (koinonía), la fracción del pan y
la oración.
Normalmente centramos la mirada en la Fracción
del Pan, pero en realidad
se trata de un proceso completo que
parte del anuncio de la palabra o
predicación, que provoca o
conduce a reencontrarse con Cristo y a hacer
la experiencia
de la comunión; para que, a su vez, esto lleve a la
fracción del
pan y a la oración.
129. San Juan Pablo II, en la
carta encíclica Ecciesia de
Eucharistia ilustra muy bien la relación
entre comunión (koi-
nonía) y Eucaristía, a partir de esta enseñanza
hemos de insis-
tir en esta estrecha relación. El papa le dedica el
capítulo IV
de su carta encíclica y lo titula "La Eucaristía y la
Comunión
Eclesial", no se trata de una relación superficial, sino de
una
relación indisoluble, la eucaristía sólo se podrá celebrar, con-
66
Forme
al manato recibido por el Señor Jesucristo, si se da en un clima de
comunión. "La Iglesia, mientras peregrina aquí
en la tierra, está
llamada a mantener y promover tanto la co-
munión con Dios trinitario
como la comunión entre los fieles.
Para ello, cuenta con la Palabra y
los Sacramentos, sobre todo
la Eucaristía, de la cual « vive y se
desarrolla sin cesar », y en
la cual, al mismo tiempo, se expresa a sí
misma. No es casuali-
dad que el término comunión se haya convertido en
uno de los
nombres específicos de este sublime Sacramento" (EE 27-28).
130.
Hemos de insistir en que la Eucaristía convoca y
construye a la
comunidad. "La celebración de la Eucaristía
no obstante, no puede ser el
punto de partida de la comunión,
que la presupone previamente, para
consolidarla y llevarla a
perfección. El Sacramento expresa este vínculo
de comunión;
sea en la dimensión invisible que, en Cristo y por la
acción
del Espíritu Santo, nos une al Padre y entre nosotros, sea en
la
dimensión visible, que implica la comunión en la doctrina
de los
Apóstoles, en los Sacramentos y en el orden jerárquico.
131. La
íntima relación entre los elementos invisibles y visi-
bles de la
comunión eclesial, es constitutiva de la Iglesia como
sacramento de
salvación. Sólo en este contexto tiene lugar la
celebración legítima de
la Eucaristía y la verdadera participa-
ción en la misma. Por tanto,
resulta una exigencia intrínseca a
la Eucaristía que se celebre en la
comunión y concretamente.
en la integridad de todos sus vínculos. La
comunión visible se
manifiesta de forma justa cuando llevamos a cabo la
intención
que Jesucristo quiso realizar en la Eucaristía. Esta intención
no
solamente incluye el mandato de celebrar la Eucaristía, sino
la
última y definitiva intención de conducir a los hombres a
la
reconciliación con Dios y con los hermanos, de hacer realidad
la obra
de la salvación para todos (cfr. 1 Cor 11, 17-34).
67
2.3 La celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana
132.
La comunidad, como lugar histórico del encuentro
con Jesús vivo, da
paso a entender que la celebración de los
sacramentos y especialmente
los sacramentos de iniciación
(Bautismo, Confirmación y Eucaristía) no
se agota en su pre-
paración y recepción, sino que se proyecta más allá
de su ce-
lebración para hacerlos vida, toda la vida; de aquí la
impor-
tancia de pensar teológicamente su celebración litúrgica.
133.
Es necesario convencemos de que la Iglesia anuncia la
Buena Nueva y la
Buena Nueva es Jesús, quien guía a quien lo
acoge con su proyecto del
Reino en una experiencia eclesial y lo
injerta en su misterio mediante
las celebraciones sacramentales.
Hemos de ir más allá de una visión
reduccionista según la cual
la Iglesia sólo prepara para recibir
sacramentos u ofrece pláticas
pre-sacramentales; debemos superar la
visión de la liturgia como
la observación de rúbricas o normas
celebrativas, que hacen ca-
rente de vida nuestras celebraciones;
igualmente, debemos supe-
rar el olvido del Kerigma, ya que negaríamos
el encuentro con
Jesús vivo y perderíamos de vista que la celebración
presupone
y alimenta la fe de los fieles; también, debemos superar la
cele-
braciones de los sacramentos de iniciación sin un proceso, ya
que
corremos el riesgo de convertirlas en acciones rituales aisladas
y,
en ocasiones, con intereses ajenos a la vivencia de la fe,
reducién-
dolas a eventos y compromisos sociales.
134. La Eucaristía
se sitúa en el corazón de la Iniciación cristiana. De este sacramento
de amor, brota todo auténtico camino de fe, de comunión y de testimonio,
y por ello, nos enseña el Papa Francisco, es importante que los niños
se preparen bien para la Primera Comunión; y que cada niño la reciba,
porque es el primer paso de esta pertenencia fuerte a Jesucristo,
después del Bautismo y la Confirmación
68
136. La
Eucaristía es el punto de llegada de la iniciación cristiana y punto de
partida del compromiso por la ministeria-
lidad, es decir del servicio
de todos los miembros de la comu-
nidad en la gran variedad de
vocaciones y ministerios, ya que
provoca, favorece y sostiene la
comunión de los miembros
del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
136.
La Eucaristía nos introduce en la comunión real con
Jesús y su misterio
que nos conduce a relacionar la Eucaristía
que celebramos con nuestra
vida como Iglesia y como cris-
tianos, que se vive cuando vamos a misa
el domingo donde
la liturgia de la Palabra y de la Eucaristía, como
partes de la
celebración, tienen la misma importancia.
137. Desde estas perspectivas, es necesario tener presentes
los siguiente criterios y desafíos:
-
El espacio histórico de la experiencia del encuentro con
Jesús es la
comunidad, de preferencia la comunidad pa-
rroquial, desde donde se
organiza el proceso de vida y
crecimiento de los fieles.
- Todo sacramento es necesariamente un encuentro con
Cristo, sin este elemento se puede afirmar que no hay
sacramento.
- El orden de los sacramentos de iniciación cristiana es
Bautismo, Confirmación y Eucaristía.
- La Eucaristía es la plenitud de la iniciación cristiana.
-
El Kerigma es el punto de partida de toda iniciación cris- tiana, aún
cuando los sacramentos han sido distanciaos en la via del cristiano, es
decir, en la recepción de la Eucaristía y de la Confirmación debe darse
el anuncio del Kerigma.
- La iniciación cristiana debe incluir el sentido misionero de la fe
69
- La catcquesis previa a la recepción de los sacramentos
debe estar injertada en un proceso de formación en la fe.
-
Es necesario considerar los procesos catecumenales como
los señala el
Concilio y los presenta el Nuevo Ritual de
la iniciación cristiana de
adultos: Catecumenado pre-bau-
tismal para adultos; Catecumenado
post-bautismal para
quienes fueron bautizados de niños y se preparan
para la
"primera comunión" y/o confirmación (Cfr. DA 288).
-
Es indispensable revisar y proponer un proceso catequéti-
co para papas y
padrinos que habrán de acompañar a los
infantes o neonatos, que van de
los O a los 8 años, en el
que se conozca y asuma, en primer lugar, el
Catecumenado
como paradigma inicial de inserción en la comunidad.
-
Debemos recuperar la homilía que va más allá de un
discurso moral o
científico, del fervorín, de un panegí-
rico o una disertación
filosófica. Tiene que ser algo que
explicite, amplifique, clarifique los
textos proclamados
y orados durante la celebración Eucarística, que
con-
tinúe la catequesis kerigmático-mistagógica de lo que
celebramos
"hic et nunc" (aquí y ahora).
- Debemos recuperar los espacios
y lugares dignos y
propios de la celebración que, no sólo
contextualizan
teológica y litúrgicamente los simbólicos concretos
en
los que iconográfica y geográficamente se hace memo-
ria, sino que
contribuyen a actualizar o pregustar aque-
llo que se está celebrando.
-
Debemos recuperar el sentido del domingo, como Día del
Señor en sus
diferentes apreciaciones planteadas en la Carta
Apostólica Dies Domini,
redescubriendo las motivaciones
doctrinales profundas, antes que las
sociológicas y pastora-
les que son la base del precepto eclesial. Para
que todos los
fieles vean muy claro el valor irrenunciable del domingo
en
la vida de la comunidad, en la vida del cristiano.
70
2.4 Los sacramentos de reinsercion y de servicio
138.
La celebración de los sacramentos de reinserción y
de servicio, es
decir, los sacramentos de la Penitencia y de
la Unción de los enfermos,
los sacramentos del Matrimonio
y del Orden son el fruto de la
ministerialidad que nace de los
sacramentos de la Iniciación Cristiana,
sobre todo de la vida
personal y comunitaria de la Eucaristía, y deben
estar íntima-
mente conectados al servicio de la comunidad y al
crecimien-
to de las personas que reciben estas gracias.
139. Así,
el sacramento de la Penitencia no será sólo el
recuperar la comunión con
Dios Trino, sino además un verda-
dero aliciente para reincorporarse al
servicio de la comunidad
y el sacramento de la Unción será la
oportunidad del ofreci-
miento personal por la vida eclesial, empezando
por la propia
familia y extensivo a las necesidades de la comunidad.
140.
El sacramento del Matrimonio deberá recuperar su di-
mensión social o
eclesial, ya que su tarea fundamental es la de
crear la iglesia
domestica que se convierte en escuela de fe para
los cónyuges y para los
hijos; mientras que el sacramento del Or-
den, al incorporar a quien lo
recibe en la actuación en la persona
de Cristo, se ha de apreciar en su
servicio a toda la vida eclesial,
no sólo desde la administración de
los sacramentos sino al servi-
cio de la comunidad en las diversas
acciones pastorales.
3. En el compromiso por la construcción del
Reino, Pastoral Social
141.
La tercera tarea primordial en la que hemos de compro-
metemos para
impulsar una Nueva Etapa Evangelizadora se re-
fiere al compromiso por
la construcción del Reino. Sabiendo que
71
Éste encontrará su
plena realización cuando Jesucristo sea todo en todos, asumimos que ha
sido sembrado en el hoy de nuestra histo-
ria y está creciendo y
desarrollándose mientras hacemos nuestros
quehaceres ordinarios; se
trata del testimonio de la caridad que Je-
sús mismo hace a través de
los suyos, es decir, la Pastoral Social.
3.1 La Pastoral Social en su conjunto
142.
Emprender una Nueva Etapa Evangelizadora nos exi-
ge fortalecer nuestra
Pastoral Social, la cual parte de escrutar
a fondo los signos de los
tiempos e interpretarlos a la luz del
Evangelio (GS 4) para descubrir y
comprender el mundo que
vivimos, las aspiraciones y esperanzas de los
hombres y las
mujeres para dar respuestas pastorales en un espíritu de
co-
munión y participación, superando la indiferencia y la preten-
sión
de solucionar por nosotros mismos todos los problemas.
143. Son
muchas las situaciones temporales que preocu-
pan a los interlocutores
de nuestra acción evangelizadora y
a todas ellas hemos de poner atención
para discernirlas des-
de la acción salvadora de Jesucristo; algunas de
ellas son la
precaria situación económica de la mayoría de la
población,
la migración como fenómeno multifactorial, el proceso
políti-
co muy accidentado de la democracia, el deterioro ecológico con
el calentamiento global y las nuevas formas de pobreza en esta aldea
global. Estas y otras características en nuestra Iglesia Particular
exigen hacer efectivo el amor fraterno. ¡Qué peligroso y qué añino es
este acostumbramiento que os lleva a perder el asombro, la cautivación,
el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y de la justicia!
(EG 179)
144. El Evangelio tiene una dimensión social. Esta no
es una añadidura, y ni algo opcional es un elemento constitutivo y un
imperativo categórico fundado en una teología de la
72
Encarnación,
del reino, del mundo y de la historial La Iglesia encarna el Evangelio
en el mundo para transformar las realida-
des temporales desde el
Mensaje de Jesús. La dimensión social
hace posible continuar la obra de
Jesús (Le 4, 18-19) ya que es
una dimensión constitutiva de toda la
acción evangelizadora,
que nos hace vivir la diakonia como manifestación
de nuestro
ser de Iglesia, sin esta pastoral caeríamos en un docetismo.
145.
Revitalizar la pastoral social implica rehabilitar la
caridad superando
una visión inmediatista y superficial, para
comprenderla y vivirla como
Don-virtud teologal por exce-
lencia, que Dios hace de sí mismo en
Cristo al creyente poi
medio de su Espíritu para que la Trinidad habite
en él (EJST
94). De esta manera, la caridad es el principio
dinamizador
del ser y quehacer de la Iglesia, que incluye la pastoral
social
(Cfr. Hch 2, 42; 4, 32). Por lo que se debe dejar de considerar
a
la pastoral social como un apéndice o un agregado respecte
de otras
disciplinas teológicas y entenderla como parte cons-
titutiva de la
evangelización. (Toso, p. 162). Existen muchas
expresiones, acciones e
iniciativas de pastoral social, pero
muchas veces falta una adecuada
organización y organización
que nos lleve a dar ese testimonio de
solidaridad eclesial. No
promovemos acciones diocesanas que expresen la
comunión.
Aún hay actitudes rígidas, individualistas y cerradas que
no
favorecen el desarrollo de esta tercera vertiente de la
pastoral.
Esto exige una verdadera conversión pastoral que nos lleve a
vivir y expresar la caridad (EJST, 94)
146. “Es necesario educar en
la pastoral social para profundizar el misterio de Cristo quien ha
venido a dar vida al mundo; vivir una espiritualidad encarnada para que
la salvación sea real e inculturada y no algo abstracto. (…) la
formación en la pastoral social y en la DSI prolongada a lo largo de la
vida para la santificación personal de los sacerdotes en el ministerio y
para la constante renovación de su compromiso pastroal, ha de
considerarse como uno de los compromisos más delicados e importantes
para el futuro de la evangelización de la humania” (PDV
73
2)
Esta formación es para todos los agentes: obispos, sacerdotes,
consagrados y consagradas y fieles laicos. América Latina
necesita
laicos cristianos que puedan asumir responsabilidades
directivas en la
sociedad [...] es necesario que sean formados en
los principios y
valores de la Doctrina Social de la Iglesia (Cfr.
EA 44). Los laicos
cumplen su misión propia y específica prin-
cipalmente en los ámbitos
temporales (Cfr. EJST 112)
3.2 Los pobres
147. Los pobres son
los primeros destinatarios de la evange-
lización, un lugar de encuentro
con el Señor y la voz que el Padre
escucha, y que nosotros los pastores
no podemos dejar de atender
(EJST, n. 123). La pobreza emerge con
nuevas características;
hay múltiples pobrezas, culturales,
tecnológicas, sociales, econó-
micas y políticas en las que vive nuestro
pueblo, que son signo de
injusticia y de la falta de respeto a la
persona humana y a sus dere-
chos (EJST, n. 151). La mayor parte viven
en la ciudad, en las pe-
riferias marginales y excluyentes, sin tener
los más indispensable
para vivir (Cfr CV 36). No sería evangélico
olvidar a los pobres.
148. De nuestra fe en Cristo hecho pobre
brota nuestra
preocupación por los pobres, somos instrumentos de
Dios
para la liberación y promoción de los pobres. Si alguno que
posee
bienes del mundo ve a su hermano que está necesitado
y le cierra sus
entrañas, ¿Cómo puede permanecer en él el
amor de Dios? (Un 3, 17; St 5,
4). "[...] lo cual implica tan-
to la cooperación para resolver las
causas estructurales de la
pobreza y para promover el desarrollo
integral de los pobres,
como los gestos más simples y cotidianos de
solidaridad ante
las miserias muy concretas que encontramos" (EG 188).
149. Se requiere el compromiso para trabajar en iniciativas
que expresen el amor de Cristo a los que viven en las diversas
74
formas
ae pobreza. Hay que repetir que los mas favorecidos de-
ben renuncia a
algunos de sus derechos para poner con mayor
liberalidad sus bienes al
servicio de los demás (OA 23). Mien-
tras no se resuelvan radicalmente
los problemas de los pobres,
renunciando a la autonomía absoluta de los
mercados y de la
especulación financiera y atacando las causas
estructurales de la
inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y
en defi-
nitiva ningún problema" (EG 202). Además, todas las
institucio-
nes sociales deben estar en función de la persona para
procurar
su bienestar. El principio, el sujeto y el fin de todas las
institucio-
nes sociales es y debe ser la persona humana (GS 25,1)
3.3 Doctrina Social de la Iglesia
150.
La DSI es uno de los componentes esenciales de la
nueva evangelización
de la que es instrumento. (Pdv 54; cfr.
SRS 54). Para la Iglesia,
enseñar y difundir la doctrina social
de la iglesia pertenece a su
misión evangelizadora y forma par-
te esencial del mensaje cristiano (CA
5). Así que en la DSI los
fieles laicos encontrarán luz suficiente para
iluminar las com-
plejas cuestiones políticas, económicas, culturales y
sociales
que reclaman un manejo acorde a la dignidad de las personas
y
al bien común." (EA54; EJST, p. 101). Sin la DSI, la vivencia
de la fe
de los laicos corre el riesgo de corromperse: tomándo-
se intimista y
desvinculada de las exigencias ético-sociales del
cristianismo; o
asociándose a ideologías contrarias al Evange-
lio (Cfr. EA 53). Todo
sacerdote con sus catequistas enseñara
la doctrina social de la Iglesia a
través de la catcquesis y asi
ayudará a la formación de la conciencia
social.
151. La doctrina social de la Iglesia es la enseñanza
del
Magisterio en materia social y contiene principios, criterio6
y
orientaciones para la actuación de los creyentes en la tares
de
transformar el mundo según el proyecto de Dios (SD 158)
75
La
dignidad humana es el principio fundamental que debe-
mos reconocer y
respetar así como los demás principios de la
solidaridad,
subsidiariedad, bien común y destino universal
de los bienes. Integrar
un grupo de laicos para que conozca y
difunda esta doctrina en la propia
parroquia es un reto que hay
que atender con prontitud.
152. Ante
los desafíos que nos presenta la realidad social e
iluminados por el
Evangelio y la doctrina social de la Iglesia,
desarróllense acciones de
pastoral, articuladas y organizadas,
que den respuestas de caridad a
todas las personas que se en-
cuentran en situaciones precarias, en las
periferias existenciales
(Mt 25, 31ss). Una coordinación de la acción de
la caridad en
los ámbitos diocesano y parroquial es exigida para
potenciar su
fuerza de testimonio y favorecer la credibilidad de la
Iglesia.
153. Una pastoral social organizada implica la promoción
y
desarrollo de acciones en favor de la persona, preferencial-
mente los
más pobres y excluidos. Caritas, como organismo
eclesial, debe estar
presente en toda comunidad parroquial,
como cause autorizado para
impulsar la pastoral de la caridad,
aunque no la agota, ya que también
deben darse programas de
atención a otro tipo de grupos vulnerables, es
decir, quienes
se encuentran en situación de indefensión, temporal o
perma-
nente, como son los enfermos mentales, los que tienen
alguna
discapacidad, los enfermos cuya atención exige una pastoral
de la
salud que atienda integralmente su situación para que
sientan el amor
del Padre; una pastoral de migrantes es urgen-
te, sobre todo en ciertas
parroquias por donde acostumbrar
pasar estas personas, siempre en
tensión por el peligro latente; el mundo del encarcelado necesita ser
redimido, para vivir el
perdón, la reconciliación y la liberación del
pecado, una pas-
toral penitenciaria es el medio adecuado para lograrlo
por lo
que es necesario organizaría. Movidos por la caridad, organícense
grupos de pastoral social que promuevan sus diferentes expresiones en
cada Parroquia.
76
154. La persona trabaja y ahí también
es necesario anunciar el Evangelio del trabajo para que se experimente
la sal-
vación de Jesucristo; además, como lo definió Juan Pablo II,
el
trabajo es clave de la cuestión social. Animar, promover y
desarrollar
una pastoral del trabajo, no es un proyecto para
pensar solamente, sino
para realizar; de manera semejante, los
campesinos tan maltratados,
requieren sentirse amados por el
Padre y recibir la naturaleza, la
tierra como dones para cui-
darla y trabajarla con fe y esperanza, esto
implica una pastoral
de la tierra. Es necesario que mostremos que cuando
está pre-
sente la justicia y el respeto a la dignidad de la persona en
la
economía, el sistema se humaniza favoreciendo la realización
de la
persona y contribuye al desarrollo social.
155. Estas acciones de
pastoral social serán posibles si,
animados por la caridad, construimos
una cultura de la solida-
ridad (Cfr. EA 55). La solidaridad es el
ejercicio de la caridad
que lo santifica, lo dignifica y lo hace
participar en la cons-
trucción de la comunidad. Cuando la solidaridad
dinamiza las
relaciones sociales, podemos hablar de una cultura
solidaria
a la que debemos acrecentar. La Iglesia en América nos
pide
promover una cultura globalizada de la solidaridad, a partíi
del
Evangelio (EA, n. 55)
156. Nuestra pastoral social a nivel
diocesana y parroquial
va desarrollándose lentamente por la acción
humana-divina.
pero siempre abierta a la acción del Espíritu para ir
encontran-
do los caminos más eficaces para hacer presente la
misericor-
dia del Padre.
Conclusión
157. La tarea de la Iglesia
y sus tareas prioritarias no pue-
den limitarse a las que este trabajo
presenta; son apenas, un reflejo de los temas abordados en nuestro 5º
Sínodo Diocesano; sin embargo, deben tomarse como un punto vital de re-
77
ferencia
del camino de nuestra Iglesia de Puebla. La eficacia
de nuestro trabajo
pastoral depende de varios elementos que
son indispensables en toda
tarea que se emprende en nombre
del Señor Jesús; esta es la profunda
convicción de servir en
su nombre; de vivir y edificar la comunión de la
pastoral y so-
bre todo de la creatividad de los agentes de pastoral,
que no
se da como ocurrencias personales o grupales, en ocasiones
muy
caprichosas, sino de la comprensión de la continuidad de
la misión que
el Padre le encomienda a Jesucristo y que éste
las realiza, de una forma
personal y presente, a través de sus
discípulos en la comunión
eclesial. La administración de los
sacramentos, el ministerio de la
Palabra y el servicio a la comu-
nidad humana se da siempre en nombre
del Señor Jesús y con
el dinamismo de su Espíritu, siempre en la
bendición del Padre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me gustaría recibir sugerencias y apreciaciones sobre estos escritos.