Esta semana estrenamos el nuevo misal romano. Es el libro que se utiliza en el altar para la celebración de la santa misa y cuyo uso será obligatorio a partir de la pascua del año 2014. Es preciso conocerlo. Valorarlo después de escuchar conferencias que hablan maravillas sobre su contenido será nuestra tarea personal. Por el momento puedo notar que no es tan práctico por el enorme tamaño que presenta: voluminoso, tamaño carta, de más de mil páginas; y el tamaño de la letra... ahora voy a tener que utilizar los lentes todas las veces que vaya a misa, porque a pesar del tamaño del libro, de las páginas, la letra es más pequeña. Ahora debo aprender a buscar las oraciones diversas para las varias celebraciones.
Durante 28 años he estado utilizando el mismo libro que, aunque había tenido varias modificaciones por las diversas impresiones que se han hecho, mantenía el mismo número de página para la celebración que ya sabía; por ejemplo: en la página 780 están las oraciones de la misa de acción de gracias. Y el nuevo misal la tiene en la página 1100.
El lenguaje que presenta ahora está muy rebuscado, no entiendo si es para darle solemnidad a las celebraciones o sólo para impresionar al auditorio. Un ejemplo: la oración sobre las ofrendas del viernes de la I y II semana de adviento: "Que te sean agradables, Señor,
nuestras humildes súplicas y ofrendas,
y puesto que no tenemos merecimientos en qué apoyarnos,
socórranos el poderoso auxilio de tu benevolencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor."
A acostumbrarnos todos con el nuevo libro.
sábado, 7 de diciembre de 2013
sábado, 7 de septiembre de 2013
¡Que se acabe el sonido de las armas!, pide el Papa Francisco!
Homilía DEL SANTO PADRE
Plaza de San Pedro
Sábado 7 de septiembre de 2013
Sábado 7 de septiembre de 2013
«Y vio Dios que era bueno» (Gn 1,12.18.21.25). El relato bíblico de los orígenes del mundo y de la humanidad nos dice que Dios mira la creación, casi como contemplándola, y dice una y otra vez: Es buena. Queridos hermanos y hermanas, esto nos introduce en el corazón de Dios y, desde su interior, recibimos este mensaje.
Podemos preguntarnos: ¿Qué significado tienen estas palabras? ¿Qué nos dicen a ti, a mí, a todos nosotros?
1. Nos dicen simplemente que nuestro mundo, en el corazón y en la mente de Dios, es “casa de armonía y de paz” y un lugar en el que todos pueden encontrar su puesto y sentirse “en casa”, porque “es bueno”. Toda la creación forma un conjunto armonioso, bueno, pero sobre todo los seres humanos, hechos a imagen y semejanza de Dios, forman una sola familia, en la que las relaciones están marcadas por una fraternidad real y no sólo de palabra: el otro y la otra son el hermano y la hermana que hemos de amar, y la relación con Dios, que es amor, fidelidad, bondad, se refleja en todas las relaciones humanas y confiere armonía a toda la creación. El mundo de Dios es un mundo en el que todos se sienten responsables de todos, del bien de todos. Esta noche, en la reflexión, con el ayuno, en la oración, cada uno de nosotros, todos, pensemos en lo más profundo de nosotros mismos: ¿No es ése el mundo que yo deseo? ¿No es ése el mundo que todos llevamos dentro del corazón? El mundo que queremos ¿no es un mundo de armonía y de paz, dentro de nosotros mismos, en la relación con los demás, en las familias, en las ciudades, en y entre las naciones? Y la verdadera libertad para elegir el camino a seguir en este mundo ¿no es precisamente aquella que está orientada al bien de todos y guiada por el amor?
2. Pero preguntémonos ahora: ¿Es ése el mundo en el que vivimos? La creación conserva su belleza que nos llena de estupor, sigue siendo una obra buena. Pero también hay “violencia, división, rivalidad, guerra”. Esto se produce cuando el hombre, vértice de la creación, pierde de vista el horizonte de belleza y de bondad, y se cierra en su propio egoísmo.
Cuando el hombre piensa sólo en sí mismo, en sus propios intereses y se pone en el centro, cuando se deja fascinarpor los ídolos del dominio y del poder, cuando se pone en el lugar de Dios, entonces altera todas las relaciones, arruina todo; y abre la puerta a la violencia, a la indiferencia, al enfrentamiento. Eso es exactamente lo que quiere hacernos comprender el pasaje del Génesis en el que se narra el pecado del ser humano: El hombre entra en conflicto consigo mismo, se da cuenta de que está desnudo y se esconde porque tiene miedo (Gn 3,10), tiene miedo de la mirada de Dios; acusa a la mujer, que es carne de su carne (v. 12); rompe la armonía con la creación, llega incluso a levantar la mano contra el hermano para matarlo. ¿Podemos decir que de la “armonía” se pasa a la “desarmonía”? ¿Podemos decir eso: que de la armonía se pasa a la “desarmonía”? No, no existe la “desarmonía”: o hay armonía o se cae en el caos, donde hay violencia, rivalidad, enfrentamiento, miedo…
Precisamente en medio de este caos, Dios pregunta a la conciencia del hombre: «¿Dónde está Abel, tu hermano?». Y Caín responde: «No sé, ¿soy yo el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Esta pregunta se dirige también a nosotros, y también a nosotros nos hará bien preguntarnos: ¿Soy yo el guardián de mi hermano? Sí, tú eres el guardián de tu hermano. Ser persona humana significa ser guardianes los unos de los otros. Sin embargo, cuando se rompe la armonía, se produce una metamorfosis: el hermano que deberíamos proteger y amar se convierte en el adversario a combatir, suprimir. ¡Cuánta violencia se genera en ese momento, cuántos conflictos, cuántas guerras han jalonado nuestra historia! Basta ver el sufrimiento de tantos hermanos y hermanas. No se trata de algo coyuntural, sino que es verdad: en cada agresión y en cada guerra hacemos renacer a Caín. ¡Todos nosotros! Y también hoy prolongamos esta historia de enfrentamiento entre hermanos, también hoy levantamos la mano contra quien es nuestro hermano. También hoy nos dejamos llevar por los ídolos, por el egoísmo, por nuestros intereses; y esta actitud va a más: hemos perfeccionado nuestras armas, nuestra conciencia se ha adormecido, hemos hecho más sutiles nuestras razones para justificarnos. Como si fuese algo normal, seguimos sembrando destrucción, dolor, muerte. La violencia, la guerra traen sólo muerte, hablan de muerte. La violencia y la guerra utilizan el lenguaje de la muerte.
Tras el caos del Diluvio, dejó de llover, apareció el arco iris y la paloma trajo un ramo de olivo. Pienso también hoy en aquel olivo que los representantes de las diferentes religiones plantamos en Buenos Aires, en la Plaza de Mayo, el año 2000, pidiendo que no haya más caos, pidiendo que no haya más guerra, pidiendo paz.
3. Y en estas circunstancias, me pregunto: ¿Es posible seguir el camino de la paz? ¿Podemos salir de esta espiral de dolor y de muerte? ¿Podemos aprender de nuevo a caminar por las sendas de la paz? Invocando la ayuda de Dios, bajo la mirada materna de la Salus populi romani, Reina de la paz, quiero responder: Sí, es posible para todos. Esta noche me gustaría que desde todas las partes de la tierra gritásemos: Sí, es posible para todos. Más aún, quisiera que cada uno de nosotros, desde el más pequeño hasta el más grande, incluidos aquellos que están llamados a gobernar las naciones, dijese: Sí, queremos. Mi fe cristiana me lleva a mirar a la Cruz. ¡Cómo quisiera que por un momento todos los hombres y las mujeres de buena voluntad mirasen la Cruz! Allí se puede leer la respuesta de Dios: allí, a la violencia no se ha respondido con violencia, a la muerte no se ha respondido con el lenguaje de la muerte. En el silencio de la Cruz calla el fragor de las armas y habla el lenguaje de la reconciliación, del perdón, del diálogo, de la paz. Quisiera pedir al Señor, esta noche, que nosotros cristianos y los hermanos de las otras religiones, todos los hombres y mujeres de buena voluntad gritasen con fuerza: ¡La violencia y la guerra nunca son el camino para la paz! Que cada uno mire dentro de su propia conciencia y escuche la palabra que dice: Sal de tus intereses que atrofian tu corazón, supera la indiferencia hacia el otro que hace insensible tu corazón, vence tus razones de muerte y ábrete al diálogo, a la reconciliación; mira el dolor de tu hermano -pienso en los niños, solamente en ellos…-, mira el dolor de tu hermano, y no añadas más dolor, detén tu mano, reconstruye la armonía que se ha roto; y esto no con la confrontación, sino con el encuentro. ¡Que se acabe el sonido de las armas! La guerra significa siempre el fracaso de la paz, es siempre una derrota para la humanidad. Resuenen una vez más las palabras de Pablo VI: «Nunca más los unos contra los otros; jamás, nunca más… ¡Nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra!» (Discurso a las Naciones Unidas, 4 octubre 1965: AAS 57 [1965], 881). «La Paz se afianza solamente con la paz; la paz no separada de los deberes de la justicia, sino alimentada por el propio sacrificio, por la clemencia, por la misericordia, por la caridad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1976: AAS 67 [1975], 671). Hermanos y hermanas, perdón, diálogo, reconciliación son las palabras de la paz: en la amada nación siria, en Oriente Medio, en todo el mundo. Recemos esta noche por la reconciliación y por la paz, contribuyamos a la reconciliación y a la paz, y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos encontremos, en hombres y mujeres de reconciliación y de paz. Así sea.
lunes, 2 de septiembre de 2013
7 de septiembre del 2013. Día de ayuno y oración.
Con una gran angustia el Santo Padre ha hecho una invitación a todos los fieles cristianos católicos, a todos los cristianos no católicos, a los pertenecientes a las demás religiones y a los hombres de buena voluntad para que el día 7 de septiembre nos unamos todos en un día de ayuno y oración para solicitar la paz en Siria y en todo el mundo.
Es hora de practicar el cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia, que nos llama a ayunar según las necesidades que propone nuestra autoridad, el Santo Padre que dice: “¡la humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de escuchar palabras de esperanza y de paz!”.
“Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir este día de ayuno, organicen algún acto litúrgico según esta intención”.
Aquí está todo el discurso del Santo Padre Francisco.
Es hora de practicar el cuarto mandamiento de la Santa Madre Iglesia, que nos llama a ayunar según las necesidades que propone nuestra autoridad, el Santo Padre que dice: “¡la humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de escuchar palabras de esperanza y de paz!”.
“Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir este día de ayuno, organicen algún acto litúrgico según esta intención”.
Aquí está todo el discurso del Santo Padre Francisco.
Queridos hermanos y hermanas: Buenos días.
Hoy, queridos hermanos y hermanas, quisiera hacerme intérprete del grito que, con creciente angustia, se levanta en todas las partes de la tierra, en todos los pueblos, en cada corazón, en la única gran familia que es la humanidad: ¡el grito de la paz! Es el grito que dice con fuerza: Queremos un mundo de paz, queremos ser hombres y mujeres de paz, queremos que en nuestra sociedad, desgarrada por divisiones y conflictos, estalle la paz; ¡nunca más la guerra! ¡Nunca más la guerra! La paz es un don demasiado precioso, que tiene que ser promovido y tutelado.
Vivo con particular sufrimiento y preocupación las numerosas situaciones de conflicto que hay en nuestra tierra, pero, en estos días, mi corazón está profundamente herido por lo que está sucediendo en Siria y angustiado por la dramática evolución que se está produciendo.
Hago un fuerte llamamiento a la paz, un llamamiento que nace de lo más profundo de mí mismo. ¡Cuánto sufrimiento, cuánta destrucción, cuánto dolor ha ocasionado y ocasiona el uso de las armas en este atormentado país, especialmente entre la población civil inerme! Pensemos: cuántos niños no podrán ver la luz del futuro. Condeno con especial firmeza el uso de las armas químicas. Les digo que todavía tengo fijas en la mente y en el corazón las terribles imágenes de los días pasados. Hay un juicio de Dios y también un juicio de la historia sobre nuestras acciones, del que no se puede escapar. El uso de la violencia nunca trae la paz. ¡La guerra llama a la guerra, la violencia llama a la violencia!
Con todas mis fuerzas, pido a las partes en conflicto que escuchen la voz de su conciencia, que no se cierren en sus propios intereses, sino que vean al otro como a un hermano y que emprendan con valentía y decisión el camino del encuentro y de la negociación, superando la ciega confrontación. Con la misma fuerza, exhorto también a la Comunidad Internacional a hacer todo esfuerzo posible para promover, sin más dilación, iniciativas claras a favor de la paz en aquella nación, basadas en el diálogo y la negociación, por el bien de toda la población de Siria.
Que no se ahorre ningún esfuerzo para garantizar asistencia humanitaria a las víctimas de este terrible conflicto, en particular a los desplazados en el país y a los numerosos refugiados en los países vecinos. Que los trabajadores humanitarios, dedicados a aliviar los sufrimientos de la población, tengan asegurada la posibilidad de prestar la ayuda necesaria.
¿Qué podemos hacer nosotros por la paz en el mundo? Como decía el Papa Juan XXIII, a todos corresponde la tarea de establecer un nuevo sistema de relaciones de convivencia basadas en la justicia y en el amor (cf. Pacem in terris[11 abril 1963]: AAS 55 [1963], 301-302).
¡Que una cadena de compromiso por la paz una a todos los hombres y mujeres de buena voluntad! Es una fuerte y urgente invitación que dirijo a toda la Iglesia Católica, pero que hago extensiva a todos los cristianos de otras confesiones, a los hombres y mujeres de las diversas religiones y también a aquellos hermanos y hermanas no creyentes: la paz es un bien que supera cualquier barrera, porque es un bien de toda la humanidad.
Lo repito alto y fuerte: no es la cultura de la confrontación, la cultura del conflicto, la que construye la convivencia en los pueblos y entre los pueblos, sino ésta: la cultura del encuentro, la cultura del diálogo; éste es el único camino para la paz.
Que el grito de la paz se alce con fuerza para que llegue al corazón de todos y todos depongan las armas y se dejen guiar por el deseo de paz.
Por esto, hermanos y hermanas, he decidido convocar en toda la Iglesia, el próximo 7 de septiembre, víspera de la Natividad de María, Reina de la Paz, una jornada de ayuno y de oración por la paz en Siria, en Oriente Medio y en el mundo entero, y también invito a unirse a esta iniciativa, de la manera que consideren más oportuno, a los hermanos cristianos no católicos, a los que pertenecen a otras religiones y a los hombres de buena voluntad.
El 7 de septiembre en la Plaza de San Pedro, aquí, desde las 19.00 a las 24.00 horas, nos reuniremos en oración y en espíritu de penitencia para implorar de Dios este gran don para la amada nación siria y para todas las situaciones de conflicto y de violencia en el mundo. La humanidad tiene necesidad de ver gestos de paz y de oír palabras de esperanza y de paz. Pido a todas las Iglesias particulares que, además de vivir esta jornada de ayuno, organicen algún acto litúrgico por esta intención.
Pidamos a María que nos ayude a responder a la violencia, al conflicto y a la guerra, con la fuerza del diálogo, de la reconciliación y del amor. Ella es Madre. Que Ella nos ayude a encontrar la paz. Todos nosotros somos sus hijos. Ayúdanos, María, a superar este difícil momento y a comprometernos, todos los días y en todos los ambientes, en la construcción de una auténtica cultura del encuentro y de la paz. María, Reina de la Paz, ruega por nosotros.
miércoles, 1 de mayo de 2013
Cantos en la misa; Gestos y posturas corporales.
Mucho me ha llamado la atención en toda mi vida sacerdotal los usos o abusos que el pueblo de Dios comete dentro de la celebración eucarística fomentados muchas veces por el mismo sacerdote celebrante (que puede ser también el Sr. obispo). Durante mis años de director de la Unidad Escolar Particular Miguel Cástulo de Alatriste, en Izúcar de Matamoros, Pue. y siendo Cuasipárroco en La Galarza, hacía a mis alumnos y a mis feligreses esta observación: cuando estamos en una ceremonia cívica, si se rinden honores a la bandera, estamos de pie, atentos, sin platicar, sin distracciones, sin movernos y con el signo de saludar, y eso que sólo la bandera es un símbolo; pues qué hemos de hacer si estamos ante la presencia real de nuestro Señor Jesucristo en la Misa.
Qué mejor que dar una mirada a la Instrucción General del Misal Romano, que nos da la instrucción básica y reglamentaria para la celebración correcta de la liturgia. Sé que los fieles tienen ya unas costumbres de años, pero explicándoles las razones y haciéndoles un signo oportuno se podrá corregir lo necesario.
En cuanto a los cantos:
Qué mejor que dar una mirada a la Instrucción General del Misal Romano, que nos da la instrucción básica y reglamentaria para la celebración correcta de la liturgia. Sé que los fieles tienen ya unas costumbres de años, pero explicándoles las razones y haciéndoles un signo oportuno se podrá corregir lo necesario.
En cuanto a los cantos:
41. En igualdad de circunstancias, dése el primer lugar al canto gregoriano, ya que es propio de la Liturgia romana. De ninguna manera se excluyan otros géneros de música sacra, especialmente la polifonía, con tal que sean conformes con el espíritu de la acción litúrgica y favorezcan la participación de todos los fieles.Como cada día es más frecuente que se reúnan fieles de diversas naciones, conviene que esos mismos fieles sepan cantar juntos en lengua latina, por lo menos algunas partes del Ordinario de la Misa, especialmente el símbolo de la fe y la Oración del Señor, usando las melodías más fáciles.
Y en cuanto a los gestos y posturas durante la misa:
Gestos y posturas corporales
42. Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben tender a que toda la celebración resplandezca por el noble decoro y por la sencillez, a que se comprenda el significado verdadero y pleno de cada una se sus diversas partes y a que se favorezca la participación de todos. Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas.
La uniformidad de las posturas, que debe ser observada por todos participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes.
43. Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien, desde cuando el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe y la oración universal; además desde la invitación Oren, hermanos, antes de la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se dice más abajo.
En cambio, estarán sentados mientras se proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio; también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio después de la Comunión.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
.....
Para conseguir esta uniformidad en los gestos y en las posturas en una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que hagan el diácono o el ministro laico, o el sacerdote, de acuerdo con lo que se establece en el Misal.
El silencio
45. Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio. Sin embargo, su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran.
Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada.
¿Hasta cuándo durará la maldad humana?
¿Qué queda de tanto mal? ¿Acaso la maldad humana tiene límites?
Después de muchos días de no ver cine, y por el furor de la saga que ha estrenado la película Iron Man 3, me decidí a ver la uno, al menos para ponerme al tanto y para poder entender si es que veo las siguientes. Me llamó la atención el tema: después de crear armas de destrucción, cuando padece el protagonista el terror que ha creado, cuando ve las consecuencias que trae su negocio, decide acabar con sus propias armas, dedicarse a hacer algo útil para la humanidad.
Y las cosas que vienen junto: un socio que se aprovecha de los conocimientos y de los planes del sabio inventor.
Un amigo ante el gobierno y una chica hermosa que le pone romance a la película.
Qué difícil es renunciar a lo que se ha hecho durante tanto tiempo. Muchos se alarman, el negocio pierde más de la mitad de sus ganancias, el socio abusivo no permite la retirada.
Este tema me recordó unos comentarios del Papa Juan Pablo II en un libro: Memoria e Identidad. Le preguntan por qué el mal en el mundo, si acaso el mal tiene límites, si acaso el hombre se puede cansar de tanto mal, ¿dónde está la presencia de Dios en esos momentos?, ¿por qué Dios no actúa ante el mal que el hombre causa? Responde el Papa reflexionando sobre la misericordia de Dios, que respeta la libertad humana y que espera que el hombre se encharque en su maldad hasta que ya no pueda más y entonces de tanto mal saca algo mejor. Es la experiencia tras la segunda guerra mundial, la invasión alemana a su patria y la matanza de tantos hombres: judíos, rusos, polacos, gitanos, enfermos, despreciables, sacerdotes, religiosos, etc. Dios da tiempo al hombre para refundirse en su maldad. Y siempre Dios va a manifestar su misericordia.
Después de muchos días de no ver cine, y por el furor de la saga que ha estrenado la película Iron Man 3, me decidí a ver la uno, al menos para ponerme al tanto y para poder entender si es que veo las siguientes. Me llamó la atención el tema: después de crear armas de destrucción, cuando padece el protagonista el terror que ha creado, cuando ve las consecuencias que trae su negocio, decide acabar con sus propias armas, dedicarse a hacer algo útil para la humanidad.
Y las cosas que vienen junto: un socio que se aprovecha de los conocimientos y de los planes del sabio inventor.
Un amigo ante el gobierno y una chica hermosa que le pone romance a la película.
Qué difícil es renunciar a lo que se ha hecho durante tanto tiempo. Muchos se alarman, el negocio pierde más de la mitad de sus ganancias, el socio abusivo no permite la retirada.
Este tema me recordó unos comentarios del Papa Juan Pablo II en un libro: Memoria e Identidad. Le preguntan por qué el mal en el mundo, si acaso el mal tiene límites, si acaso el hombre se puede cansar de tanto mal, ¿dónde está la presencia de Dios en esos momentos?, ¿por qué Dios no actúa ante el mal que el hombre causa? Responde el Papa reflexionando sobre la misericordia de Dios, que respeta la libertad humana y que espera que el hombre se encharque en su maldad hasta que ya no pueda más y entonces de tanto mal saca algo mejor. Es la experiencia tras la segunda guerra mundial, la invasión alemana a su patria y la matanza de tantos hombres: judíos, rusos, polacos, gitanos, enfermos, despreciables, sacerdotes, religiosos, etc. Dios da tiempo al hombre para refundirse en su maldad. Y siempre Dios va a manifestar su misericordia.
jueves, 7 de marzo de 2013
para el domingo de ramos: Los niños hebreos
Los niños hebreos llevando ramos de olivo
salieron al encuentro del Señor aclamando
Hosana en el cielo
hosana en el cielo
hosana en el cielo.
portones, abrid los dinteles
que se alcen las puertas eternas
va a entrar el rey de la gloria
héroe valeroso, el Dios de Israel
En la mañana de resurrección
En la mañana de resurrección
caminan al sepulcro donde está el Redentor
se preguntan al marchar ¿quién moverá
quién abrirá la tumba donde está el Señor?
El Señor nuestro Dios resucitó
aleluya, aleluya aleluya
En la mañana de resurrección
vivimos la esperanza de un futuro mejor
ser testigos del Señor exige cambiar
exige luchar por un mundo de justicia y paz
caminan al sepulcro donde está el Redentor
se preguntan al marchar ¿quién moverá
quién abrirá la tumba donde está el Señor?
El Señor nuestro Dios resucitó
aleluya, aleluya aleluya
En la mañana de resurrección
vivimos la esperanza de un futuro mejor
ser testigos del Señor exige cambiar
exige luchar por un mundo de justicia y paz
Tarde de viernes santo
http://youtu.be/amlQqxZY5XE
Tarde de viernes santo
ha muerto ya Jesús
tarde de pena y llanto
que destrozó una cruz
Mras al hijo muerto
me miras luego a mí
tú me lo diste en vida
yo te lo doy así
¿Quién te cargó un madero
quién te obligó a subir
quién te clavo, Cordero?
te convine a subir
Mras al hijo muerto
me miras luego a mí
tú me lo diste en vida
yo te lo doy así
Aunque tu alma llora
llra junto a la cruz
en tu dolor, Señora
hoy nos has dado a luz.
Tarde de viernes santo
ha muerto ya Jesús
tarde de pena y llanto
que destrozó una cruz
Mras al hijo muerto
me miras luego a mí
tú me lo diste en vida
yo te lo doy así
¿Quién te cargó un madero
quién te obligó a subir
quién te clavo, Cordero?
te convine a subir
Mras al hijo muerto
me miras luego a mí
tú me lo diste en vida
yo te lo doy así
Aunque tu alma llora
llra junto a la cruz
en tu dolor, Señora
hoy nos has dado a luz.
Nuevo “Ordo” de
la Semana Santa. Reforma de S.S. Pío XII.
Santa fue llamada, desde muy antiguo, esta especial Semana litúrgica por la
importancia de los Ministerios en ella conmemorados (Institución de la
Eucaristía, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor). Al mismo tiempo, a través
de los siglos, fue enriqueciéndose esta Semana con ritos cada vez más
espléndidos y piadosos.
“Estos ritos se celebraron al principio en los mismos días y a la misma hora en
que habían sucedido los misterios recordados, Y así, la institución de la
Santísima Eucaristía se conmemoraba en la tarde del jueves con la Misa solemne
“in Cena Domini”; en la tarde del viernes se desarrollaba una especial función
litúrgica en conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor; y por la tarde del
sábado se daba comienzo a la solemne vigilia, que terminaba a la mañana
siguiente con la gloria de la Resurrección”
Sin embargo, en la Edad Media, y por varias causas, se comenzó a anticipar la
hora de las funciones litúrgicas de estos días, de modo que a finales de la
Edad Media todas aquellas solemnidades fueron celebradas por la mañana, con
daño evidente del sentido litúrgico y no sin oposición con la narración
evangélica y las correlativas conmemoraciones litúrgicas. Sobre todo la solemne
vigilia pascual, desplazada de su apropiada hora nocturna, perdió toda su
originaria claridad y el significado de las fórmulas y de los símbolos. Por
otra parte, el Sábado Santo, dedicado a una anticipada gloria pascual, perdió
su carácter de luto o duelo en recuerdo de la sepultura del Señor.
Jueves santo
|
Viernes santo
|
Sábado de gloria
|
Domingo
|
10 a.m. lavatorio
|
10 a.m. santos
oficios
|
10 a.m. misa de
resurrección (agua de gloria)
|
El tiempo entre los
israelitas.
Noche y día (Gn 1)
En tiempos más recientes se introdujo otro cambio, y éste, desde el punto de
vista pastoral, más grave. De hecho el Jueves, el Viernes y el Sábado Santos
fueron contados durante muchos siglos entre los días festivos, precisamente
para permitir a todos los fieles, libres de trabajo, asistir a los sagrados
ritos de aquellos días. Pero en el siglo XVII, dadas la condiciones de la vida
social radicalmente transformadas, los Sumos Pontífices se vieron obligados a
disminuir el número de los días festivos. Así, Urbano VIII, con la constitución
apostólica “Universa per Orbem”, de 24 de septiembre de 1642, se vio precisado
a reducir a días feriales el triduo sagrado de la Semana Santa.
De ello derivó necesariamente una disminución de la asistencia de los fieles a
estos ritos, sobre todo por razón de que su celebración había sido anticipada
desde hacía mucho tiempo a la mañana de días feriales o de trabajo. La
experiencia común y casi universal demostró que frecuentemente estas solemnes
funciones litúrgicas del triduo sagrado eran celebradas por el clero en
iglesias casi desiertas. Lo que ciertamente es de lamentar. Pues los ritos de
la Semana Santa no sólo tienen una especial dignidad, sino que poseen también
una singular fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana, y
no pueden tener compensación adecuada en los piadosos ejercicios de devoción,
llamados comúnmente “extralitúrgicos”, que tienen lugar en la tarde del triduo
sacro.”
Por todas estas razones, eminentes liturgistas, sacerdotes con cura de almas, y
sobre todo Obispos, de todo el orbe católico se dirigieron en estos últimos
tiempos a la Santa Sede pidiendo el restablecimiento de la antigua tradición
cristiana en cuanto a las horas de los Divinos Oficios. Así, al celebrarse por
la tarde en el Triduo Sacro los fieles podrán concurrir más fácilmente a ellos.
Estudiado cuidadosamente todo ello, la Santa Sede autorizó en 1951 la liturgia
de la Vigilia Pascual (que tan excelentes resultados dio en todas partes); y
ahora, por Decreto “Máxima
Redemptionis” (del 16 de noviembre de 1955), se declara obligatoria para toda la
Iglesia universal la instauración del nuevo “Ordo” litúrgico de la Semana
Santa.
Dos objetivos se propone el nuevo “Ordo”:
1) restablecer el horario primitivo, más conforme con los dolorosos sucesos de
la Pasión y Muerte del Señor; y 2) que pueda ser más fructuosa la participación
de los fieles en las celebraciones litúrgicas.
El Decreto citado va seguido de una Instrucción para la recta aplicación del
“Ordo” de la Semana Santa. En ella se insiste en la adecuada preparación
pastoral y ritual de los fieles, a fin de que saquen el mayor provecho
espiritual de este nuevo ordenamiento de la Semana Santa. “Durante la Cuaresma
–dice- sean convenientemente instruídos los fieles para que comprendan en su
justo sentido el nuevo “Ordo” de la Semana Santa, de suerte que puedan tomar
parte consciente y devotamente en los sagrados Oficios.”
Vamos a entrar ahora en le período más sagrado del año. Se acentúa el carácter
dramático del misterio de la Redención; paso a paso la Iglesia nos exhibe ante
los ojos las escenas de aquellos días trágicos, empezando por la apoteosis
popular del domingo de Ramos y terminando con la muerte y sepultura del
Salvador. Que esta Semana, sentida y vivida intensamente, como fruto de la
oración y penitencia de toda la Cuaresma nos prepare con la limpieza de nuestra
alma a celebrar las alegrías pascuales del triunfo de Cristo.
Nueva
Semana Santa. P. Castillo.
La preparación y celebración de las fiestas pascuales
La preparación y celebración de las fiestas
pascuales
Carta circular dada en la sede de la
Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos
Introducción
1. La renovación de las celebraciones
de la solemnidad de Pascua y de toda la Semana Santa, actuada en un primer
momento por Pío XII en 1951 y 1955 respectivamente, fue recibida en general por
todas las Iglesias de rito romano con entusiasmo 1 .
El Concilio Vaticano II a su vez, sobre
todo en su Constitución sobre la Liturgia, puso de nuevo repetidamente en
relieve, conforme a la Tradición, el misterio pascual de Cristo, y recordó que
de él reciben su fuerza todos los sacramentos y sacramentales 2 .
2. Del mismo modo que la semana tiene
su punto de partida y su momento culminante en el domingo, caracterizado
siempre por su índole pascual, así el centro culminante de todo el año
litúrgico resplandece en el santo Triduo pascual de la Pasión y Resurrección
del Señor, que se prepara en el tiempo de Cuaresma y que se prolonga en la
alegría de los cincuenta días sucesivos 3 .
3. En muchos lugares del mundo
cristiano los fieles y sus pastores valoran la importancia de estas
celebraciones y participan frecuentemente en ellas con gran provecho
espiritual.
Sin embargo, en algunos países se ha
ido atenuando con el pasar del tiempo el entusiasmo y el fervor con que se
recibió la instauración de la Vigilia pascual. En algunas partes se ha llegado
a perder la misma noción de "vigilia", hasta el punto de haber
reducido su celebración a una mera Misa vespertina en cuanto al tiempo y el
modo como se suele celebrar la Misa del domingo en la tarde del sábado
precedente.
En otros lugares no se respetan los
horarios convenientes del Triduo santo. Más aún, frecuentemente se colocan en
horas más oportunas y cómodas para los fieles los ejercicios de piedad y las devociones
populares; y en consecuencia los fieles participan en ellas más que en los
oficios litúrgicos.
Sin duda estas dificultades derivan de
la formación todavía insuficiente, tanto del clero como de los fieles sobre el
misterio pascual en su realidad de centro del año litúrgico y de la vida
cristiana 4 .
4. El hecho de que en tantísimas
regiones la Semana Santa coincida con el tiempo de vacaciones, así como la
mentalidad que de la sociedad actual, añaden una dificultad más para una
participación de los fieles a las celebraciones.
5. Teniendo en cuenta esta realidad, la
Congregación para el Culto Divino considera oportuno recordar algunos aspectos
doctrinales y pastorales, así como diversas determinaciones sobre la Semana
Santa publicadas en otras ocasiones. Todo lo que, en cambio, se halla en los
libros litúrgicos sobre la Cuaresma, la Semana santa, el Triduo Pascual y el
tiempo Pascual, continúan en vigor, a no ser que reciba una nueva interpretación
en este documento.
Todas las normas mencionadas son
urgidas de nuevo en virtud del presente documento en orden a mejorar la
celebración de los misterios de la Redención y a favorecer la participación más
fructuosa de los fieles en las mismas 5 .
I. El tiempo de Cuaresma
6. "La celebración anual de la
cuaresma es un tiempo favorable, durante el cual se asciende a la santa montaña
de la Pascua".
"El tiempo de cuaresma, con su doble
carácter, prepara tanto a los catecúmenos como a los fieles en orden a la
celebración del misterio pascual. Los catecúmenos se encaminan hacia los
sacramentos de la iniciación cristiana, tanto por la "elección" y los
"escrutinios", como por la catequesis; los fieles, por su parte,
dedicándose con más asiduidad a escuchar la Palabra de Dios y a la oración, y
mediante la penitencia, se preparan a renovar sus promesas bautismales" 6 .
a) Cuestiones relativas a la iniciación cristiana
7. Toda la iniciación cristiana
comporta un carácter eminente pascual en cuanto es la primera participación
sacramental en la Muerte y la Resurrección de Cristo. Por esta razón conviene
que la cuaresma obtenga su carácter pleno de tiempo de purificación y de
iluminación, especialmente por medio de los escrutinios y las entregas; la
misma Vigilia pascual ha de ser el momento adecuado para celebrar los
sacramentos de la iniciación 7 .
8. Las comunidades que no tienen
catecúmenos no dejen, sin embargo, de orar por aquellos que en otros lugares
recibirán los sacramentos de la iniciación cristiana en la próxima Vigilia
pascual. Los pastores recuerden a los fieles la importancia que tiene para
fomentar su vida espiritual la profesión de la fe bautismal, que,
"terminado el ejercicio de la cuaresma" 8 son
invitados a renovar públicamente en la Vigilia pascual.
9. Durante la Cuaresma hay que
organizar la catequesis para aquellos adultos que, bautizados, siendo niños, no
la hayan recibido, y que tampoco hayan recibido aún la Confirmación y la
Eucaristía. Al mismo tiempo establézcanse celebraciones penitenciales, que los
lleven a recibir el sacramento de la reconciliación 9 .
10. El tiempo de Cuaresma es también
tiempo apropiado para llevar a acabo los ritos penitenciales, a modo de
escrutinios para aquellos niños no bautizados que han llegado a una edad
adecuada para la catequesis, y también para aquellos niños, ya bautizados,
antes de que se acerquen por primera vez al sacramento de la Penitencia 10 .
El obispo tenga sumo interés en
promover la formación de los catecúmenos, tanto adultos como niños, y según las
circunstancias, presida los ritos prescritos, con la asidua participación de la
comunidad local 11 .
b) Las celebraciones propias del tiempo de Cuaresma
11. Los domingos de Cuaresma tienen
precedencia sobre todas las fiestas del Señor y sobre todas las solemnidades.
Las solemnidades que coincidan en estos domingos han de anticiparse al sábado 12 . Las ferias de Cuaresma tienen preferencia sobre
las memorias obligatorias 13 .
12. Debe darse, sobre todo en las
homilías del domingo, la catequesis del misterio pascual y de los sacramentos,
explicando con mayor profundidad los textos del leccionario y, de modo
especial, las perícopas evangélicas, que aclaran los diversos aspectos del
Bautismo y de los demás sacramentos, así como la misericordia de Dios.
13. Los pastores expondrán la Palabra
de Dios, más a menudo y con mayor empeño, ya en las homilías de los días de
feria, ya en las celebraciones de la Palabra de Dios, ya en las celebraciones
penitenciales 14 ,
ya en las predicaciones especiales propias de este tiempo, ya en las visitas
que hagan a las familias o grupos de familias para su bendición anual. Los
fieles participen frecuentemente a las Misas feriales, y, si no les es posible,
se les invitará al menos a leer, en familia o privadamente las lecturas del
día.
14. "El tiempo de Cuaresma
conserva su carácter penitencial" 15 . "Incúlquese a los fieles por medio de la
catequesis la naturaleza propia de la penitencia, que junto con las
consecuencias sociales del pecado, detesta el mismo pecado en cuanto es ofensa
a Dios" 16 .
La virtud de la penitencia y su
práctica son siempre elementos necesarios de la preparación pascual: la
práctica externa de la penitencia, tanto de los individuos como de toda la
comunidad ha de ser el resultado de la conversión del corazón. Esta práctica,
si bien debe acomodarse a las circunstancias y exigencias de nuestro tiempo,
sin embargo no puede prescindir del espíritu de la penitencia evangélica, y ha
de orientarse también al bien de los hermanos.
No se olvide tampoco de la
participación de la Iglesia en la acción penitencial, e insístase en la oración
por los pecadores, introduciéndola frecuentemente en la oración universal 17 .
15. Recomiéndase a los fieles una
participación más intensa y más fructuosa en la liturgia cuaresmal y en las
celebraciones penitenciales. Exhórteseles, sobre todo, para que, según la ley y
las tradiciones de la Iglesia, se acerquen en este tiempo al sacramento de la
Penitencia, y puedan así participar con el alma purificada en los misterios
pascuales. Es muy conveniente que el sacramento de la Penitencia se celebre,
durante el tiempo de Cuaresma, según el rito para reconciliar varios penitentes
con la confesión y absolución individual, tal como viene indicado en el Ritual
Romano 18 .
Los pastores estarán más disponibles
para el ejercicio del ministerio de la reconciliación, y darán facilidades para
celebrar el sacramento de la Penitencia ampliando los horarios para las
confesiones individuales.
16. Todas las diversas manifestaciones
de la observancia cuaresmal han de contribuir a mostrar y fomentar la vida de
la Iglesia local. Por esta razón se recomienda que se mantengan y renueven las
asambleas de la Iglesia local según el modelo de las antiguas
"Estaciones" romanas. Estas asambleas de fieles pueden ser
convocadas, especialmente presididas por el Pastor de diócesis, o junto a los
sepulcros de los santos, o en las principales iglesias de la ciudad, o en los
santuarios, o en otros lugares tradicionales de peregrinación que sean más
frecuentados en la diócesis 19 .
17. "En tiempo de Cuaresma queda
prohibido adornar con flores el altar, y se permiten los instrumentos musicales
sólo para sostener el canto" 20 ,
como corresponde al carácter penitencial de este tiempo.
18. Asimismo desde el comienzo de la
Cuaresma hasta la Vigilia pascual no se dice Aleluya en ninguna celebración,
incluidas las solemnidades y las fiestas 21 .
19. Los cantos de las celebraciones, y
especialmente de la Misa, así como los de los ejercicios piadosos, han de ser
conformes al espíritu de este tiempo y corresponder lo más posible a los textos
litúrgicos.
Foméntense los ejercicios piadosos que
responden mejor al carácter del tiempo de Cuaresma, como es el "Via
Crucis", y sean imbuidos del espíritu de la liturgia, de suerte que
conduzcan a los fieles a la celebración del misterio pascual de Cristo.
c) Elementos propios para determinados días de la
Cuaresma
21. El miércoles que precede al primer
domingo de Cuaresma, los fieles cristianos inician con la imposición de la
ceniza el tiempo establecido para la purificación del espíritu. Con este signo
penitencial, que viene de la tradición bíblica y se ha mantenido hasta hoy en
la costumbre de la Iglesia, se quiere significar la condición del hombre
pecador, que confiesa externamente su culpa ante el Señor y expresa su voluntad
interior de conversión, confiando en que el Señor se muestre compasivo para con
él. Con este mismo signo comienza el camino de su conversión que culminará con
la celebración del sacramento de la Penitencia, en los días que preceden a la
Pascua 22 .
La bendición e imposición de la ceniza
se puede hacer o durante la Misa o fuera de la misma. En este caso se inicia
con la liturgia de la Palabra y se concluye en la oración de los fieles 23 .
22. El miércoles de ceniza es un día
penitencial obligatorio para toda la Iglesia y que comporta la abstinencia y el
ayuno 24 .
23. El Domingo I de Cuaresma es el
comienzo del venerable sacramento de la observancia cuaresmal anual25 . En la Misa de este día utilícense elementos que
subrayen su importancia, por ejemplo la procesión de entrada con el canto de
las letanías de los Santos 26 . Es conveniente que el Obispo celebre dentro de la
Misa del Domingo I de Cuaresma el rito de la elección de los catecúmenos en la
iglesia catedral o en otra iglesia, de acuerdo con las exigencias pastorales 27 .
24. Las perícopas evangélicas de la
samaritana, del ciego de nacimiento y de la resurrección de Lázaro, propias de
los domingos III, IV y V de Cuaresma del año A, dada su importancia en relación
con la iniciación cristiana, pueden leerse también en los años B y C,
especialmente allí donde hay catecúmenos 28 .
25. En el IV domingo de Cuaresma
("Laetare"), así como en las solemnidades y fiestas, se permiten los
instrumentos musicales y adornar el altar con flores. En el mencionado domingo
se pueden usar ornamentos de color rosado 29 .
26. La costumbre de cubrir las cruces y
las imágenes de las iglesias, a partir del domingo V de Cuaresma, puede
conservarse, a juicio de la Conferencia de los Obispos. Las cruces permanecen
cubiertas hasta después de la celebración de la Pasión del Señor, el Viernes
santo, y las imágenes hasta el comienzo de la Vigilia Pascual 30 .
II. La Semana Santa
27. Durante la Semana santa, la Iglesia
celebra los misterios de la salvación actuados por Cristo en los últimos días
de su vida, comenzando por su entrada mesiánica en Jerusalén.
El tiempo de Cuaresma continúa hasta el
jueves. A partir de la Misa vespertina "en la Cena del Señor"
comienza el Triduo pascual, que continúa durante el Viernes de la Pasión del
Señor y el Sábado Santo, y tiene su centro en la Vigilia Pascual y acaba con
las Vísperas del domingo de Resurrección.
"Las ferias de Semana Santa, desde
el lunes hasta el jueves inclusive, tienen preferencia sobre cualquier otra
celebración" 31 .
Conviene que en estos días no se administren los sacramentos del Bautismo y de
la Confirmación.
a) Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
28. La Semana Santa comienza con el
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, que comprende a la vez el presagio del
triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión. La relación entre los dos
aspectos del misterio pascual se ha de evidenciar en la celebración en la catequesis
del día 32 .
29. La entrada del Señor en Jerusalén,
ya desde antiguo, se conmemora con una procesión, en la cual los cristianos
celebran el acontecimiento, imitando las aclamaciones y gestos, que hicieron
los niños hebreos cuando salieron al encuentro del Señor, cantando el fervoroso
"Hossana" 33 .
La procesión sea única y tenga lugar
antes de la Misa en la que haya más presencia de fieles; puede hacerse también
en las horas de la tarde, ya sea del sábado ya del domingo. Para ello hágase,
en lo posible, la reunión de la asamblea en otra iglesia menor, o en un lugar
apto fuera de la iglesia hacia la cual se dirigirá la procesión.
Los fieles participan que esta
procesión llevando en las manos ramos de palma o de otros árboles. Los
sacerdotes y los ministros, llevando también ramos, preceden al pueblo 34 .
La bendición de ramos o palmas tiene
lugar en orden a la procesión que seguirá. Los ramos conservados en casa
recuerdan a los fieles la victoria de Cristo, que se ha celebrado con la
procesión.
Los pastores hagan todo lo posible para
que la preparación y la celebración de esta procesión en honor de Cristo Rey,
pueda tener un fructuoso influjo espiritual en la vida de los fieles.
30. Para la conmemoración de la entrada
del Señor en Jerusalén, además de la procesión solemne, que se acaba de
describir, el Misal ofrece otras dos posibilidades, no para fomentar la
comodidad y la facilidad, sino en previsión de la dificultades que puedan
impedir la organización de una procesión.
La segunda forma de la conmemoración es
una entrada solemne, que tiene lugar cuando no puede hacerse la procesión fuera
de la iglesia. La tercera forma es la entrada sencilla, que ha de hacerse en
todas las Misas de este domingo en las que no ha tenido lugar la entrada
solemne 35 .
31. Donde no se puede celebrar la Misa
es conveniente que se haga una celebración de la Palabra de Dios sobre la
entrada mesiánica y la Pasión del Señor, ya sea el sábado por la tarde, ya el
domingo a la hora más oportuna 36 .
32. Durante la procesión los cantores y
el pueblo cantan los cantos indicados en el Misal Romano como son el salmo 23
el salmo 46, y otros cantos apropiados en honor de Cristo Rey.
33. La historia de la Pasión goza de
una especial solemnidad. Es aconsejable que se mantenga la tradición en el modo
de cantarla o leerla, es decir, que sean tres personas que hagan las veces de
Cristo, del narrador y del pueblo. La Pasión ha de ser proclamada ya por
diáconos o presbíteros, ya, en su defecto, por lectores, en cuyo caso, la parte
correspondiente a Cristo se reserva al sacerdote.
Para la proclamación de la Pasión no se
llevan ni luces ni incienso, ni se hace al principio el saludo al pueblo como
de ordinario para el Evangelio, ni se signa el libro. Tan solo los diáconos
piden la bendición al sacerdote37 .
Para el bien espiritual de los fieles
conviene que se lea por entero la narración de la Pasión, y que no se omitan
las lecturas que la preceden.
34. Terminada la lectura de la Pasión
no se omita la homilía.
b) Misa crismal
35. La Misa crismal, en la cual el
Obispo que concelebra con su presbiterio, consagra el santo Crisma y bendice
los demás óleos, es una manifestación de la comunión existente entre el obispo
y sus presbíteros en el único y mismo sacerdocio y ministerio de Cristo 38 .
Para esta Misa ha de convocarse a los presbíteros de las diversas partes de la
diócesis para concelebrar con el obispo; y ser testigos y cooperadores en la
consagración del Crisma, del mismo modo que en el ministerio cotidiano son sus
colaboradores y consejeros.
Conviene que se invite encarecidamente
también a los fieles a participar en esta Misa, y que en ella reciban el
sacramento de la eucaristía.
La Misa crismal se celebra, conforme a
la tradición, el jueves de la Semana Santa. Sin embargo, si es difícil para el
clero y el pueblo reunirse aquel día con el Obispo, esta celebración puede
anticiparse a otro día, pero siempre cercano a la Pascua 39 .
El nuevo Crisma y el nuevo óleo de los catecúmenos se han de utilizar en la
celebración de los sacramentos de la iniciación en la noche pascual.
36. La celebración de la Misa crismal
sea única a causa de su significación en la vida de la diócesis, y celébrese en
la iglesia catedral o, por razones pastorales, en otra iglesia especialmente si
es más insigne 40 .
La recepción de los óleos sagrados en
las distintas parroquias puede hacerse o antes de la celebración de la Misa
vespertina "en la Cena del Señor", o en otro momento más oportuno.
Esto puede ayudar a la formación de los fieles sobre el uso y efecto de los
óleos y del Crisma en la vida cristiana.
c) Celebración penitencial de final de la Cuaresma
37. Es muy conveniente que el tiempo de
la Cuaresma termine, tanto para cada uno de los fieles como para toda la
comunidad cristiana, con alguna celebración penitencial, que prepare a una más
plena participación en el misterio pascual 41 .
Esta celebración tendrá lugar antes del
Triduo Pascual, y no precederá inmediatamente a la Misa vespertina "en la
Cena del Señor".
III. Del Triduo Pascual en general
38. La Iglesia celebra cada año los
grandes misterios de la redención de los hombres desde la Misa vespertina del jueves
en la Cena del Señor "hasta las Vísperas del domingo de
Resurrección". Este período de tiempo se denomina justamente el
"Triduo del crucificado, sepultado y resucitado" 42 ;
se llama también "Triduo pascual" porque en su celebración se hace
presente y se realiza el misterio de la Pascua, es decir el tránsito del Señor
de este mundo al Padre. En esta celebración del misterio, por medio de los
signos litúrgicos y sacramentales la Iglesia se une en íntima comunión con
Cristo, su Esposo.
39. Es sagrado el ayuno pascual de los
dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una antigua tradición, la
Iglesia ayuna "porque el Esposo ha sido arrebatado" 43 . El Viernes Santo de la Pasión del Señor hay que
observar en todas partes la abstinencia, y se recomienda que se observe también
durante el Sábado santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con el espíritu
ligero y abierto a la alegría del domingo de Resurrección 44 .
40. Se encarece vivamente la
celebración en común del Oficio de Lectura y Laudes de la mañana del Viernes de
la Pasión del Señor y también del Sábado santo. Conviene que el obispo
participe en esta celebración, en la catedral y, en cuanto sea posible, junto
con el clero y el pueblo 45 .
Este Oficio, llamado antiguamente "de
tinieblas", conviene que mantenga el lugar que le corresponde en la
devoción de los fieles, como meditación y contemplación de la pasión, muerte y
sepultura del Señor, en espera del anuncio de su resurrección.
41. Para la celebración adecuada del
Triduo pascual se requiere un número conveniente de ministros y colaboradores,
que han de ser instruidos cuidadosamente acerca de lo que ellos han de hacer.
Los pastores no dejen de explicar a los fieles del mejor modo posible el
significado y la estructura de las celebraciones, preparándoles a una
participación activa y fructuosa.
42. Tiene una importancia especial en
las celebraciones de la Semana Santa y, especialmente durante el Triduo
pascual, el canto del pueblo, de los ministros y del sacerdote celebrante,
porque es concorde a la solemnidad de dichos días y también porque los textos
adquieren toda su fuerza precisamente cuando son cantados.
Se invita a las Conferencias de
Obispos, en el caso en que no lo hubiesen ya hecho, que tomen las medidas
necesarias para dotar de melodías adecuadas a los textos y aclamaciones que,
por su misma naturaleza, reclaman ser cantados. Dichos textos son:
a) la oración universal del Viernes
Santo de la Pasión del Señor; la invitación del diácono, si la hace, o la
aclamación del pueblo;
b) los cantos durante la ostensión y
adoración a la Cruz;
c) las aclamaciones durante la
procesión con el cirio pascual y las del pregón pascual, el "Aleluya"
responsorial, las letanías de los santos y la aclamación que sigue a la
bendición del agua.
No se omitan con facilidad los textos
litúrgicos de los cantos para la participación del pueblo; procúrese que las
traducciones de los mismos sean provistas de melodías adecuadas. Si dichos
textos no están todavía disponibles para ser cantados, provisionalmente
escójanse textos semejantes. Prepárese un repertorio propio para estas
celebraciones, a ser utilizado únicamente en las mismas. Propónganse
especialmente:
a) los cantos para la bendición y
procesión de ramos, y para la entrada en la iglesia;
b) los cantos para la procesión con los
santos óleos;
c) los cantos para la procesión de
preparación de las ofrendas en la Misa "en la Cena del Señor", y el
himno para la procesión del traslado del Santísimo Sacramento a la capilla de
la reserva;
d) las respuestas de los salmos
responsoriales de la Vigilia pascual y los cantos que acompañan la aspersión
del agua.
Prepárense también melodías adecuadas
que faciliten el canto de los textos de la Pasión, del pregón pascual y de la
bendición del agua bautismal.
En las iglesias importantes utilícese
también el abundante tesoro de música sagrada antigua y moderna; téngase en
cuenta, sin embargo, la necesidad de una adecuada participación de los fieles.
43. Es muy conveniente que las
comunidades religiosas, clericales o no, así como las comunidades laicales,
participen en las celebraciones del Triduo pascual en las iglesias más
importantes 46 .
Igualmente no se celebren los oficios
del Triduo pascual en aquellos lugares donde falte el número suficiente de
participantes, ministros y cantores; y procúrese que los fieles se reúnan para
participar en las mismas en una iglesia más importante.
También cuando un único presbiterio es
responsable de diversas parroquias, conviene que los fieles de las mismas, en
cuanto sea posible, se reúnan en la iglesia principal para participar en estas
celebraciones.
Si un párroco tiene encomendadas dos o
más parroquias en las cuales hay una notable participación de fieles y las
celebraciones pueden realizarse con la debida reverencia y solemnidad, para
bien de los mismos fieles el párroco puede repetir, teniendo en cuenta lo
previsto por la legislación, las celebraciones del Triduo pascual 47 .
A fin de que los alumnos de los
Seminarios "vivan el misterio pascual de Cristo de manera que sepan
después comunicarlo a la comunidad que se les confiará" 48 , deberán adquirir una formación litúrgica
competente y completa. Es muy conveniente que, durante los años de su
preparación en el seminario adquieran experiencia de más ricas y completas
formas de celebración de las fiestas pascuales, especialmente de aquellas
presididas por el obispo 49 .
IV. La misa vespertina del Jueves Santo en la Cena
del Señor
44. "Con la Misa que tiene lugar
en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el
Triduo pascual y evoca aquella última cena, en la cual el Señor Jesús en la
noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos
que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las
especies del pan y del vino y los entregó a los apóstoles para que los
sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también los
ofreciesen" 50 .
45. Toda la atención del espíritu debe
centrarse en los misterios que se recuerdan en la Misa: es decir, la
institución de la Eucaristía, la institución del Orden sacerdotal, y el
mandamiento del Señor sobre la caridad fraterna: son éstos los puntos que
conviene recordar en la homilía.
46. La Misa "en la Cena del
Señor" celébrese por la tarde, en la hora más oportuna para que participe
plenamente toda la comunidad local. En ella pueden concelebrar todos los
presbíteros, aunque hayan ya concelebrado en la Misa crismal, o deban celebrar
una misa para bien de los fieles 51 .
47. Donde verdaderamente lo exija el
bien pastoral, el Ordinario del lugar puede permitir la celebración de otra
Misa por la tarde en las iglesias u oratorios, y en caso de verdadera
necesidad, incluso por la mañana, pero solamente para los fieles que de ningún
modo pueden participar en la Misa vespertina. Cuídese que estas Misas no se
celebren para favorecer a personas privadas o a grupos particulares y que no
perjudiquen en nada la Misa principal.
Según una antiquísima tradición de la
Iglesia en este día están prohibidas todas las Misas sin pueblo 52 .
48. El sagrario ha de estar
completamente vacío al iniciar la celebración 53 . Se han de consagrar en esta Misa las hostias
necesarias para la comunión de los fieles 54 ,
y para que el clero y el pueblo puedan comulgar el día siguiente.
49. Para la reserva del Santísimo
Sacramento prepárese una capilla, conveniente adornada, que invite a la oración
y a la meditación; se recomienda no perder de vista la sobriedad y la
austeridad que corresponden a la liturgia de estos días, evitando o erradicando
cualquier forma de abuso 55 .
Cuando el sagrario está habitualmente
colocado en una capilla separada de la nave central, conviene que se disponga
allí el lugar de la reserva y de la adoración.
50. Mientras se canta el himno
"Gloria a Dios", de acuerdo con las costumbres locales, se hacen
sonar las campanas, que ya no se vuelven a tocar hasta el "Gloria a
Dios" de la Vigilia pascual, a no ser que la Conferencia de los Obispos o
el Ordinario del lugar, juzguen oportuno establecer otra cosa 56 . Durante el mismo período de tiempo, el órgano y
cualquier otra música instrumental pueden usarse sólo para mantener el canto 57 .
51. El lavatorio de los pies, que,
según la tradición, se hace en este día a algunos hombres previamente
designados, significa el servicio y el amor de Cristo, que ha venido "no
para ser servido, sino para servir" 58 .
Conviene que esta tradición se mantenga y que se explique según su propio
significado.
52. Los donativos para los pobres,
especialmente aquellos que se han podido reunir durante la Cuaresma como fruto
de la penitencia, pueden ser presentados durante la procesión de las ofrendas,
mientras el pueblo canta "Ubi caritas est vera" 59 .
53. Será muy conveniente que los
diáconos, acólitos o ministros extraordinarios lleven la Eucaristía a la casa
de los enfermos que lo deseen, tomándola del altar en el momento de la
comunión, indicando de este modo su unión más intensa con la Iglesia que
celebra.
54. Terminada la oración después de la
comunión, comienza la procesión, precedida por la cruz en medio de cirios e
incienso, en la que se lleva el Santísimo Sacramento por la iglesia hasta el
lugar de la reserva. Mientras tanto, se canta el himno "Pange lingua"
u otro canto eucarístico 60 . El traslado y la reserva del Santísimo Sacramento
no han de hacerse si en esa iglesia no tendrá lugar la celebración de la Pasión
del Señor, el Viernes Santo 61 .
55. El Sacramento ha de ser reservado
en un sagrario o en una urna. No ha de hacerse nunca una exposición con la
custodia u ostensorio.
El sagrario o la urna no han de tener
la forma de un sepulcro. Evítese la misma expresión "sepulcro": la
capilla de la reserva no se prepara para representar "la sepultura del
Señor", sino para conservar el pan eucarístico destinado a la comunión del
Viernes de la Pasión del Señor.
56. Invítese a los fieles a una
adoración prolongada en la noche del Santísimo Sacramento en la reserva
solemne, después de la Misa "en la Cena del Señor". En esta ocasión
es oportuno leer una parte del Evangelio de San Juan (cap. 13-17).
Pasada la media noche la adoración debe
hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de la Pasión del Señor 62 .
57. Terminada la Misa se despoja el
altar en el cual se ha celebrado. Conviene que las cruces que haya en la
iglesia se cubran con un velo de color rojo o morado, a no ser que ya hayan
sido cubiertas el sábado antes del V domingo de Cuaresma. No se encenderán
velas o lámparas ante las imágenes de los santos.
V. Viernes Santo de la Pasión del Señor
58. En este día, en que "ha sido
inmolada nuestra víctima pascual: Cristo" 63 ,
la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz,
conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede
por la salvación de todo el mundo.
59. La Iglesia, siguiendo una antiquísima
tradición, en este día no celebra la Eucaristía;
la sagrada Comunión se distribuye a los fieles solamente durante la celebración
de la Pasión del Señor; sin embargo, los enfermos que no pueden participar a
dicha celebración pueden recibirla a cualquier hora del día 64 .
60. El Viernes de la Pasión del Señor
es un día de penitencia obligatorio para toda la Iglesia por medio de la
abstinencia y el ayuno 65 .
61. Está prohibido celebrar en este día
cualquier sacramento, a excepción de la Penitencia y de la Unción de los
enfermos 66 .
Las exequias han de celebrarse sin canto, sin órgano y sin tocar las campanas.
62. Se recomienda que en este día, se
celebre en las iglesias el Oficio de lectura y las Laudes, con participación de
los fieles (cf. n. 40).
63. La celebración de la Pasión del
Señor ha de tener lugar después del mediodía, cerca de las tres (h. 15). Por
razones pastorales puede elegirse otra hora más conveniente para que los fieles
puedan reunirse más fácilmente: por ejemplo desde el mediodía hasta el
atardecer, pero nunca después de las nueve de la noche (h. 21) 67 .
64. El orden de la acción litúrgica de
la Pasión del Señor (liturgia de la Palabra, adoración de la Cruz, y sagrada
Comunión), que proviene de la antigua tradición de la Iglesia, ha de ser conservado
con toda fidelidad, sin que nadie pueda arrogarse el derecho de introducir
cambios.
65. El sacerdote y los ministros se
dirigen en silencio al altar sin canto alguno. Si hay que decir algunas
palabras de introducción, debe hacerse antes de la entrada de los ministros.
El sacerdote y los ministros, hecha la
debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que
es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto
significa tanto la humillación "del hombre terreno" 68 ,
cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia.
Los fieles durante el ingreso de los
ministros están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio.
66. Las lecturas han de ser leídas por
entero. El salmo responsorial y el canto que precede el Evangelio, cántense
como de costumbre. La historia de la Pasión del Señor según San Juan se canta o
se proclama del mismo modo que se ha hecho en el domingo anterior (cf. n. 33).
Después de la lectura de la Pasión hágase la homilía y al final de la misma los
fieles pueden ser invitados a que permanezcan en oración silenciosa durante un
breve espacio de tiempo 69 .
67. La oración universal ha de hacerse
según el texto y la forma establecida por la tradición, con toda la amplitud de
las intenciones, que expresan el valor universal de la Pasión de Cristo,
clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo. En una grave necesidad
pública, el Ordinario del lugar puede permitir o mandar que se añada alguna
intención especial 70 . De entre las oraciones que se proponen en el
Misal, el sacerdote puede escoger aquellas que se acomoden mejor a las
condiciones del lugar, pero de tal modo que se mantenga el orden de las
intenciones que se propone para la oración universal 71 .
68. En la ostensión de la Cruz úsese
una cruz suficiente grande y bella. De las dos formas que se proponen en el
Misal para mostrar la Cruz, elíjase la que se juzgue más apropiada. Este rito
ha de hacerse con un esplendor digno de la gloria del misterio de nuestra salvación;
tanto la invitación al mostrar la Cruz como la respuesta del pueblo hágase con
canto, y no se omita el silencio de reverencia que sigue a cada una de las
postraciones, mientras el sacerdote celebrante, permaneciendo de pie, muestra
elevada la Cruz.
69. Cada uno de los presentes del clero
y del pueblo se acercará a la Cruz para adorarla; dado que la adoración
personal de la Cruz es un elemento muy importante de esta celebración, y
únicamente en el caso de una extraordinaria presencia de fieles, se utilizará
el modo de la adoración hecha por todos a la vez 72 .
Úsese una única cruz para la adoración
tal como lo requiere la verdad del signo. Durante la adoración de la Cruz
cántense las antífonas, los "improperios" y el himno, que evocan con
lirismo la historia de la salvación 73 ,
o bien otros cantos adecuados (cf. n.42).
70. El sacerdote canta la invitación al
"Padre nuestro", que es cantado por toda la asamblea. No se da el
signo de paz. La comunión se desarrolla tal como está descrito en el Misal.
Durante la comunión se puede cantar el
salmo 21, u otro canto apropiado. Terminada la distribución de la comunión, el
píxide o copón se lleva a un lugar preparado de la iglesia.
71. Terminada la celebración se despoja
el altar, dejando la Cruz con cuatro candelabros. Dispóngase en la iglesia un
lugar adecuado (por ejemplo la capilla donde se colocó la reserva de la
eucaristía el Jueves Santo), para colocar allí la Cruz, a fin de que los fieles
puedan adorarla, besarla y permanecer en oración y meditación.
72. Los ejercicios de piedad, como son el
"Via Crucis", las procesiones de la Pasión y el recuerdo de los
dolores de la Santísima Virgen María en modo alguno pueden ser descuidados,
dada su importancia pastoral. Los textos y los cantos utilizados, en los mismos
han de responder al espíritu de la liturgia del día. Los horarios de estos
ejercicios piadosos han de regularse con el horario de la celebración litúrgica
de tal manera que aparezca claro que la acción litúrgica por su misma
naturaleza está por encima de los ejercicios piadosos 74 .
VI. El Sábado Santo
73. Durante el Sábado santo la Iglesia
permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte, su
descenso a los infiernos 75 y esperando en la oración y el ayuno su resurrección.
Se recomienda con insistencia la celebración del Oficio de Lectura y de las
Laudes con participación del pueblo (cf. n. 40) 76 .
Cuando esto no sea posible, prepárese una celebración de la Palabra o un
ejercicio piadoso que corresponda al misterio de este día.
74. Pueden ser expuestas en la iglesia
a la veneración de los fieles la imagen de Cristo crucificado, o en el
sepulcro, o descendiendo a los infiernos, ya que ilustran el misterio del
Sábado santo, así como la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores de los
fieles.
75. Hoy la Iglesia se abstiene
absolutamente del sacrificio de la Misa 77 .
La sagrada Comunión puede darse solamente como viático. No se conceda celebrar
el matrimonio, ni administrar otros sacramentos, fuera de la Penitencia y la
Unción de los enfermos.
76. Las fieles han de ser instruidos
sobre la naturaleza peculiar del Sábado santo 78 .
Los usos y tradiciones festivos vinculados con este día a causa de la antigua
anticipación de la Vigilia al Sábado santo deben desplazarse a la noche y al
día de Pascua.
VII. Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
a) Vigilia pascual en la noche santa
77. Según una antiquísima tradición,
ésta es una noche de vela en honor del Señor 79 , y la vigilia que tiene lugar en la misma,
conmemorando la noche santa en la que el Señor resucitó, ha de considerarse
como "la madre de todas las santas vigilias" 80 . Durante la vigilia, la Iglesia espera la resurrección
del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana 81 .
a) Significado del carácter nocturno de
la Vigilia pascual
78. "Toda la celebración de la
Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Por ello no debe escogerse ni
una hora tan temprana que la Vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni
tan tardía que concluya después del alba del domingo" 82 . Esta regla ha de ser interpretada estrictamente.
Cualquier abuso o costumbre contrario que, poco a poco se haya introducido y
que suponga la celebración de la Vigilia pascual a la hora en la cual,
habitualmente, se celebran las Misas vespertinas antes de los domingos, ha de
ser reprobado 83 .
Las razones presentadas a veces para
justificar la anticipación de la Vigilia pascual, por ejemplo la inseguridad
pública, no se tienen en cuenta en el caso de la noche de Navidad o de
reuniones de otro género.
79. La Vigilia pascual nocturna durante
la cual los hebreos esperaron el tránsito del Señor, que debía liberarlos de la
esclavitud del faraón, fue desde entonces celebrada cada año por ellos como un
"memorial"; esta vigilia era figura de la Pascua auténtica de Cristo,
de la noche de la verdadera liberación, en la cual "rotas las cadenas de
la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo" 84 .
80. Ya desde su comienzo la Iglesia ha
celebrado con una solemne vigilia nocturna la Pascua anual, solemnidad de las
solemnidades. Precisamente la resurrección de Cristo es el fundamento de
nuestra fe y de nuestra esperanza, y por medio del Bautismo y de la
Confirmación somos injertados en el misterio pascual de Cristo, morimos con Él,
somos sepultados con Él y resucitamos con Él, para reinar con Él para siempre 85 .
Esta Vigilia es también espera de la
segunda venida del Señor 86 .
b) La estructura de la vigilia pascual y la
importancia de sus diversos elementos y partes
81. La Vigilia pascual tiene la
siguiente estructura: Después del lucernario y del pregón pascual (que forma la
primera parte de la vigilia), la santa Iglesia contempla las maravillas que
Dios ha hecho en favor de su pueblo desde los comienzos (parte segunda o liturgia
de la Palabra), hasta que, junto a los nuevos miembros renacidos por el
bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa, preparada por el Señor para su
pueblo, memorial de su muerte y resurrección, en espera de su nueva venida
(parte cuarta) 87 .
Nadie está autorizado a cambiar a su
arbitrio esta estructura del rito.
82. La primera parte consiste en una
serie de acciones y gestos simbólicos que conviene realizar con tal dignidad y expresividad
que su significado propio sugerido por las moniciones y las oraciones, pueda
ser realmente percibido por los fieles. En el lugar adecuado y fuera de la
iglesia, en cuanto sea posible, se preparará la hoguera destinada a la
bendición del fuego nuevo, cuyo resplandor debe ser tal que disipe las
tinieblas e ilumine la noche.
Prepárese el cirio pascual que, para la
veracidad del signo, ha de ser de cera, nueva cada año, único, relativamente
grande, nunca ficticio, para que pueda evocar realmente que Cristo es la luz
del mundo. La bendición del cirio se hará con los signos y las palabras
propuestas por el Misal o con otras, aprobadas por la Conferencia de Obispos 88 .
83. La procesión en la que el pueblo
entra a la iglesia se ilumina únicamente por la llama del cirio pascual. Del
mismo modo que los hijos de Israel durante la noche eran guiados por una
columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo resucitado. Nada impide
que a las respuestas "Demos gracias a Dios" se añada a alguna
aclamación dirigida a Cristo.
La llama del cirio pascual pasará poco
a poco a las velas que los fieles tienen en sus manos, permaneciendo aún
apagadas las lámparas eléctricas.
84. El diácono proclama el pregón
pascual, magnífico poema lírico que presenta el misterio pascual en el conjunto
de la economía de la salvación. Si fuese necesario, o por falta de un diácono o
por imposibilidad del sacerdote celebrante, puede ser proclamado por un cantor.
Las Conferencias de los Obispos pueden adaptar convenientemente este pregón
introduciendo en él algunas aclamaciones de la asamblea 89 .
85. Las lecturas de la Sagrada
Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. Describen momentos
culminantes de la historia de la salvación, cuya plácida meditación se facilita
a los fieles con el canto del salmo responsorial, el silencio y la oración del
sacerdote celebrante.
La estructura restaurada de la Vigilia
presenta siete lecturas del Antiguo Testamento entresacadas de los libros de la
Ley y de los Profetas, ya utilizadas frecuentemente en las antiguas tradiciones
litúrgicas de Oriente y Occidente, y dos del Nuevo Testamento, es decir la
lectura del Apóstol y del Evangelio. De esta manera, la Iglesia
"comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas" 90 ,
interpreta el misterio pascual de Cristo. Por lo tanto, en la medida en que sea
posible, léanse todas las lecturas indicadas para conservar intacta la índole
propia de la Vigilia pascual que exige una cierta duración.
Sin embargo, si las circunstancias
pastorales aconsejan que se reduzcan aún el número de las lecturas, léanse al
menos tres lecturas del Antiguo Testamento, de manera que estén representadas
la Ley y los Profetas; nunca se puede omitir la lectura del capítulo 14 del
Éxodo, con su cántico 91 .
86. El significado tipológico de los
textos del Antiguo Testamento tiene sus raíces en el Nuevo y aparece sobre todo
en las oraciones que el sacerdote celebrante pronuncia después de cada lectura;
podrá también ser útil para llamar la atención hacia este significado una breve
monición hecha antes de la lectura. Estas moniciones puede hacerlas el mismo
sacerdote o el diácono. Las Comisiones nacionales o diocesanas de Liturgia
procurarán material apto que pueda servir de ayuda a los pastores.
Después de cada lectura se canta el
salmo con la respuesta del pueblo.
En la repetición de estos diversos
elementos manténgase el ritmo adecuado para facilitar la participación y
devoción de los fieles 92 .
Evítese con todo cuidado que los salmos responsoriales sean sustituidos por
cancioncillas populares.
87. Terminada la lectura del Antiguo
Testamento, se canta el himno "Gloria a Dios", se hacen sonar las
campanas según las costumbres de cada lugar, se dice la oración colecta y de
este modo se pasa a las lecturas del Nuevo Testamento. Se lee la exhortación
del Apóstol sobre el Bautismo entendido como inserción en el misterio pascual
de Cristo.
Después, todos se levantan y el
sacerdote entona por tres veces el "Aleluya", elevando gradualmente
la voz, y repitiéndolo la asamblea 93 . Si fuese necesario, el salmista o cantor entona
el "Aleluya", que el pueblo prosigue intercalando la aclamación entre
los versículos del salmo 117, tan a menudo citado por los apóstoles en la
predicación pascual 94 .
Sigue el anuncio de la Resurrección del Señor con la lectura del Evangelio,
culmen de toda la liturgia de la Palabra. Terminada la proclamación del
Evangelio no se omita a la homilía, aunque sea breve.
88. La liturgia bautismal es la tercera
parte de la Vigilia. La pascua de Cristo y nuestra se celebra ahora en el
sacramento. Esto se manifiesta más plenamente en aquellas Iglesias que poseen
la fuente bautismal, y más aún cuando tiene lugar la iniciación cristiana de
adultos, o al menos el bautismo de niños 95 . Aun en el caso en que no haya bautizos en las
iglesias parroquiales se hace la bendición del agua bautismal. Si esta
bendición no se hace en la fuente bautismal sino en el presbiterio, el agua
bautismal debe ser trasladada después al baptisterio, donde será conservada
durante todo el tiempo pascual 96 . Donde no haya bautizos ni se deba bendecir el
agua bautismal, hágase la bendición del agua para la aspersión de la asamblea,
a fin de recordar el bautismo 97 .
89. A continuación tiene lugar la
renovación de promesas bautismales introducidas por la monición que hace el
sacerdote celebrante. Los fieles, de pie y con las velas encendidas en sus
manos responden a las interrogaciones. Después tiene lugar la aspersión: de
esta manera los gestos y las palabras que los acompañan recuerdan a los fieles
el bautismo que, un día, recibieron. El sacerdote celebrante hace la aspersión
pasando por toda la nave de la iglesia, mientras la asamblea canta la antífona
"Vidi aquam" u otro canto de índole bautismal 98 .
90. La celebración de la eucaristía es
la cuarta parte de la Vigilia, y su punto culminante, porque es el sacramento
pascual por excelencia, memorial del sacrificio de la cruz, presencia de Cristo
resucitado, consumación de la iniciación cristiana y pregustación de la pascua
eterna.
91. Hay que poner mucho cuidado para que
la liturgia eucarística no se haga con prisa; es muy conveniente que todos los
ritos y las palabras que los acompañan alcancen toda su fuerza expresiva: la
oración universal, en la que los neófitos participan por primera vez como
fieles, ejercitando su sacerdocio real 99 ; la procesión de las ofrendas, en las que
convienen que participen los neófitos, si los hay; la plegaria eucarística
primera, segunda, tercera, a ser posible cantada, con sus embolismos propios 100 ;
la comunión eucarística que es el momento de la plena participación en el
misterio que se celebra. Durante la comunión es oportuno cantar el salmo 117,
con la antífona "Aleluya, aleluya, aleluya", u otro canto que
represente la alegría de la Pascua.
92. Es muy conveniente que en la
comunión de la Vigilia pascual se alcance la plenitud del signo eucarístico, es
decir, que se administre el sacramento bajo las especies del pan y del vino.
Los Ordinarios del lugar juzguen sobre la oportunidad de una tal concesión y de
sus modalidades 101 .
c) Algunas indicaciones de carácter pastoral
93. Cuídese de tal modo la liturgia de
la Vigilia pascual que se pueda hacer llegar al pueblo cristiano las riquezas
que contienen las plegarias y los ritos; es necesario que se respete la verdad
de los signos, se favorezca la participación de los fieles, y que no falten
ministros, lectores y cantores para el buen desarrollo de la celebración.
94. Es de desear que, según las
circunstancias, se plantee la posibilidad de reunir en una misma iglesia
distintas comunidades cuando, por razón de la cercanía de las iglesias, o del
reducido número de participantes, no es posible asegurar para cada una
separadamente una celebración plena y festiva.
Hay que favorecer el hecho que los
grupos particulares tomen parte en la celebración común de la Vigilia pascual
de suerte que todos los fieles, formando una única asamblea, puedan
experimentar más profundamente el sentido de pertenencia a la comunidad
eclesial.
Los fieles que, por razón de las
vacaciones no pueden participar en la liturgia de la propia parroquia, han de
ser invitados a unirse a la celebración en el lugar donde se encuentran.
95. En el modo de anunciar la
celebración de la Vigilia pascual, evítese presentarla como el último acto del
"Sábado Santo". Dígase, más bien, que la Vigilia pascual se celebra
"en la noche de la Pascua", y precisamente como una celebración
unitaria. Se recomienda encarecidamente a los pastores que en la formación de
los fieles insistan en la conveniencia de participar en toda la Vigilia pascual 102 .
96. Para poder celebrar la Vigilia
pascual con el máximo provecho, conviene que los mismos pastores hagan lo
posible para comprender mejor tanto los textos como los ritos, a fin de poder
dar una mistagogia que sea auténtica.
B) El Día de Pascua
97. La Misa del día de Pascua se debe
celebrar con la misma solemnidad. En lugar del acto penitencial, es muy
conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida durante la celebración de
la Vigilia; durante la aspersión se puede cantar la antífona "Vidi
aquam", u otro canto de índole bautismal. Con la misma agua bendecida
conviene llenar los recipientes (pilas) que se hallan a la entrada de la
iglesia.
98. Consérvese, donde aún está en
vigor, o restáurese en la medida que sea posible, la tradición de celebrar las
Vísperas bautismales del día de Pascua, durante las cuales se hace una
procesión al baptisterio103 .
99. El cirio pascual, que tiene su
lugar junto al ambón o junto al altar, enciéndase al menos en todas las
celebraciones litúrgicas de una cierta solemnidad de este tiempo, tanto en la
Misa como en Laudes y Vísperas hasta el domingo de Pentecostés. Después, ha de
trasladarse al baptisterio y mantenerlo con todo honor para encender en él el
cirio de los nuevos bautizados. En las exequias, el cirio pascual se ha de
colocar junto al féretro, para indicar que la muerte del cristiano es su propia
Pascua.
El cirio pascual, fuera del tiempo
pascual, no ha de encenderse ni permanecer en el presbiterio 104 .
VIII. El tiempo pascual
100. La celebración de la Pascua se
continúa durante el tiempo pascual. Los cincuenta días que van del domingo de
Resurrección al domingo de Pentecostés se celebran con alegría, como un solo
día festivo, más aún, como el "gran domingo" 105 .
101. Los domingos de este tiempo han de
ser considerados y llamados como "domingos de pascua" y tienen
precedencia sobre cualquier fiesta del Señor y cualquier solemnidad. Las
solemnidades que coincidan con estos domingos, han de anticiparse el sábado
precedente 106 . Las celebraciones en honor de las Santísima
Virgen o de los santos, que caen entre semana, no pueden ser trasladadas a
estos domingos 107 .
102. Para aquellos adultos que han
recibido la iniciación cristiana durante la Vigilia pascual, este tiempo ha de
considerarse como un tiempo de "mistagogia". Donde haya neófitos
obsérvese cuanto prescribe el Rito de iniciación cristiana de adultos, nn:
37-40 y 235-239. En todas partes, además, durante la octava de Pascua hágase
memoria en la plegaria eucarística de los que han recibido el bautismo en la
Vigilia pascual.
103. Los neófitos tengan reservado un
lugar especial entre los fieles durante todo el tiempo pascual, en las Misas
dominicales. Los neófitos procuren participar en las Misas junto con sus
padrinos. En la homilía y, en cuanto sea posible, en la plegaria universal o de
los fieles, hágase mención de ellos. Organícese una celebración especial según
las costumbres de la propia región, en las cercanías de Pentecostés, para
terminar el tiempo de la mistagogia 108 .
Es muy conveniente que los niños reciban su primera comunión en estos domingos
pascuales.
104. Los pastores han de recordar y
explicar a los fieles durante el tiempo pascual el sentido del precepto de la
Iglesia de recibir la Eucaristía en este tiempo a los cristianos que ya han
hecho la primera comunión 109 . Se encarece que durante este tiempo, y
especialmente durante la semana de Pascua, se lleve la comunión a los enfermos.
105. En aquellos lugares donde es
costumbre bendecir las casas con motivos de las fiestas pascuales, el párroco,
o en su defecto otros presbíteros o diáconos delegados por él, cuidarán de
hacerlo, aprovechando esta ocasión para ejercer sus funciones pastorales 110 .
El párroco acuda a las casas para hacer visita pastoral a cada familia,
mantener un coloquio con sus miembros, y celebrar con ellos un momento de
oración, usando los textos de Bendicional 111 .
En las grandes ciudades véase la posibilidad de reunir varias familias a la
vez, para celebrar en común la bendición.
106. Según la diversidad de países y
culturas, existen muchas costumbres populares vinculadas con las celebraciones
del tiempo pascual que quizá suscitan una mayor participación popular que a las
mismas celebraciones litúrgicas. Tales costumbres no han de ser despreciadas,
dado que a menudo expresan bien la mentalidad religiosa de los fieles. Las
Conferencias de los Obispos y los Ordinarios del lugar preocúpense para que estas
costumbres, que pueden favorecer la piedad, puedan ser ordenadas del mejor modo
posible con la liturgia, se llenen profundamente de su espíritu y guíen al
Pueblo de Dios hacia la misma 112 .
107. El domingo de Pentecostés concluye
este sagrado período de cincuenta días con la conmemoración de la donación del
Espíritu Santo derramados sobre los apóstoles, el comienzo de la Iglesia y el
inicio de su misión a todos los pueblos, razas y naciones 113 .
Se recomienda la celebración prolongada
de la Misa de la Vigilia de Pentecostés, que no tiene un carácter bautismal
como la Vigilia de Pascua, sino más bien de oración intensa según el ejemplo de
los apóstoles y discípulos, que perseveraban unánimemente en la plegaria juntos
con María, la Madre de Jesús, esperando el don del Espíritu Santo 114 .
108. "Es propio de la fiesta
pascual que toda la Iglesia se alegre por el perdón de los pecados que ha
tenido lugar no sólo en aquellos que han renacido por medio del Santo Bautismo,
sino también en aquellos que desde hace tiempo son contados entre el número de
los hijos adoptivos de Dios" 115 . Mediante una actividad pastoral más intensa, un
esfuerzo de profundización espiritual por parte de cada uno y con la gracia de
Dios, cuantos participen en las fiestas pascuales, podrán conservar en su vida
y sus costumbres la realidad de la Pascua 116 .
16 de enero de 1988.
+ Pablo Agustín, Cardenal Mayer.
Prefecto.
Prefecto.
+ Virgilio Noe, Arzobispo
Titular de Voncaria.
Secretario.
Titular de Voncaria.
Secretario.
Cf. S. Cong. de Ritos, Decreto Dominicae
Resurrectionis (9 febrero 1951) AAS 43 (1951) 128-137; SCR, DecretoMaxima
redemptionis nostrae mysteria (16 noviembre 1955) AAS 47 (1955)
838-847.
Cf. Concilio Vat. II, Constitución
sobre Liturgia Sacrosanctum Concilium, nn. 5, 6, 61.
Cf. Normas universales sobre el año
litúrgico y sobre el calendario, n. 18.
Cf. Conc. Vat. II, Decreto sobre la
función pastoral de los obispos en la Iglesia, Christus Dominus, n.
15.
Cf. S. Congr. de Ritos, Decreto Maxima
redemptionis nostrae mysteria (16 nov. 1955) AAS 47 (1955) 838-847.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 429.
Cf. Ritual Romano, Ritual de la
iniciación cristiana de adultos, n. 8; Código de Derecho Canónico, can. 856.
Misal Romano, Vigilia pascual, n. 46.
Cf. Ritual Romano, Ritual de la
iniciación cristiana de adultos, cap. IV, sobre todo n. 303.
Cf. Ibidem nn. 330-333.
Cf. Caeremoniale episcoporum, nn. 250,
406-407; Cf. Ritual Romano, Ritual de la iniciación cristiana de adultos, n.41.
Cf. Normas universales sobre el año
litúrgico y sobre el calendario, n. 5. Cf. Ibidem n. 56f, et Notitiae, 23
(1987) 397.
Ibidem. n. 16,b.
Misal Romano, Ordenación general, n.
42; Cf. Ritual de la Penitencia, nn. 36-37.
Pablo VI, Const. Apost. Paenitemini.
II, 1 AAS 58 (1966) 183.
Caeremoniale episcoporum, n. 251.
Cf. Ibidem, n.
251; Conc. Vat. II, Constitución sobre la Sagrada
Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 109.
Caeremoniale episcoporum, n. 251.
Cf. Ibidem, n. 260.
Ibidem, n.252.
Cf. Normas universales sobre el año
litúrgico y sobre el calendario, n.28.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n.253.
Misal Romano, Miércoles de Ceniza.
Pablo VI, Const. Apost. Paenitemini.
II, 1 AAS 58 (1966) 138. Código de Derecho Canónico, can. 1251.
Misal Romano, Domingo I de Cuaresma,
oración colecta y sobre ofrendas.
Cf. Caeremoniale epicoporum, n.261.
Cf. Ibidem. nn. 408-410.
Misal Romano, Ordo Lectionum Missae,
segunda edición 198, Praenotanda, n. 97.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 253.
Cf. Misal Romano, rúbrica del sábado de
la semana IV de Cuaresma.
Cf. Normas universales sobre el año
litúrgico y sobre el calendario, n. 16, a.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 263.
Cf. Misal Romano, Domingo de Ramos de
la Pasión del Señor, n. 9.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 270.
Cf. Misal Romano, Domingo de Ramos de
la Pasión del Señor, n. 16.
Cf. Ibidem. n.19.
Cf. Ibidem. n. 22. Para la misa que el
obispo preside, cf. Caeremoniale episcoporum, n. 74.
Conc. Vat. II, Decreto sobre la vida y
el ministerio de los presbíteros, Presbyterorum ordinis, n. 7.
Caeremoniale episcoporum, n. 275.
Cf. Ibidem. 276.
Cf. Ritual de la Penitencia, Apéndice
II, nn. 1-7
Cf. S. Congr. de Ritos, Decreto Maxima
redemptionis nostrae mysteria (6 de noviembre 1955) AAS 47 (1955) 858.
S. Agustín, Ep. 55, 24, Pl, 35, 215.
Cf. Mc 2, 19-20; Tertuliano, De
ieiunio 2 et 13, Corpus christianorum II, p. 1271.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 295;
Conc. Vat. II, Const. sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium,
n. 110.
Cf. Ibidem, n. 296; Ordenación general
de la Liturgia de las Horas, n. 210.
Cf. S. Congr. De Ritos,
Instrucción Eucharisticum mysterium, (25 de mayo 1967) n.26. AAS 59
(1967) 558. N.B. En los monasterios de monjas la celebración del Triduo pascual
se hará con la máxima solemnidad posible en la iglesia del monasterio.
S. Congregación de Ritos, Ordenaciones
y declaraciones acerca el nuevo Ordo sobre la Semana santa, (1 febrero 1957)
n.21; AAS 49 (1957) 91-95.
Conc. Vat. II, Decreto sobre la
formación sacerdotal, Optatam totius, n. 8.
Cf. S. Congregación para la educación
católica, Instrucción sobre la formación litúrgica en los seminarios, (17 mayo
1979) nn.15, 33.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 297.
Cf. Misal Romano, Misa vespertina de la
Cena del Señor.
Cf. Ibidem.
Cf. Ibidem, n.1.
Conc. Vat. II, Constitución sobre la
Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 55; S. Congregación de
Ritos, Instrucción Eucharisticum mysterium, (25 mayo 1967) n. 31.
AAS 59 (1967) 557-558.
S. Congregación de Ritos, Decreto Maxima
redemptionis nostrae mysteria (16 noviembre 1955) n. 9, AAS 47 (1955)
895.
Cf. Misal Romano, Misa vespertina en la
Cena del Señor.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 300.
Mt 20, 28.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 303.
Cf. Misal Romano, Misa vespertina en la
Cena del Señor, nn. 15-16.
Cf. S. Congregación de Ritos,
Declaración del 15 marzo 1956, n. 3, AAS 48 (1956) 153; S. Congregación de
Ritos, Ordenaciones y declaraciones acerca del nuevo Ordo de la Semana Santa,
(1 febrero 1957) n. 14; AAS 47 (1975) 93.
Cf. Misal Romano, Misa vespertina en la
Cena del Señor, n. 21; S. Congregación de Ritos, Maxima redemptionis
nostrae mysteria (16 noviembre 1955) nn. 8-10 AAS 47 (1955) 845.
1Cor 5, 7.
Cf. Misal Romano, Viernes santo de la
Pasión del Señor, nn. 1, 3.
Paulo VI, Const. Apost. Paenitemini,
II, 2; AAS 58 (1966) 183; Código de Derecho Canónico, can. 1251.
Cf. Misal Romano, Viernes santo de la
Pasión del Señor, n. 1. Congregación para el Culto Divino, Declaración Ad
Missale Romanum, in Notitiae 13 (1977) 602.
Cf. Ibidem, n. 3; S. Congregación de
Ritos, Ordenaciones y declaraciones acerca el nuevo Ordo de la Semana Santa, (1
febrero1957) n. 15; AAS 49 (1957) 94.
Cf. Ibidem, n. 5 segunda oración.
Cf. Ibidem, n. 9; Cf. Caeremoniale
episcoporum, n. 319.
Cf. Ibidem, n. 12.
Cf. Misal Romano, Ordenación general,
n. 46.
Cf. Misal Romano, Viernes santo de la
Pasión del Señor, n. 19.
Cf. Miq. 6,
3-4.
Cf. Conc. Vat. II, Constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum
Concilium, n. 13.
Cf. Misal Romano, Sábado santo; Símbolo
de los Apóstoles; 1Pe 3, 19.
Cf. Ordenación general de la Liturgia
de las Horas, n. 210.
Misal Romano, Sábado santo.
S. Congregación de Ritos, Decreto Maxima
redemptionis nostrae mysteria (16 de noviembre 1955) n. 2, AAS 47
(1955) 843.
Cf. Ex 12, 42.
San Agustín, Sermón 219, PL 38, 1088.
Caeremoniale episcoporum, n. 333.
Cf. Ibidem, n. 333; Misal Romano,
Vigilia pascual, n. 3.
S. Congregación de Ritos,
Instrucción Eucharisticum mysterium, (25 mayo 1967) n. 28. AAS 59
(1967) 556-557.
Misal Romano, Vigilia pascual, n. 19,
pregón pascual.
Cf. Conc. Vat. II, Constitución sobre
la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n.6; Cf. Rom 6, 3-6; Ef
2, 5-6; Col 2, 12-13; 2Tim 2, 11-12.
"Esta noche la pasamos en vigilia
porque el Señor ha resucitado y ha dado comienzo en su propia carne a aquella
vida que no conoce ni muerte ni sueño; de tal manera ha resucitado que ya no
puede volver a morir ni tiene ya la muerte algún dominio sobre él...Por lo
tanto, Aquel a quien cantamos resucitado mientras celebramos la vigilia, hará
que vivamos reinando con él para siempre". S. Agustín, Sermón
Guelferbytano, n. 5, 4, PLS 2, 552.
Misal Romano, Vigilia pascual, n. 7.
Cf. Ibidem, nn. 10-12.
Cf. Ibidem, n. 17.
Lc 24, 27; Vf. Lc 24, 44-45.
Cf. Misal Romano, Vigilia pascual, n.
21.
Cf. Ibidem, n. 23.
Cf. Caeremoniale episcoporum, n. 352.
Cf. Hch 4, 11-12; Mt 21, 42; Mc 12, 10;
Lc 20, 17.
Cf. Ritual Romano, Ritual de Bautismo
de niños, n. 6.
Cf. Misal Romano, Vigilia pascual, n.
48.
Cf. Ibidem, n. 45.
Cf. Ibidem, n. 47.
Cf. Ibidem, n. 49; Ritual Romano,
Ritual de la iniciación cristiana de adultos, n. 36.
Cf. Misal Romano, Vigilia pascual, n.
53; Ibidem, Misas rituales, 3. En la administración del bautismo.
Cf. Misal Romano, Ordenación general
del Misal Romano, nn. 240-242.
Cf. Conc. Vat. II, Constitución sobre
la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 56.
Cf. Ordenación general de la Liturgia
de las Horas, n. 213.
Cf. Misal Romano, Domingo de Pentecostés,
rúbrica final; Ritual Romano, Ritual de bautismo de niños, Sobre la iniciación
cristiana, Ordenación general, n. 25.
Cf. Normas universales sobre el año
litúrgico y sobre el calendario, n. 22.
Cf. Ibidem, nn. 5. 23.
Cf. Ibidem, n. 58.
Cf. Ritual Romano, Ritual de la
iniciación cristiana de adultos, nn. 235-237. Cf. Ibidem, nn. 238-239.
Cf. Código de Derecho Canónico, can
920.
S. Congregación de Ritos, Decreto Maxima
redemptionis nostrae mysteria (16 noviembre 1955) n. 24, AAS 47 (1955)
847.
Bendicional, cap. I, II, Bendición
anual de las familias en su propias casas.
Cf. Conc. Vat. II, Constitución sobre
la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium, n.13. Cf. Congregación para
el Culto Divino, Orientamenti e proposte per la celebrazione dell'anno
mariano (3 abril 1987) nn. 3, 51-56.
Cf. Normas universales sobre el año
litúrgico y sobre el calendario, n. 23.
Las primeras vísperas de la solemnidad
pueden unirse con la Misa, según el modo previsto en la Ordenación general de
la Liturgia de las Horas, n. 96. Para que aparezca con más nitidez el misterio
de este día, pueden leerse diversas lecturas de la Sagrada Escritura, de entre
las que propone el leccionario, como facultativas, para esta Misa. En este
caso, el lector lee en el ambón la primera lectura. Después el salmista o el
cantor proclama el salmo, repitiendo la asamblea la respuesta o estribillo.
Seguidamente, poniéndose todos de pie, el sacerdote dice: Oremos.
Después de un breve espacio de oración silenciosa, dice la oración colecta
conveniente (por ejemplo, una de las colectas de las ferias de la séptima
semana de Pascua).
S. León Magno, Sermón 6 de Cuaresma,
1-2, PL 54, 285.
Cf. Misal Romano, Sábado después del
domingo VII de Pascua, oración colecta.
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