sábado, 3 de diciembre de 2016

5º SÍNODO DIOCESANO CAPÍTULO SÉPTIMO

CAPÍTULO SÉPTIMO

SIEMPRE ABIERTA AL ESPÍRITU
La espiritualidad
Introducción
303.   Emprender una Nueva Etapa Evangelizadora en nues-
tra iglesia angelopolitana es una exigencia que no se deriva úni-
camente de las nuevas situaciones sociales y culturales o de la
necesidad de superar métodos y expresiones de evangelización
ya ineficaces, se deriva también, y principalmente, de un recla-
mo interior de la fe: la vivencia de una renovada espiritualidad
que se proyecte en el testimonio, de manera que el anuncio del
Evangelio esté siempre acompañado por la coherencia entre la
fe y la vida, esto es, una espiritualidad de la acción misionera.
304.   Al señalar algunos rasgos que han de distinguir el perfil
del agente evangelizador de nuestro tiempo, en el capítulo prime-
ro de este Documento adelantamos que para asumir con seriedad
una Nueva Etapa Evangelizadora tenemos que recuperar el en-
tusiasmo misionero y, por lo tanto, cultivar una correspondiente
espiritualidad (Cfr. EG 260). Antes de dar a conocer las dispo-
siciones concretas de nuestro 5° Sínodo, en este capítulo abor-
damos algunos elementos sobre la espiritualidad que debemos
procurar: una espiritualidad para recuperar el entusiasmo por la
misión desde una motivación primordial (1) que se fortalece des-
de motivaciones particulares derivadas de los elementos funda-
mentales de la acción evangelizadora.
305.   En el desarrollo de este capítulo se considera tanto la
acción evangelizadora en su conjunto como a los agentes de
pastoral que la desarrollan, por ello apuntamos a una evangeli-
zación con Espíritu y pretendemos promover evangelizadores
con Espíritu, retomando con ello el capítulo quinto de Evan-
gelii Gandium y el capítulo séptimo de Evangelii Nuntiandi.
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306.    Al orientamos hacia una Nueva Etapa Evangelizadora
en nuestra diócesis, hemos de tener claro que si no avanzamos
en el cultivo de una espiritualidad que nos permita recuperar el
entusiasmo misionero, los elementos teológicos y pastorales de-
sarrollados en los seis capítulos anteriores quedarán reducidos a
jalones de sana ortodoxia y a laudables intenciones; así mismo,
los criterios, las líneas de acción, los enfoques y las normas que se
presentan en el capítulo final, siempre insuficientes y perfectibles,
resultarán inanimadas disposiciones extemas.
1. Desde una motivación primordial: la acción
del Espíritu Santo
307.   Alentar una Nueva Etapa Evangelizadora con las carac-
terísticas señaladas por el Papa Francisco -más fervorosa, ale-
gre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida conta-
giosa- requiere trabajar en el campo de las motivaciones y, antes
de procurar algunas motivaciones particulares, es necesario que
los agentes de pastoral de nuestra iglesia angelopolitana des-
taquemos y cultivemos la fuente, la motivación fundamental:
•'ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones
el íuego del Espíritu" (EG 261). Ya Paulo VI, refiriéndose a la
acción evangelizadora en su conjunto, señalaba en la misma di-
rección: "No habrá nunca evangelización posible sin la acción
del Espíritu Santo" (EN 75).
1.1    Los evangelizadores con Espíritu que
quiere Jesús

308.   De forma explícita, el Papa Francisco afirma que
''evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que


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se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo" (EG 259). Je-
sús mismo vivió esta experiencia: sobre El descendió el Espíritu
Santo en el momento de su bautismo (Mt 3, 17), fue el mismo
Espíritu quien lo condujo al desierto antes de iniciar su misión
pública (Mt 4, 1) y fue con la fuerza del mismo Espíritu que in-
auguró su predicación (Le 4,14). Al incorporamos a una Nueva
Etapa Evangelizadora tengamos presente que, como les ocurrió
a los apóstoles en Pentecostés, si nos abrimos a su acción, el Es-
píritu Santo nos iluminará para percibir y entender las grandezas
de Dios, nos impulsará a salir de nosotros mismos, nos transfor-
mará en anunciadores de la Buena Nueva y nos dará fuerza para
anunciar la novedad del Evangelio con audacia (Cfr. EG 259).
309.   Es el Espíritu "quien hoy, como en los comienzos de
la Iglesia, actúa en cada evangelizador que se deja poseer y
conducir por Él, y pone en sus labios las palabras que por sí
solo no podría hallar, predisponiendo también el alma del que
escucha para hacerla abierta y acogedora de la Buena Nue-
va." (EN 75). El Espíritu Santo nos mueve interiormente, nos
impulsa, motiva y alienta, y da sentido a la acción evangeli-
zadora, sea personal o comunitaria (Cfr. EG 260); solo con
su iluminación y dinamismo seremos los evangelizadores que
Jesús quiere, aquellos "que anuncien la Buena Noticia no solo
con palabras, sino sobre todo con la vida que se ha transfigu-
rado en la presencia de Dios" (EG 259).
1.2 La evangelización con Espíritu a la que
estamos llamados
310.   "Una evangelización con Espíritu es una evangeliza-
ción con Espíritu Santo, ya que El es el alma de la Iglesia
evangelizadora" (EG 261). "Gracias al apoyo del Espíritu
Santo, la Iglesia crece[...] Las técnicas de evangelización sor
buenas, pero ni las más perfeccionadas podrían reemplazar la


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Acción discreta del espíritu.  La preparación más refinada del evangelizador no consigue absolutamente nada sin Él" (EN
75). Animar la Nueva Etapa Evangelizadora significa favore-
cer la presencia y la acción del Espíritu Santo en ella, ya que
El es el agente principal de la evangelización.
311.   Es la presencia y la acción del Espíritu Santo la que
hace que nuestra acción evangelizadora sea "muy diferente
de un conjunto de tareas vividas como una obligación pesada
que simplemente se tolera o se sobrelleva como algo que con-
tradice las propias inclinaciones y deseos" (EG 261).
1.3 La oración como recurso indispensable
312.    Si la motivación primordial para configurar a los evan-
gelizadores con Espíritu y para impulsar una evangelización con
Espíritu es el fuego del Espíritu Santo, es necesario que como
agentes de la Nueva Etapa Evangelizadora lo invoquemos en la
oración (Cfr. EG 259 y 261); es preciso invocar al Espíritu Santo
para "que venga a renovar, a sacudir, a impulsar a la Iglesia en
una audaz salida de sí para evangelizar a todos los pueblos" (EG
261). Ya el Papa Paulo VI decía: "Exhortamos a todos y cada uno
de los evangelizadores a invocar constantemente con fe y fervor
al Espíritu Santo y a dejarse guiar prudentemente por Él como
inspirador decisivo de sus programas, de sus iniciativas, de su
actividad evangelizadora" (EN 75).
313.   Sin la oración, "toda acción corre el riesgo de quedar
vacía y el anuncio finalmente carece de alma" (EG 259). "Sin
momentos detenidos de oración, de encuentro orante con la
Palabra, de diálogo sincero con el Señor, las tareas fácilmente
se vacían de sentido, nos debilitamos por el cansancio y las
dificultades, y el fervor se apaga" (EG 262). Los agentes de
pastoral no hemos de perder de vista que "Evangelizadores


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con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización no sirven ni las
propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misio-
nero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales, sin una
espiritualidad que transforme el corazón" (EG 262).
1.4 Con la mirada agradecida al pasado y con
pasión para asumir el presente
314.   Ante el llamado a una Nueva Etapa Evangelizadora.
marcada por la alegría, algunos, dice el Papa Francisco, se
disculpan diciendo que "hoy es más difícil". El Papa nos re-
cuerda que en todos los momentos de la historia han estado
presentes los límites humanos, la concupiscencia que nos ace-
cha a todos, con diferentes ropajes; por ello, nos dice el Papa,
"no digamos que hoy es más difícil; es distinto" (EG 263).
315.   En esta línea, y aprovechando la sabiduría acumulada
por la Iglesia, es nutritivo mirar a los primeros cristianos y a
los santos que nos han precedido, "cargados de alegría, llenos
de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran
resistencia activa" (EG 263, Cfr. EN 80). La mirada amplia de
quienes nos sabemos miembros de una Iglesia universal que
ha hecho su peregrinación por más de dos mil años nos permi-
te reconocer, muchas veces también apoyado por la liturgia,
paradigmas de diversos tiempos y latitudes; por otro lado, no
son pocos los ejemplos que desde nuestro contexto latinoa-
mericano, nacional y diocesano pueden también impulsamos
en el cultivo de una espiritualidad que fortalezca nuestro com-
promiso por la misión.


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2. Desde el cultivo de motivaciones pafrticulares
316.    Procurar la motivación primordial, esto es, la apertura
a la acción del Espíritu Santo, nos conduce también a cultivar
diversas motivaciones particulares, muchas de las cuales pue-
den ser sistematizadas desde los tres elementos fundamentales
de toda acción evangelizadora: Jesucristo, la Iglesia y los hom-
bres en medio del mundo.
2.1 La experiencia discipularia a partir del
encuentro personal con el amor de Jesús
317.   Al establecer los elementos teológicos y pastorales
fundamentales para asumir una Nueva Etapa Evangelizado-
ra señalamos la centralidad de Jesucristo y hemos procurado
enfatizar este aspecto esencial a lo largo de todos los capítu-
los de este Documento. Al detenemos a considerar la espiri-
tualidad que nos debe impulsar, es necesario tener presente
que "La primera motivación para evangelizar es el amor de
Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados
por Él [...] si no sentimos el intenso deseo de comunicar-
lo, necesitamos detenemos en oración para pedirle a El que
vuelva a cautivamos. Nos hace falta clamar cada día, pedir su
gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida
tibia y superficial...]" (EG 264).
318.   El contenido de nuestro anuncio no es un producto
que promovemos ni una ideología que proponemos, es una
experiencia que compartimos. Si queremos sumamos a la
Nueva Etapa Evangelizadora tenemos que volver una y otra
vez a la fuente: "Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los
pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana


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y sencilla y, finalmente, su entrega total, todo es precioso y
le habla a la propia vida" (EG 265). La espiritualidad para la
Nueva Etapa Evangelizadora que hemos de cultivar ha de ser
una espiritualidad discipular.
319.   Al mismo tiempo, no basta con saber que es inagotable
la riqueza del Evangelio, es preciso anhelarla y hacer lo nece-
sario para penetrar en ella. "Cada vez que uno vuelve a descu-
brirlo [a Jesucristo], se convence de que eso mismo es lo que
los demás necesitan, aunque no lo reconozcan[...] el Evangelio
responde a las necesidades más profundas de las personas. El
entusiasmo evangelizador se fundamenta en esta convicción"
(EG 265). No se puede participar en una evangelización fervo-
rosa si uno no tiene la experiencia del amor de Jesús salvador,
una experiencia que se renueva cada día y que nos da la certeza
de que por nuestra acción evangelizadora ponemos en ejercicio
la acción salvadora de Jesús mismo; sólo el camino del segui-
miento discipular revelaría la novedad que Jesucristo constituye
para todo hombre y para toda mujer.
320.   "El verdadero misionero, que nunca deja de ser discí-
pulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con
él, trabaja con él[...] Si uno no lo descubre a Él presente en el
corazón mismo de la entrega misionera, pronto pierde el entu-
siasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza
y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada,
segura, enamorada, no convence a nadie" (EG 266). Movidos
por el Espíritu Santo y desde nuestra experiencia del amor de
Jesús que nos salva, "Unidos a Jesús buscamos lo que Él busca,
amamos lo que Él ama. En definitiva lo que buscamos es la
gloria del Padre[...]" (EG 267).
321.   Dominados por el pesimismo, "Algunas personas no
se entregan a la misión, pues creen que nada puede cambiar
y entonces para ellos es inútil esforzarse. Con esa actitud se
vuelve imposible ser misioneros. Tal actitud es precisamente
una excusa malima oara Quedarse encerrados en la comodi-


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dad, la flojera, la tristeza insatisfecha, el vacio egoísta" (EG
275). Es necesario tener siempre presente que "Jesucristo ha
triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder[...]
Cristo resucitado y glorioso es la fuente profunda de nuestra
esperanza, y no nos faltará su ayuda para cumplir la misión
que nos encomienda" (EG 275).
322.    El cultivo de nuestra espiritualidad nos ha de mantener
en la certeza de que la resurrección de Jesús no es algo del pasa-
do, entraña una fuerza de vida presente en el mundo. Es "Verdad
que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injus-
ticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero
también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza
a brotar algo nuevo[...] Ésa es la fuerza de la resurrección y cada
evangelizador es un instrumento de ese dinamismo" (EG 276).
323.    Al sumamos a la Nueva Etapa Evangelizadora tampoco
podemos ser ingenuos, en nuestra acción evangelizadora "apare-
cen constantemente nuevas dificultades, la experiencia del fraca-
so[...] Todos sabemos por experiencia que a veces una tarea no
brinda las satisfacciones que desearíamos, los frutos son reduci-
dos y los cambios son lentos, y uno tiene la tentación de cansar-
se^..] Puede suceder que el corazón se canse de luchar porque en
definitiva se busca a sí mismo en un carrerismo sediento de reco-
nocimientos, aplausos, premios, puestos; entonces, uno no baja
los brazos, pero ya no tiene garra, le falta resurrección" (EG 277).
324.   La fe en la acción misteriosa del resucitado y de su
espíritu nos lleva a "creerle a El, creer que es verdad que nos
ama, que vive, que es capaz de intervenir misteriosamente,
que no nos abandona, que saca bien del mal con su poder y
con su infinita creatividad. Es creer que Él marcha victorio-
so en la historia «en unión con los suyos, los llamados, los
elegidos y los fieles» (Ap 17,14). Creámosle al Evangelio
que dice que el Reino de Dios ya está presente en el mundo,
y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras[...j"
(EG 278).


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2.2 La experiencia de comunión eclesial a
partir de la Trinidad
325.   La experiencia discipular que surge del encuentre
personal con el amor de Jesús que nos salva, si es auténti-
ca, nos inserta en la comunidad y nos exige el camino de
la comunión "sin este camino espiritual, de poco servirían
los instrumentos extemos de la comunión. Se convertirían
en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus mo-
dos de expresión y crecimiento" (NMI 43). Para comprender
este camino de espiritualidad y avanzar en él, mucho bien
nos hará tener presente las orientaciones que nos ha regalado
el Papa Juan Pablo II en cuatro párrafos de Novo Millennio
Ineunte en su número 43.
326.   "Espiritualidad de la comunión significa, ante todo,
una mirada del corazón, sobre todo a la Trinidad que habita
en nosotros, y cuya luz ha de ser reconocida también en el
rostro de los hermanos que están a mi lado". La espiritua-
lidad de la comunión está fundada en el misterio trinitario
que se manifiesta en Jesucristo; desde su encarnación hasta
su glorificación, toda la vida de Jesucristo nos revela un mo-
vimiento de comunión trinitaria en el cual el Padre se dona
plenamente en la fuerza creadora y renovadora del Espíri-
tu Santo; a la vez que, así como el Padre se nos comunica
en el Hijo, el Hijo se comunica a nosotros en el Espíritu y
nos conduce -por El, con Él y en Él- a la casa del Padre.
Este es el dinamismo trinitario que habita en cada uno de
nosotros y que hemos de reconocer también en el rostro de
nuestros hermanos; aquí está la clave de la espiritualidad de
comunión, dinámica de Dios en la interioridad del hombre
que se proyecta hacia el otro en una plena comunicación que
engendra comunión, expresión humana de la realidad que
ocurre en la Trinidad. Si no se avanza en esta experiencia de
espiritualidad de comunión, no se avanza en fraternidad y no


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nos hacemos servidores y prójimos de los demás.  Es ilusorio
pensar que se pueda responder al llamado a la santidad y al
compromiso de la Nueva Etapa Evangelizadora sin asumir el
camino de la comunión.
327.   "Espiritualidad de la comunión significa, además,
capacidad de sentir al hermano de fe en la unidad profunda
del Cuerpo Místico y, por tanto, como uno que me pertenece,
para saber compartir sus alegrías y sus sufrimientos, para in-
tuir sus deseos y atender a sus necesidades, para ofrecerle una
verdadera y profunda amistad". Promover una espiritualidad
de la comunión significa desarrollar la capacidad de sentir al
hermano como parte viva del mismo Cuerpo del que yo soy
miembro; sólo desde esta experiencia sabré reír con el que ríe
y llorar con el que llora; sólo desde esta experiencia de unidad
se pueden intuir los deseos del hermano y sentir sus necesi-
dades y sólo desde esta experiencia se realiza una auténtica
evangelización (Cfr. EG 272).
328.   "Espiritualidad de la comunión es también capacidad
de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro, para acoger-
lo y valorarlo como regalo de Dios: un don para mí, además
de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamen-
te". Cultivar una espiritualidad de comunión es desarrollar la
capacidad de reconocer lo positivo que hay en el otro y reco-
nocerlo como regalo de Dios también para mí. Desde la pers-
pectiva enunciada en el numeral anterior se enfatiza lo que yo
soy para los demás; en ésta, se enfatiza lo que los demás son
para mí. Sólo desde una espiritualidad de comunión se puede
cultivar una mirada que descubra, reconozca, acoja, estimule
y bendiga los dones del otro (Cfr. EG 274).
329.   En fin, "espiritualidad de la comunión es saber dar
espacio al hermano llevando mutuamente la carga de los
otros (Cfr. Gal 6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que
continuamente nos asechan y engendran competitividad, ga-
nas de hacer carrera, desconfianza y envidias". Desarrollar


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una espiritualidad de comunión nos conduce a desarrollar la
auténtica compasión y solidaridad en la fraternidad y nos ha-
cen superar las tentaciones egoístas.
330.   Las personas divinas se constituyen relacionándose
y afirmándose mutuamente, distintas y en comunión; esta re-
lación respetuosa y esta unión en la diversidad, con las debi-
das proporciones, deben tomar cuerpo en la edificación de la
Iglesia, han de guiar las relaciones que establecemos y han
de marcar nuestra acción evangelizadora. La condición trini-
taria de Dios como amor es auto-comunicación que da vida,
de igual manera, la comunión que ha de procurar la Iglesia
ha de ser para seguir comunicando el amor. La pastoral es
una falacia si la comunión concreta con los hermanos no nos
alimenta y nos sostiene; sin amor, sin comunión, el servicio
del Evangelio será vacío; Dios es amor y si no vivimos en el
amor nuestro discurso es campana que resuena. Únicamen-
te desde esta espiritualidad de comunión contemplaremos a
nuestra comunidad con fe y amor, a pesar de sus arrugas y
defectos, y será ésta la mirada que nos motive para procurar
una auténtica purificación y para avanzar en un proceso de
conversión permanente.
331.   Desde la espiritualidad de la comunión se comprende
que el Papa Francisco, de entre las diversas formas de ora-
ción, nos recuerde la confianza en la fuerza misionera de la
intercesión. Interceder no significa otra cosa que llevar a]
hermano ante Dios para agradecerle y para suplicarle, reco-
nociendo que el hermano es, a la vez, don de Dios para mí y
hermano que necesita de la gracia, "interceder no nos aparta
de la verdadera contemplación, porque la contemplación que
deja fuera a los demás es un engaño" (EG 281).
332.   ¡Cuánto nos impulsará en esta Nueva Etapa
Evangelizadora interceder por nuestros hermanos! Una
comunidad cristiana que vive de la mutua intercesión de
sus miembros no se destruye. No puedo juzgar u odiar a un


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hermano por el que oro. "Los grandes hombres y mujeres
de Dios fueron grandes intercesores. La intercesión es como
«levadura» en el seno de la Trinidad...lo que posibilitamos
con nuestra intercesión es que su poder, su amor y su lealtad
se manifiesten con mayor nitidez en el pueblo" (EG 283).
2.3 La experiencia de encarnación a partir del
gusto espiritual de ser pueblo
333.   Contrariamente a la concepción de una espirituali-
dad intimista que a través de la fuga del mundo pretenda la
unión con Dios, en la Nueva Etapa Evangelizadora que de-
seamos impulsar en nuestra iglesia angelopolitana "se trata
de encontrar una espiritualidad que en vez de alejar del mun-
do se encame y se comprometa con él, una espiritualidad del
seguimiento de Jesús que logre el encuentro entre la fe y la
vida, que sea promotora de la justicia, de la solidaridad y que
aliente un proyecto evangelizador y generador de una cultura
de la vida" (DSD 116; Cfr. DA 148). "La vida en el Espíritu
no nos cierra en una intimidad cómoda, sino que nos convier-
te en personas generosas y creativas, felices en el anuncio
y el servicio misionero. Nos vuelve comprometidos con los
reclamos de la realidad y capaces de encontrarle un profundo
significado a todo lo que nos toca hacer por la Iglesia y por
el mundo" (DA 285).
334.   "Para ser evangelizadores de alma también hace fal-
ta desarrollar el gusto espiritual de estar cerca de la vida de
la gente... La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo
tiempo, una pasión por su pueblo" (EG 268). De esta mane-
ra, cuando volvemos a nuestra experiencia fundante, cuando
volvemos a estar cautivados por Jesús, nos volvemos a su
pueblo. "Así redescubrimos que El nos quiere tomar como
instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo


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amado.  Nos toma de en medio del pueblo y nos envía al pue-
blo, de tal modo que nuestra identidad no se entiende sin esta
pertenencia" (EG 268).
335.   Jesús no solo nos envía a evangelizar, "Jesús mismo
es el modelo de esta opción evangelizadora que nos introduce
en el corazón del pueblo... La entrega de Jesús en la cruz no es
más que la culminación de ese estilo que marcó toda su existen-
cia. Cautivados por ese modelo, deseamos integramos a fondo
en la sociedad, compartimos la vida con todos, escuchamos sus
inquietudes, colaboramos material y espiritualmente con ellos
en sus necesidades, nos alegramos con los que están alegres,
lloramos con los que lloran y nos comprometemos en la cons-
trucción de un mundo nuevo, codo a codo con los demás. Pero
no por obligación, no como un peso que nos desgasta, sino
como una opción personal que nos llena de alegría y nos otorga
identidad" (EG 269).
336.   "A veces sentimos la tentación de ser cristianos man-
teniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Perc
Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos
la carne sufriente de los demás" (EG 270). Se trata de superai
la tentación de una espiritualidad oculta e individualista, des-
vinculada de las exigencias de la caridad y de la lógica de la
Encamación, lo cual es una falsa espiritualidad (Cfr. EG 262)
337.   No basta estar cerca, es importante definir el estilo de
nuestra cercanía, "se nos invita a dar razón de nuestra esperanza
pero no como enemigos que señalan y condenan. Se nos advierte
muy claramente: «Hacedlo con dulzura y respeto» (1 Pe 3,16),)
«en lo posible y en cuanto de vosotros dependa, en paz con todo'
los hombres» (Rm 12,18)... Queda claro que Jesucristo no no;
quiere príncipes que miran despectivamente, sino hombres y mu-
jeres de pueblo" (EG 271). Esta exigencia nos reclama, como de-
cía Dom Helder Cámara, una excelentísima, una reverendísima
una religiosísima y una muy fiel reforma; esto es, la conversión
de todos en la Iglesia.


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338.    El amor a nuestro pueblo facilita el encuentro con l»ios
''hasta el punto de que quien no ama al hermano «camina en las
tinieblas» (1 Jn 2,11), «permanece en la muerte» (1 Jn 3,14) y
«no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8). Benedicto XVI ha dicho que
«cerrar los ojos ante el prójimo nos convierte también en ciegos
ante Dios[...] Cada vez que se nos abren los ojos para reconocer
al otro, se nos ilumina más la fe para reconocer a Dios" (EG 272).
339.   "Para compartir la vida con la gente y entregamos
generosamente, necesitamos reconocer también que cada
persona es digna de nuestra entrega. No por su aspecto físi-
co, por sus capacidades, por su lenguaje, por su mentalidad o
por las satisfacciones que nos brinde, sino porque es obra de
Dios, criatura suya. El la creó a su imagen, y refleja algo de
su gloria[...] Más allá de toda apariencia, cada uno es inmen-
samente sagrado y merece nuestro cariño y nuestra entrega.
Por ello, si logro ayudar a una sola persona a vivir mejor, eso
ya justifica la entrega de mi vida" (EG 274).
Conclusión
340.   Convocados a una Nueva Etapa Evangelizadora,
marcada por la alegría del Evangelio, no dejemos de volver
una y otra vez a la motivación primordial para avanzar en
una auténtica espiritualidad: abrámonos a la presencia y la
acción del Espíritu Santo y desarrollemos los dones que ya
ha sembrado y los que sigue distribuyendo en medio de la
comunidad creyente y peregrina en su conjunto y en cada uno
de quienes la conformamos.
341.   Retomando las mociones actuales del Espíritu, renove-
mos nuestra experiencia discipularia a partir del encuentro perso-
nal con el amor de Jesús que nos salva, cultivemos la experiencia
de comunión desde la fuente trinitaria y desarrollemos el gusto
espiritual de ser pueblo. Sólo con estas motivaciones avanzare-
mos en el testimonio que refleje la coherencia entre la fe y la


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        vida.  Como lo institucional, sea civil o religioso, está en crisis
no hay que olvidar lo que decía el Vaticano II: "el porvenir de la
humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generacio-
nes venideras razones para vivir y razones para esperar" (GS 31).
342.   No obstante el optimismo de fondo que se puede reco-
nocer tanto en Aparecida como en Evangelii Gaudium, no hay
que desconocer que hay signos de cansancio (Cfr. DA 185); que
hay quienes salen de la Iglesia en búsqueda de respuestas a sus
aspiraciones que no encuentran en nuestra comunidad (Cfr. DA
225) y que se percibe un cierto debilitamiento de la vida cristiana
(Cfr. DA lOOb). "Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo
de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo
procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando
y degenerando en mezquindad" (DA 12).19 Difícilmente podrá
responder a los interrogantes de la humanidad una Iglesia can-
sada o instalada que busca su seguridad o su prestigio. Con este
estilo de vida, ¿qué podemos ofrecer al mundo y a las nuevas
generaciones? Este estilo de vida parece estar diciendo que no
hay nada que ofrecer ni qué esperar. Es en este ambiente que en-
cuentran su lugar los testigos y, sobre todo, los profetas; ellos nos
recuerdan que hay razones para vivir y para esperar.
343.   Al cultivar una espiritualidad correspondiente a la Nue-
va Etapa Evangelizadora, tengamos presente que testimoniar
significa hacer creíble el Evangelio al llevar una vida conforme a
Él, sea a nivel personal, sea a nivel de los grupos y comunidades
(Cfr. AG 37). El testimonio es lo que más puede convencer al
hombre de hoy: a un hombre celoso de sus derechos y su auto-
nomía, el testimonio se presenta bajo los rasgos de la discreción,
actúa por atracción; a un hombre que lo mide todo por el pará-
metro de la eficacia, el testimonio propone hechos; a un hombre
técnicamente desarrollado pero muchas veces subdesarrollado
en el plano de la moralidad y frágil psicológicamente, el testigo
___________
19       Nos domina la tentación de la resignación y la acedia, nos he
recordado el Papa Francisco en la Homilía que pronunció recientemente en
la celebración Eucaristica en Michoacán, México.

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se presenta como un ser sano, feliz, irradiando gozo y paz.  Por su estilo de vida, más que por sus discursos, el testigo puede llevar
a los que le rodean a interrogarse por el Espíritu que lo inspira.
344.   El testimonio de vida no ha sido ni es para el cristia-
no algo deseable y altamente recomendable, es una exigencia
absoluta, ya que el cristianismo no es un puro sistema de pen-
samiento, sino un mensaje de salvación relacionado con un
acontecimiento que ha cambiado el sentido de la condición
humana y que se puede reconocer en sus frutos (Cfr. Ga 5,
22). ¿Cómo pueden creer en el amor de Dios que se revela en
Jesucristo quienes no lo conocen si no tienen el testimonio de
quienes ya han sido conquistados por este amor y han arries-
gado por él toda la vida? El testimonio es necesario porque el
Evangelio es la revelación de una nueva forma de existencia,
de un nuevo estilo de vida, ¿cómo podría Dios enseñar a los
hombres un nuevo estilo de vida a no ser por una presenta-
ción concreta y ejemplar, la de Jesucristo?
345.   La espiritualidad que hemos de cultivar, de frente a
la Nueva Etapa Evangelizadora que pretendemos, nos ha de
impulsar a las acciones de compromiso como es una ade-
cuada planificación pastoral y su ejecución, a la vez que nos
mantiene en "la convicción de que Dios puede actuar en cual-
quier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos,
porque «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2 Co
4,7). Esta certeza es lo que se llama «sentido de misterio»[...]
A veces nos parece que nuestra tarea no ha logrado ningún
resultado, pero la misión no es un negocio ni un proyecto
empresarial, no es tampoco una organización humanitaria, no
es un espectáculo para contar cuánta gente asistió gracias a
nuestra propaganda; es algo mucho más profundo, que esca-
pa a toda medida[...] Aprendamos a descansar en la ternura
de los brazos del Padre en medio de la entrega creativa y
generosa. Sigamos adelante, démoslo todo, pero dejemos
que sea Él quien haga fecundos nuestros esfuerzos como
a Él le parezca" (EG 279).


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