sábado, 3 de diciembre de 2016

5º SÍNODO DIOCESANO CAPITULO TERCERO

CAPÍTULO  TERCERO
PARA PROMOVER LA ACCIÓN SALVADORA DE
JESUCRISTO
Las tareas primordiales
Introducción
98.     Para promover la acción salvadora de Jesucristo hemos
de seguir las líneas trazadas por el Concilio Vaticano II; desde
sus enseñanzas hemos de retomar la dinámica, el contenido cen-
tral y las motivaciones fundamentales de nuestra tarea, como
nos lo expresa un breve párrafo de la Constitución pastoral so-
bre la Iglesia en el mundo actual: "La iglesia establece diálogo
con los hombres, poniendo a su disposición la gracia que recibe
de Cristo para salvar la persona humana y edificar la humana
sociedad. Sin sentirse movida por ambiciones terrenas, sino por
el deseo de servir, dando testimonio de la Verdad" (GS 3).
99.    No es posible promover la acción salvadora de Je-
sucristo sin entrar en diálogo con los hombres y mujeres de
nuestro tiempo, este ha de ser el enfoque y la dinámica de
nuestro compromiso evangelizador; por ello hemos de estar
atentos a sus sufrimientos y a sus esperanzas, así como a las
modificaciones de la sociedad, que en nuestro tiempo vive una
creciente globalización económica y cultural. Para promover
la acción salvadora de Jesucristo hemos de procurar ojos aten-
tos y corazones dispuestos a la comprensión, a la tolerancia
y, desde luego, a la insistencia en la presencia de Jesús, para
manifestar que quien realiza esta tarea es una Iglesia con pies
y corazón de discípula que demanda nuevas actitudes en sus
agentes: de una posición de poder a una posición de servicio,
de una posición de exigencia a una posición de ayuda, de una
posición legalista a una posición con espíritu evangélico, de una posición de élites a una posición de pueblo, de una posición de cerrazón de mente, a una apertura de corazón.  Con

55
Este enfoque y en esta dinámica, la Iglesia no será percibida como la que pierde ante los cambios sociales sino como la que ilumina el camino de la humanidad.
100.   Otro aspecto que debemos cuidar es la revisión per-
manente de las motivaciones e intenciones de nuestras accio-
nes. No nos ha de mover ninguna ambición terrena, el impera-
tivo de Jesús Pasce oves meas debe marcar profundamente las
acciones pastorales de nuestras comunidades y de cada uno
de los discípulos misioneros de nuestra diócesis, tanto laicos
como ministros ordenados. Nuestras acciones han de encon-
trar su inspiración en Jesucristo, revelador de la misericordia
del Padre que sabe recibir, comprender y abrazar a sus hijos,
sin perder de vista que son pecadores y necesitan regresar a
casa, según nos lo presenta Jesús en la parábola del Padre
misericordioso. Hemos de tener presente el llamado a ser pas-
tores y procurar una respuesta a ejemplo de nuestro Maestro
que busca la oveja perdida sin descuidar a las que están en
el rebaño; en ninguna de las dos circunstancias las ovejas se
sienten rechazadas o abandonadas, sino siempre amadas y
rescatadas por la infinita caridad de Jesús; con este estilo, la
oveja perdida, sin perder la conciencia de sus errores, no se
sentirá regañada sino acogida y reincorporada al rebaño por la
misericordia del pastor y la caridad del rebaño.
101.   Por último, el texto conciliar nos recuerda el elemento
central e indispensable de nuestra acción pastoral: el testimo-
nio de la presencia de Jesucristo. La Iglesia no existe en razón
de sí misma, sino en razón de su Señor, por lo que, retomando
la teología de San Pablo (Cfr. Ef 5) y las últimas directrices
del Magisterio tanto pontificio como latinoamericano, hemos de avanzar en la experiencia de una Iglesia discípula y servidora de Jesucristo.  Desde esta perspectiva fundamental retomamos las tareas primordiales de la Iglesia y esbozamos los matices con los que queremos promover la acción salvadora de Jesucristo en la Nueva Etapa Evangelizadora de nuestra Iglesia particular: en el seguimiento de Jesús profeta, Pastoral Profé-

56
tica (1), en el ejercicio de la acción santificadora de Jesucristo, Pastoral Litúrgica (2) y en el compromiso por la construcción del Reino, Pastoral Social (3).
1. En el seguimiento de Jesús profeta. Pastoral
Profética
102.   Los apóstoles, movidos por el Espíritu Santo y a partir
del envío de su Maestro, consideraron como tarea fundamen-
tal el anuncio de su experiencia de encuentro con el Señor.
Desde este paradigma, con la misma fuerza y desde un envíe
similar, en seguimiento de Jesús profeta hemos de intensificar
la proclamación del misterio salvífico en la conciencia de que
Jesucristo es el verdadero referente, que nosotros escuchamos
y difundimos la buena nueva desde la mirada e intención de
Jesús, no somos sino servidores de la Palabra para que sea Él
quien se manifieste a los hermanos.
1.1 EI Kerigma
103.   La Palabra de Dios es el elemento esencial de la Igle-
sia, el punto de partida de su vida y de su actividad pastoral.
Por eso, los discípulos y misioneros de esta iglesia particular
estamos llamados a extender nuestra experiencia de Cristo por
medio de la predicación del mensaje evangélico que tiene la característica de expresar el acontecimiento salvífico de modo interpelante y jubiloso, por ello a esta proclamación que hace presente la acción salvadora de Cristo mediante el anuncio de su Palabra viva recibe el nombre de Kerigma.

57
104.   Esta acción de los discípulos de Jesús, en su sentido
original de "llamado" o "clamor", ha de entenderse como una
manera de proclamar, con seguridad, convicción y decisión,
algo que tiene un máximo valor: el amor de Dios. Por el hecho
de hacer presente la salvación que se anuncia, esta procla-
mación interpela a la aceptación de la misma, es decir, es un
llamado a la conversión. Por lo tanto, hemos de tener presente
que no es una palabra que exclusivamente ilustre, explique o
desarrolle una doctrina, sino que es ante todo Palabra de Dios
que habla, que descubre, escudriña e inquieta el corazón hasta
el grado de hacer que algo ocurra en quien la escucha.
105.   El Nuevo Testamento conserva el carácter dinámico del
término Kerigma, dándole un triple significado. Kerigma es el
que realiza la acción de anunciar (kéryx}, el contenido del anun-
cio o mensaje (Kerigma) y el efecto provocado en el oyente o
acontecimiento salvifico que se hace realidad en aquel que acoge
el mensaje desde la fe. De esta manera fue haciéndose común la
comprensión del Kerigma como "testimonio" del misterio de la
muerte y resurrección de Cristo y como clave didáctica y espiri-
tual para la enseñanza y con esta riqueza hemos de continuar su
proclamación: el Kerigma ha de ser anuncio, enseñanza y forma
de comunicación de lo sagrado, esto es, del misterio de Cristo.
106.   Después del período apostólico, en todas las formas
de evangelización se incluía el Kerigma; en las diversas for-
mas de predicación, como la profecía, la tradición, la conso-
lación y exhortación se conservaba el sentido original y diná-
mico del Kerigma que subrayaba la conciencia de la acción
divina en la transmisión del mensaje. Con la extensión del
Evangelio surgieron nuevas necesidades que tenían que ser
atendidas por los discípulos, pues había una fuerte convicción
de que "a la predicación seguía la conversión y la práctica de
la caridad". En la Nueva Etapa Evangelizadora que queremos
impulsar no hemos de perder de vista que la predicación está a
la base de todo; es el cimiento del edificio de la vida cristiana de cada hombre y de la vida de la Iglesia toda.

58
1.2 La Sagrada Escritura
107.   Para poder conservar la experiencia del encuentro con
Dios que habla a su pueblo, además de la transmisión oral, la
Palabra de Dios se ha conservado por escrito en la Sagrada
Escritura; creemos que es Dios mismo quien sigue hablando y
trasmitiendo su vida al pueblo quien, en actitud de oyente, la
acepta y la proclama como es en realidad: "Palabra de Dios".
108.   En comunión con la fe de toda la Iglesia continuamos
afirmando que la vida de nuestra comunidad proviene de la
Palabra que es proclamada y acogida en obediencia filial al Pa-
dre; la Palabra da vida, sentido, fuerza y fecundidad a todo lo
que el pueblo vive y al mismo tiempo es el único principio y la
dinámica de su quehacer. La Palabra de Dios no es una teoría
o una ideología, es "alguien" con quien entramos en relación
constante y de cuya aceptación depende toda nuestra vida. Por
medio de la palabra de Dios llegamos al encuentro con Cristo,
que es la Palabra pronunciada por el Padre y hecha realidad
encamada por medio de la cual llegamos al encuentro con el
Padre. Sólo a través de Cristo se hace posible la verdadera vida
cristiana, una vida que es resultado de la acción de Dios en
cada uno de los oyentes por el poder del Espíritu Santo. Ante
Ella, la actitud fundamental es la escucha orante. Esta actitud
básica y fundamental ha de hacer del oyente un "terreno fér-
til", dispuesto a ser transformado, transfigurado desde dentro,
esta es la condición para dar frutos de vida nueva, sólo desde
ella se renacerá a una nueva manera de ser y de actuar.
109.   Frente a la Palabra de Dios, el oyente obedece. El
oyente se deja transformar por la palabra que escucha para
que, movido por la Palabra, pueda actuar fielmente; es decir,
llevar a cabo lo que Dios quiere. Sólo de esta experiencia de
la Palabra escuchada se podrá pasar a la experiencia de la Pa-
labra predicada. El creyente será verdadero testigo de la Pala-

59
bra no propiamente por la mera intelección del texto sagrado sino por la escucha, por la experiencia de encuentro con la Palaba de Vida.

110     Todos sabemos que la Sagrada Escritura es la Palabra de Dios conservada por escrito y que comúnmente denomi-
namos Biblia. Para acercamos a ella hemos de tener siempre
presente que al fijarse por escrito tomó elementos de la cultura,
el ambiente y el lenguaje de la época en la cual fueron escri-
tos cada uno de los textos. Debido a esto es necesario seguir
los criterios que el Concilio Vaticano 11, concretamente en la
Constitución Dogmática Dei Verbum, nos proporciona para su
correcta interpretación.
111.   Asumiendo la Sagrada Escritura en su justo valor,
para incorporamos en una Nueva Etapa Evangelizadora he-
mos de procurar que sea ella la mente y el alma de toda ac-
ción pastoral. No basta saberlo, es necesario que busquemos
las formas para que nuestra tarea evangelizadora beba de esta
fuente y logremos como forma habitual la animación bíblica
de la acción pastoral.
1.3 La homilía y la predicación
112.   Empeñados en una Nueva Etapa Evangelizadora, no he-
mos de perder de vista que la mejor forma de mantener viva la
Palabra de Dios es la liturgia y que una experiencia privilegiada
de la predicación de la Palabra es la homilía. La acción salvadora
de Dios en Cristo, que se vivió en la pascua, se hace presente y
actuante para la asamblea mediante la liturgia; en dicha celebra-
ción la comunidad sigue viviendo la acción salvífica, la experi-
menta, participa de ella; la homilía, por su parte, crea el ambiente
familiar para que se dé el diálogo, el encuentro y la comunión con Cristo; para que la Palabra de Dios que se ha escuchado, se

60
cumpla hoy, para que se escuche a Dios y se hable con El.  “La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida.  Debe apuntar a la comprensión del misterio que se celebra, invitar a la misión, dis-
poniendo la asamblea a la profesión de fe, a la oración universal
y a la liturgia eucaristica" (VD 59).
113.   Es conveniente tener presente que la predicación, a
partir de la convicción de que es una acción propia de los
Apóstoles y de sus sucesores, para los obispos es un derecho
inalienable, mientras que para los presbíteros y diáconos se
considera una facultad; para los ministros no ordenados se
requiere de la licencia para realizarla y para los laicos la au-
torización. Al mismo tiempo no hay que perder de vista que,
en su sentido más amplio, la predicación es una experiencia
de toda la Iglesia y ha de participarse en ella no solamente al
proclamar la Palabra, sino ante todo al acogerla en el cora-
zón, para que provoque la verdadera conversión y el auténtico
testimonio cristiano. En esta dinámica, la predicación de la
Iglesia conducirá a la transformación de los corazones de los
oyentes, y desde ellos a la transformación de las estructuras
sociales que favorezcan la vivencia de la auténtica dignidad
humana y de los derechos inalienables de los pueblos.
1.4 La catequesis
114.   Otro elemento indispensable de la pastoral profética
debe ser la catequesis. Ya el Documento de Puebla nos ha
ofrecido una breve definición que nos clarifica esta tarea: la
catequesis "es la acción de transmitir de una manera ordenada
y sistemática los datos fundamentales de la fe tratando de lle-
gar a la vivencia del Evangelio” (DP977, DGC 67).

61

115    Siguiendo el esquema del Catecismo de la Iglesia
Católica, podemos decir que la catequesis no se limita a la
enseñanza del catecismo como preparación a la primera co-
munión, ni a poner toda nuestra atención en la catequesis de
adultos, que es importante y paradigmática; se trata de la vida
de caridad que viven las comunidades y que invitan a otros
a una nueva manera de vivir y a una esperanza que renueva.
De alguna forma, directa o indirecta, todos somos catequistas,
como todos participamos de la evangelización.
116.   Para poder expresar su vitalidad y eficacia, la cate-
quesis debe asumir hoy las siguientes características:
- Debe ser propuesta como un servicio fundamental, in-
terior a la evangelización de la Iglesia, y con un acen-
tuado carácter misionero
- Debe dirigirse a sus destinatarios de siempre, que han sido y
siguen siendo los niños, los adolescentes, los jóvenes y los
adultos, y debe hacerlo a partir, sobre todo, de estos últimos.
- A ejemplo de la catcquesis patrística, debe moldear la
personalidad creyente y, en consecuencia, ser una ver-
dadera y propia escuela de pedagogía cristiana.
- Debe anunciar los misterios esenciales del cristianismo,
promoviendo la experiencia trinitaria de la vida en Cris-
to como centro de la vida de fe.
- Debe considerar, como tarea prioritaria, la preparación
y formación de catequistas dotados de una profunda fe.
1.5 Los medios de comunicación social
117.   Al considerar el munus docendi abordamos el tema de
"los medios de comunicación social" como vía e instrumento para

62


propagar la Buena Nueva, en obediencia al mandato de Jesucristo  (Cfr. Mc 16, 15-20; Mt 28, 19-20). Agradecidos con el Señor y
con tantos hermanos que se han empeñado en la evangelización
por estos medios, reconocemos que nuestra iglesia angelopolitana
ha marcado ya un sendero y se puede reconocer la presencia de
la iglesia en distintos medios como la radio, la televisión, el pe-
riódico, Facebook, Twitter, Email, YouTube. No obstante, somos
conscientes de que necesitamos dar un nuevo impulso que nos
haga avanzar no sólo en brindar información por estos medios,
sino lograr el fin primario: evangelizar.
118.   Los medios de comunicación, usados y aprovechados
adecuadamente, abren un amplio panorama para la evangeli-
zación a todo tipo de personas gracias al alcance de las redes
sociales. Apreciamos los materiales que ya existen en intemet
y que brindan un gran apoyo a la evangelización, a la vez que
reconocemos que hace falta difundirlos para que se conozcan y
se aprovechen en el crecimiento y profundización de la fe. Com-
prometidos en una Nueva Etapa Evangelizadora necesitamos
avanzar en proyectos comunes que favorezcan los procesos ade-
cuados de evangelización por estos medios; es necesario romper
paradigmas y superar temores.
119.   Elogiamos y agradecemos la entrega y el testimonio
de muchos párrocos que ya realizan acciones de evangeliza-
ción en sus comunidades a través de los medios y llamamos a
seguir avanzando en un diálogo más abierto con la cultura para
promover por radio y televisión los servicios espirituales que
se ofrecen desde las parroquias. Es necesario que los párrocos
aprovechen los carismas que suscita el Señor en medio de sus
comunidades para impulsar a quienes ya se dedican o conocen
el trabajo en los medios.
120.   Para avanzar en el uso de los medios al servicio de la
evangelización, es necesario que éstos no se centralicen, sinc
que se procuren vínculos con todas las zonas pastorales de
nuestra arquidiócesis y entre ellas, para lo cual es conveniente

63
capacitar a más agentes, tanto a nivel diocesano como parroquial,
e invertir económicamente en estos campos.
121.   Es indispensable iniciar a los futuros pastores en el
uso, conocimiento y capacitación en los distintos medios de
comunicación, al mismo tiempo que ofrecer un apoyo en la
formación permanente de los pastores para tener la posibili-
dad de diálogo con los nativos digitales.
122.   Los primeros pasos en el uso de los medios de co-
municación ya son una realidad en nuestra Iglesia, pero no
hemos de perder de vista que solo estamos en el inicio de un
largo camino. El nuevo lenguaje de comunicación necesita
ser conocido, estudiado y utilizado para la propagación del
Evangelio; dada la fuerza comunicativa que tienen los signos,
hoy más que nunca, se necesitan creyentes profesionales para
transmitir el mensaje que Dios ofrece a todos los hombres
invitándoles al conocimiento de la verdad y de la salvación.
2. En el ejercicio de la acción santificadora de
Jesucristo, Pastoral Litúrgica
123.   Seguir a Jesús supone reconocerlo y sentirlo vivo y
presente, para promover sus acción salvadora también hemos
de celebrar con El la alabanza al Padre y recibir de Él el don
del Espíritu Santo, esto es, hacer presente su acción santifi-
cadora, tarea que exige hacer de nuestras celebraciones litúr-
gicas un verdadero encuentro con Dios y con los hermanos,
que supere la celebración de un rito riguroso y frió que separa
a la asamblea entre actores y espectadores. Para lograr que
nuestras celebraciones sean vivencias del amor divino en su
misericordia y providencia necesitamos desarrollar una ade-
cuada Pastoral Litúrgica.

64
2.1  Los sacramentos de la Iniciación cristiana
124.   Los sacramentos de la Iniciación cristiana -Bautisn
Confirmación y Eucaristía- son en su conjunto los que nos
dan acceso pleno a la vida cristiana y requieren un camino
de crecimiento en el cual no hay que perder de vista dos ele-
mentos fundamentales: el primer elemento que debemos tener
en cuenta, es que cada uno de estos sacramentos responder a
una vocación, a un llamado personal y misterioso de Dios, a
través de muchas formas, muchas de ellas insospechadas, de
aquí afirmamos que la eficacia de los sacramentos es un don
del cielo; el segundo elemento, que tampoco hay que perder
de vista, es la comunidad, donde se recibe el llamado y donde
se destaca la responsabilidad que ésta ha de asumir para aco-
ger y acompañar a quienes recibirán estos dones sacramen-
tales que Dios le ha confiado para beneficio de quienes son
llamados a ser sus hijos y a formar parte de su pueblo.
125.    El Bautismo, que nos injerta como miembros vivos en 
Cristo y en su Iglesia, es el sacramento en el cual se funda nuestra
fe; junto a la Confirmación y la Eucaristía conforman la Iniciadción
cristiana, que constituye como un único y gran acontecimiento sa-
cramental que nos configura al Señor y hace de nosotros un signo
vivo de su presencia y de su amor en virtud del cual nos conver-
timos en discípulos misioneros llamados a llevar el Evangelio al
mundo. De ahí que la celebración de estos sacramentos sea, a la
vez, punto de llegada y punto de partida en el proceso de fe.
126.   Retomando los elementos teológicos y pastorales de
los sacramentos de la iniciación cristiana, el ideal al que de-
bemos encaminarnos es que esta iniciación sea comprendida
y, sobre todo, vivida como una unidad y como un proceso
que incluya tres momentos ligados de forma inseparable en la
vida de los discípulos misioneros: un momento kerigmático,
un momento sacramental y un momento vital o existencial.

65
127.   Atentos a la experiencia de la iglesia en sus primeros
siglos, hemos de cuidar el catecumenado y la catequesis para
favorecer el proceso de la Iniciación Cristiana, sin descuidar
la importante pedagogía iniciadora de la familia y la experien-
cia vivida dentro de la comunidad eucarística de la Iglesia.
Como Iglesia hemos de introducir a los iniciados en un proce-
so de conversión que los aliente para perseverar firmes en la
fe y aguardar con diligencia que se cumpla la esperanza plena
de la salvación.
2.2 La Eucaristía y la comunión eclesial
128.   En sintonía con la enseñanza de la Iglesia que destaca
la Eucaristía como centro y culmen de la vida cristiana, nues-
tras comunidades guardan un alto aprecio por este sacramen-
to; sin embargo, es necesario que impulsemos la catcquesis
y procuremos la celebración de este sacramento de manera
que se asuma en el conjunto de los cuatro elementos que se
destacan en la celebración de la Eucaristía: la enseñanza de
los apóstoles, la comunión (koinonía), la fracción del pan y
la oración. Normalmente centramos la mirada en la Fracción
del Pan, pero en realidad se trata de un proceso completo que
parte del anuncio de la palabra o predicación, que provoca o
conduce a reencontrarse con Cristo y a hacer la experiencia
de la comunión; para que, a su vez, esto lleve a la fracción del
pan y a la oración.
129.   San Juan Pablo II, en la carta encíclica Ecciesia de
Eucharistia ilustra muy bien la relación entre comunión (koi-
nonía) y Eucaristía, a partir de esta enseñanza hemos de insis-
tir en esta estrecha relación. El papa le dedica el capítulo IV
de su carta encíclica y lo titula "La Eucaristía y la Comunión
Eclesial", no se trata de una relación superficial, sino de una
relación indisoluble, la eucaristía sólo se podrá celebrar, con-

66
Forme al manato recibido por el Señor Jesucristo, si se da en un clima de comunión. "La Iglesia, mientras peregrina aquí
en la tierra, está llamada a mantener y promover tanto la co-
munión con Dios trinitario como la comunión entre los fieles.
Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos, sobre todo
la Eucaristía, de la cual « vive y se desarrolla sin cesar », y en
la cual, al mismo tiempo, se expresa a sí misma. No es casuali-
dad que el término comunión se haya convertido en uno de los
nombres específicos de este sublime Sacramento" (EE 27-28).
130.   Hemos de insistir en que la Eucaristía convoca y
construye a la comunidad. "La celebración de la Eucaristía
no obstante, no puede ser el punto de partida de la comunión,
que la presupone previamente, para consolidarla y llevarla a
perfección. El Sacramento expresa este vínculo de comunión;
sea en la dimensión invisible que, en Cristo y por la acción
del Espíritu Santo, nos une al Padre y entre nosotros, sea en
la dimensión visible, que implica la comunión en la doctrina
de los Apóstoles, en los Sacramentos y en el orden jerárquico.
131.   La íntima relación entre los elementos invisibles y visi-
bles de la comunión eclesial, es constitutiva de la Iglesia como
sacramento de salvación. Sólo en este contexto tiene lugar la
celebración legítima de la Eucaristía y la verdadera participa-
ción en la misma. Por tanto, resulta una exigencia intrínseca a
la Eucaristía que se celebre en la comunión y concretamente.
en la integridad de todos sus vínculos. La comunión visible se
manifiesta de forma justa cuando llevamos a cabo la intención
que Jesucristo quiso realizar en la Eucaristía. Esta intención no
solamente incluye el mandato de celebrar la Eucaristía, sino
la última y definitiva intención de conducir a los hombres a la
reconciliación con Dios y con los hermanos, de hacer realidad
la obra de la salvación para todos (cfr. 1 Cor 11, 17-34).

67
2.3  La celebración de los sacramentos de la Iniciación Cristiana
132.   La comunidad, como lugar histórico del encuentro
con Jesús vivo, da paso a entender que la celebración de los
sacramentos y especialmente los sacramentos de iniciación
(Bautismo, Confirmación y Eucaristía) no se agota en su pre-
paración y recepción, sino que se proyecta más allá de su ce-
lebración para hacerlos vida, toda la vida; de aquí la impor-
tancia de pensar teológicamente su celebración litúrgica.
133.   Es necesario convencemos de que la Iglesia anuncia la
Buena Nueva y la Buena Nueva es Jesús, quien guía a quien lo
acoge con su proyecto del Reino en una experiencia eclesial y lo
injerta en su misterio mediante las celebraciones sacramentales.
Hemos de ir más allá de una visión reduccionista según la cual
la Iglesia sólo prepara para recibir sacramentos u ofrece pláticas
pre-sacramentales; debemos superar la visión de la liturgia como
la observación de rúbricas o normas celebrativas, que hacen ca-
rente de vida nuestras celebraciones; igualmente, debemos supe-
rar el olvido del Kerigma, ya que negaríamos el encuentro con
Jesús vivo y perderíamos de vista que la celebración presupone
y alimenta la fe de los fieles; también, debemos superar la cele-
braciones de los sacramentos de iniciación sin un proceso, ya que
corremos el riesgo de convertirlas en acciones rituales aisladas y,
en ocasiones, con intereses ajenos a la vivencia de la fe, reducién-
dolas a eventos y compromisos sociales.
134. La Eucaristía se sitúa en el corazón de la Iniciación cristiana.  De este sacramento de amor, brota todo auténtico camino de fe, de comunión y de testimonio, y por ello, nos enseña el Papa Francisco, es importante que los niños se preparen bien para la Primera Comunión; y que cada niño la reciba, porque es el primer paso de esta pertenencia fuerte a Jesucristo, después del Bautismo y la Confirmación

68
136.   La Eucaristía es el punto de llegada de la iniciación cristiana y punto de partida del compromiso por la ministeria-
lidad, es decir del servicio de todos los miembros de la comu-
nidad en la gran variedad de vocaciones y ministerios, ya que
provoca, favorece y sostiene la comunión de los miembros
del Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia.
136.   La Eucaristía nos introduce en la comunión real con
Jesús y su misterio que nos conduce a relacionar la Eucaristía
que celebramos con nuestra vida como Iglesia y como cris-
tianos, que se vive cuando vamos a misa el domingo donde
la liturgia de la Palabra y de la Eucaristía, como partes de la
celebración, tienen la misma importancia.
137.   Desde estas perspectivas, es necesario tener presentes
los siguiente criterios y desafíos:
- El espacio histórico de la experiencia del encuentro con
Jesús es la comunidad, de preferencia la comunidad pa-
rroquial, desde donde se organiza el proceso de vida y
crecimiento de los fieles.
- Todo sacramento es necesariamente un encuentro con
Cristo, sin este elemento se puede afirmar que no hay
sacramento.
- El orden de los sacramentos de iniciación cristiana es
Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

-    La Eucaristía es la plenitud de la iniciación cristiana.

- El Kerigma es el punto de partida de toda iniciación cris- tiana, aún cuando los sacramentos han sido distanciaos en la via del cristiano, es decir, en la recepción de la Eucaristía y de la Confirmación debe darse el anuncio del Kerigma.

-    La iniciación cristiana debe incluir el sentido misionero de la fe



69
-    La catcquesis previa a la recepción de los sacramentos
debe estar injertada en un proceso de formación en la fe.

-    Es necesario considerar los procesos catecumenales como
los señala el Concilio y los presenta el Nuevo Ritual de
la iniciación cristiana de adultos: Catecumenado pre-bau-
tismal para adultos; Catecumenado post-bautismal para
quienes fueron bautizados de niños y se preparan para la
"primera comunión" y/o confirmación (Cfr. DA 288).

-    Es indispensable revisar y proponer un proceso catequéti-
co para papas y padrinos que habrán de acompañar a los
infantes o neonatos, que van de los O a los 8 años, en el
que se conozca y asuma, en primer lugar, el Catecumenado
como paradigma inicial de inserción en la comunidad.

-    Debemos recuperar la homilía que va más allá de un
discurso moral o científico, del fervorín, de un panegí-
rico o una disertación filosófica. Tiene que ser algo que
explicite, amplifique, clarifique los textos proclamados
y orados durante la celebración Eucarística, que con-
tinúe la catequesis kerigmático-mistagógica de lo que
celebramos "hic et nunc" (aquí y ahora).

-    Debemos recuperar los espacios y lugares dignos y
propios de la celebración que, no sólo contextualizan
teológica y litúrgicamente los simbólicos concretos en
los que iconográfica y geográficamente se hace memo-
ria, sino que contribuyen a actualizar o pregustar aque-
llo que se está celebrando.

-    Debemos recuperar el sentido del domingo, como Día del
Señor en sus diferentes apreciaciones planteadas en la Carta
Apostólica Dies Domini, redescubriendo las motivaciones
doctrinales profundas, antes que las sociológicas y pastora-
les que son la base del precepto eclesial. Para que todos los
fieles vean muy claro el valor irrenunciable del domingo en
la vida de la comunidad, en la vida del cristiano.

70
2.4 Los sacramentos de reinsercion y de servicio
138.   La celebración de los sacramentos de reinserción y
de servicio, es decir, los sacramentos de la Penitencia y de
la Unción de los enfermos, los sacramentos del Matrimonio
y del Orden son el fruto de la ministerialidad que nace de los
sacramentos de la Iniciación Cristiana, sobre todo de la vida
personal y comunitaria de la Eucaristía, y deben estar íntima-
mente conectados al servicio de la comunidad y al crecimien-
to de las personas que reciben estas gracias.
139.   Así, el sacramento de la Penitencia no será sólo el
recuperar la comunión con Dios Trino, sino además un verda-
dero aliciente para reincorporarse al servicio de la comunidad
y el sacramento de la Unción será la oportunidad del ofreci-
miento personal por la vida eclesial, empezando por la propia
familia y extensivo a las necesidades de la comunidad.
140.    El sacramento del Matrimonio deberá recuperar su di-
mensión social o eclesial, ya que su tarea fundamental es la de
crear la iglesia domestica que se convierte en escuela de fe para
los cónyuges y para los hijos; mientras que el sacramento del Or-
den, al incorporar a quien lo recibe en la actuación en la persona
de Cristo, se ha de apreciar en su servicio a toda la vida eclesial,
no sólo desde la administración de los sacramentos sino al servi-
cio de la comunidad en las diversas acciones pastorales.
3. En el compromiso por la construcción del
Reino, Pastoral Social
141.   La tercera tarea primordial en la que hemos de compro-
metemos para impulsar una Nueva Etapa Evangelizadora se re-
fiere al compromiso por la construcción del Reino. Sabiendo que

71
Éste encontrará su plena realización cuando Jesucristo sea todo en todos, asumimos que ha sido sembrado en el hoy de nuestra histo-
ria y está creciendo y desarrollándose mientras hacemos nuestros
quehaceres ordinarios; se trata del testimonio de la caridad que Je-
sús mismo hace a través de los suyos, es decir, la Pastoral Social.
3.1 La Pastoral Social en su conjunto
142.   Emprender una Nueva Etapa Evangelizadora nos exi-
ge fortalecer nuestra Pastoral Social, la cual parte de escrutar
a fondo los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del
Evangelio (GS 4) para descubrir y comprender el mundo que
vivimos, las aspiraciones y esperanzas de los hombres y las
mujeres para dar respuestas pastorales en un espíritu de co-
munión y participación, superando la indiferencia y la preten-
sión de solucionar por nosotros mismos todos los problemas.
143.   Son muchas las situaciones temporales que preocu-
pan a los interlocutores de nuestra acción evangelizadora y
a todas ellas hemos de poner atención para discernirlas des-
de la acción salvadora de Jesucristo; algunas de ellas son la
precaria situación económica de la mayoría de la población,
la migración como fenómeno multifactorial, el proceso políti-
co muy accidentado de la democracia, el deterioro ecológico con el calentamiento global y las nuevas formas de pobreza en esta aldea global.  Estas y otras características en nuestra Iglesia Particular exigen hacer efectivo el amor fraterno.  ¡Qué peligroso y qué añino es este acostumbramiento que os lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y de la justicia! (EG 179)
144.     El Evangelio tiene una dimensión social.  Esta no es una añadidura, y ni algo opcional  es un elemento constitutivo y un imperativo categórico fundado en una teología de la

72
Encarnación, del reino, del mundo y de la historial  La Iglesia encarna el Evangelio en el mundo para transformar las realida-
des temporales desde el Mensaje de Jesús. La dimensión social
hace posible continuar la obra de Jesús (Le 4, 18-19) ya que es
una dimensión constitutiva de toda la acción evangelizadora,
que nos hace vivir la diakonia como manifestación de nuestro
ser de Iglesia, sin esta pastoral caeríamos en un docetismo.
145.   Revitalizar la pastoral social implica rehabilitar la
caridad superando una visión inmediatista y superficial, para
comprenderla y vivirla como Don-virtud teologal por exce-
lencia, que Dios hace de sí mismo en Cristo al creyente poi
medio de su Espíritu para que la Trinidad habite en él (EJST
94). De esta manera, la caridad es el principio dinamizador
del ser y quehacer de la Iglesia, que incluye la pastoral social
(Cfr. Hch 2, 42; 4, 32). Por lo que se debe dejar de considerar
a la pastoral social como un apéndice o un agregado respecte
de otras disciplinas teológicas y entenderla como parte cons-
titutiva de la evangelización. (Toso, p. 162). Existen muchas
expresiones, acciones e iniciativas de pastoral social, pero
muchas veces falta una adecuada organización y organización
que nos lleve a dar ese testimonio de solidaridad eclesial. No
promovemos acciones diocesanas que expresen la comunión.
Aún hay actitudes rígidas, individualistas y cerradas que no
favorecen el desarrollo de esta tercera vertiente de la pastoral.
Esto exige una verdadera conversión pastoral que nos lleve a vivir y expresar la caridad (EJST, 94)
146.  “Es necesario educar en la pastoral social para profundizar el misterio de Cristo quien ha venido a dar vida al mundo; vivir una espiritualidad encarnada para que la salvación sea real e inculturada y no algo abstracto. (…) la formación en la pastoral social y en la DSI prolongada a lo largo de la vida para la santificación personal de los sacerdotes en el ministerio y para la constante renovación de su compromiso pastroal, ha de considerarse como uno de los compromisos más delicados e importantes para el futuro de la evangelización de la humania” (PDV

73
2)  Esta formación es para todos los agentes: obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas y fieles laicos. América Latina
necesita laicos cristianos que puedan asumir responsabilidades
directivas en la sociedad [...] es necesario que sean formados en
los principios y valores de la Doctrina Social de la Iglesia (Cfr.
EA 44). Los laicos cumplen su misión propia y específica prin-
cipalmente en los ámbitos temporales (Cfr. EJST 112)
3.2 Los pobres
147.   Los pobres son los primeros destinatarios de la evange-
lización, un lugar de encuentro con el Señor y la voz que el Padre
escucha, y que nosotros los pastores no podemos dejar de atender
(EJST, n. 123). La pobreza emerge con nuevas características;
hay múltiples pobrezas, culturales, tecnológicas, sociales, econó-
micas y políticas en las que vive nuestro pueblo, que son signo de
injusticia y de la falta de respeto a la persona humana y a sus dere-
chos (EJST, n. 151). La mayor parte viven en la ciudad, en las pe-
riferias marginales y excluyentes, sin tener los más indispensable
para vivir (Cfr CV 36). No sería evangélico olvidar a los pobres.
148.   De nuestra fe en Cristo hecho pobre brota nuestra
preocupación por los pobres, somos instrumentos de Dios
para la liberación y promoción de los pobres. Si alguno que
posee bienes del mundo ve a su hermano que está necesitado
y le cierra sus entrañas, ¿Cómo puede permanecer en él el
amor de Dios? (Un 3, 17; St 5, 4). "[...] lo cual implica tan-
to la cooperación para resolver las causas estructurales de la
pobreza y para promover el desarrollo integral de los pobres,
como los gestos más simples y cotidianos de solidaridad ante
las miserias muy concretas que encontramos" (EG 188).
149.   Se requiere el compromiso para trabajar en iniciativas
que expresen el amor de Cristo a los que viven en las diversas

74
formas ae pobreza. Hay que repetir que los mas favorecidos de-
ben renuncia a algunos de sus derechos para poner con mayor
liberalidad sus bienes al servicio de los demás (OA 23). Mien-
tras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres,
renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la
especulación financiera y atacando las causas estructurales de la
inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en defi-
nitiva ningún problema" (EG 202). Además, todas las institucio-
nes sociales deben estar en función de la persona para procurar
su bienestar. El principio, el sujeto y el fin de todas las institucio-
nes sociales es y debe ser la persona humana (GS 25,1)
3.3 Doctrina Social de la Iglesia
150.   La DSI es uno de los componentes esenciales de la
nueva evangelización de la que es instrumento. (Pdv 54; cfr.
SRS 54). Para la Iglesia, enseñar y difundir la doctrina social
de la iglesia pertenece a su misión evangelizadora y forma par-
te esencial del mensaje cristiano (CA 5). Así que en la DSI los
fieles laicos encontrarán luz suficiente para iluminar las com-
plejas cuestiones políticas, económicas, culturales y sociales
que reclaman un manejo acorde a la dignidad de las personas y
al bien común." (EA54; EJST, p. 101). Sin la DSI, la vivencia
de la fe de los laicos corre el riesgo de corromperse: tomándo-
se intimista y desvinculada de las exigencias ético-sociales del
cristianismo; o asociándose a ideologías contrarias al Evange-
lio (Cfr. EA 53). Todo sacerdote con sus catequistas enseñara
la doctrina social de la Iglesia a través de la catcquesis y asi
ayudará a la formación de la conciencia social.
151.   La doctrina social de la Iglesia es la enseñanza del
Magisterio en materia social y contiene principios, criterio6
y orientaciones para la actuación de los creyentes en la tares
de transformar el mundo según el proyecto de Dios (SD 158)



75
La dignidad humana es el principio fundamental que debe-
mos reconocer y respetar así como los demás principios de la
solidaridad, subsidiariedad, bien común y destino universal
de los bienes. Integrar un grupo de laicos para que conozca y
difunda esta doctrina en la propia parroquia es un reto que hay
que atender con prontitud.
152.   Ante los desafíos que nos presenta la realidad social e
iluminados por el Evangelio y la doctrina social de la Iglesia,
desarróllense acciones de pastoral, articuladas y organizadas,
que den respuestas de caridad a todas las personas que se en-
cuentran en situaciones precarias, en las periferias existenciales
(Mt 25, 31ss). Una coordinación de la acción de la caridad en
los ámbitos diocesano y parroquial es exigida para potenciar su
fuerza de testimonio y favorecer la credibilidad de la Iglesia.
153.   Una pastoral social organizada implica la promoción
y desarrollo de acciones en favor de la persona, preferencial-
mente los más pobres y excluidos. Caritas, como organismo
eclesial, debe estar presente en toda comunidad parroquial,
como cause autorizado para impulsar la pastoral de la caridad,
aunque no la agota, ya que también deben darse programas de
atención a otro tipo de grupos vulnerables, es decir, quienes
se encuentran en situación de indefensión, temporal o perma-
nente, como son los enfermos mentales, los que tienen alguna
discapacidad, los enfermos cuya atención exige una pastoral
de la salud que atienda integralmente su situación para que
sientan el amor del Padre; una pastoral de migrantes es urgen-
te, sobre todo en ciertas parroquias por donde acostumbrar
pasar estas personas, siempre en tensión por el peligro latente; el mundo del encarcelado necesita ser redimido, para vivir el
perdón, la reconciliación y la liberación del pecado, una pas-
toral penitenciaria es el medio adecuado para lograrlo por lo
que es necesario organizaría. Movidos por la caridad, organícense grupos de pastoral social que promuevan sus diferentes expresiones en cada Parroquia.

76
154.    La persona trabaja y ahí también es necesario anunciar el Evangelio del trabajo para que se experimente la sal-
vación de Jesucristo; además, como lo definió Juan Pablo II,
el trabajo es clave de la cuestión social. Animar, promover y
desarrollar una pastoral del trabajo, no es un proyecto para
pensar solamente, sino para realizar; de manera semejante, los
campesinos tan maltratados, requieren sentirse amados por el
Padre y recibir la naturaleza, la tierra como dones para cui-
darla y trabajarla con fe y esperanza, esto implica una pastoral
de la tierra. Es necesario que mostremos que cuando está pre-
sente la justicia y el respeto a la dignidad de la persona en la
economía, el sistema se humaniza favoreciendo la realización
de la persona y contribuye al desarrollo social.
155.   Estas acciones de pastoral social serán posibles si,
animados por la caridad, construimos una cultura de la solida-
ridad (Cfr. EA 55). La solidaridad es el ejercicio de la caridad
que lo santifica, lo dignifica y lo hace participar en la cons-
trucción de la comunidad. Cuando la solidaridad dinamiza las
relaciones sociales, podemos hablar de una cultura solidaria
a la que debemos acrecentar. La Iglesia en América nos pide
promover una cultura globalizada de la solidaridad, a partíi
del Evangelio (EA, n. 55)
156.   Nuestra pastoral social a nivel diocesana y parroquial
va desarrollándose lentamente por la acción humana-divina.
pero siempre abierta a la acción del Espíritu para ir encontran-
do los caminos más eficaces para hacer presente la misericor-
dia del Padre.
Conclusión
157.   La tarea de la Iglesia y sus tareas prioritarias no pue-
den limitarse a las que este trabajo presenta; son apenas, un reflejo de los temas abordados en nuestro 5º Sínodo Diocesano;  sin embargo, deben tomarse como un punto vital de re-

77
ferencia del camino de nuestra Iglesia de Puebla. La eficacia
de nuestro trabajo pastoral depende de varios elementos que
son indispensables en toda tarea que se emprende en nombre
del Señor Jesús; esta es la profunda convicción de servir en
su nombre; de vivir y edificar la comunión de la pastoral y so-
bre todo de la creatividad de los agentes de pastoral, que no
se da como ocurrencias personales o grupales, en ocasiones
muy caprichosas, sino de la comprensión de la continuidad de
la misión que el Padre le encomienda a Jesucristo y que éste
las realiza, de una forma personal y presente, a través de sus
discípulos en la comunión eclesial. La administración de los
sacramentos, el ministerio de la Palabra y el servicio a la comu-
nidad humana se da siempre en nombre del Señor Jesús y con
el dinamismo de su Espíritu, siempre en la bendición del Padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Me gustaría recibir sugerencias y apreciaciones sobre estos escritos.