jueves, 7 de marzo de 2013


Nuevo “Ordo” de la Semana Santa. Reforma de S.S. Pío XII.


       Santa fue llamada, desde muy antiguo, esta especial Semana litúrgica por la importancia de los Ministerios en ella conmemorados (Institución de la Eucaristía, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor). Al mismo tiempo, a través de los siglos, fue enriqueciéndose esta Semana con ritos cada vez más espléndidos y piadosos.
       “Estos ritos se celebraron al principio en los mismos días y a la misma hora en que habían sucedido los misterios recordados, Y así, la institución de la Santísima Eucaristía se conmemoraba en la tarde del jueves con la Misa solemne “in Cena Domini”; en la tarde del viernes se desarrollaba una especial función litúrgica en conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor; y por la tarde del sábado se daba comienzo a la solemne vigilia, que terminaba a la mañana siguiente con la gloria de la Resurrección”
       Sin embargo, en la Edad Media, y por varias causas, se comenzó a anticipar la hora de las funciones litúrgicas de estos días, de modo que a finales de la Edad Media todas aquellas solemnidades fueron celebradas por la mañana, con daño evidente del sentido litúrgico y no sin oposición con la narración evangélica y las correlativas conmemoraciones litúrgicas. Sobre todo la solemne vigilia pascual, desplazada de su apropiada hora nocturna, perdió toda su originaria claridad y el significado de las fórmulas y de los símbolos. Por otra parte, el Sábado Santo, dedicado a una anticipada gloria pascual, perdió su carácter de luto o duelo en recuerdo de la sepultura del Señor.
Jueves santo
Viernes santo
Sábado de gloria
Domingo
10 a.m. lavatorio
10 a.m. santos oficios
10 a.m. misa de resurrección (agua de gloria)



El tiempo entre los israelitas.
Noche y día (Gn 1)

      En tiempos más recientes se introdujo otro cambio, y éste, desde el punto de vista pastoral, más grave. De hecho el Jueves, el Viernes y el Sábado Santos fueron contados durante muchos siglos entre los días festivos, precisamente para permitir a todos los fieles, libres de trabajo, asistir a los sagrados ritos de aquellos días. Pero en el siglo XVII, dadas la condiciones de la vida social radicalmente transformadas, los Sumos Pontífices se vieron obligados a disminuir el número de los días festivos. Así, Urbano VIII, con la constitución apostólica “Universa per Orbem”, de 24 de septiembre de 1642, se vio precisado a reducir a días feriales  el triduo sagrado de la Semana Santa.
      De ello derivó necesariamente una disminución de la asistencia de los fieles a estos ritos, sobre todo por razón de que su celebración había sido anticipada desde hacía mucho tiempo a la mañana de días feriales o de trabajo. La experiencia común y casi universal demostró que frecuentemente estas solemnes funciones litúrgicas del triduo sagrado eran celebradas por el clero en iglesias casi desiertas. Lo que ciertamente es de lamentar. Pues los ritos de la Semana Santa no sólo tienen una especial dignidad, sino que poseen también una singular fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana, y no pueden tener compensación adecuada en los piadosos ejercicios de devoción, llamados comúnmente “extralitúrgicos”, que tienen lugar en la tarde del triduo sacro.”
      Por todas estas razones, eminentes liturgistas, sacerdotes con cura de almas, y sobre todo Obispos, de todo el orbe católico se dirigieron en estos últimos tiempos a la Santa Sede pidiendo el restablecimiento de la antigua tradición cristiana en cuanto a las horas de los Divinos Oficios. Así, al celebrarse por la tarde en el Triduo Sacro los fieles podrán concurrir más fácilmente a ellos.
      Estudiado cuidadosamente todo ello, la Santa Sede autorizó en 1951 la liturgia de la Vigilia Pascual (que tan excelentes resultados dio en todas partes); y ahora, por Decreto “Máxima Redemptionis” (del 16 de noviembre de 1955), se declara obligatoria para toda la Iglesia universal la instauración del nuevo “Ordo” litúrgico de la Semana Santa.


      Dos objetivos se propone el nuevo “Ordo”: 1) restablecer el horario primitivo, más conforme con los dolorosos sucesos de la Pasión y Muerte del Señor; y 2) que pueda ser más fructuosa la participación de los fieles en las celebraciones litúrgicas.
      El Decreto citado va seguido de una Instrucción para la recta aplicación del “Ordo” de la Semana Santa. En ella se insiste en la adecuada preparación pastoral y ritual de los fieles, a fin de que saquen el mayor provecho espiritual de este nuevo ordenamiento de la Semana Santa. “Durante la Cuaresma –dice- sean convenientemente instruídos los fieles para que comprendan en su justo sentido el nuevo “Ordo” de la Semana Santa, de suerte que puedan tomar parte consciente y devotamente en los sagrados Oficios.”
      Vamos a entrar ahora en le período más sagrado del año. Se acentúa el carácter dramático del misterio de la Redención; paso a paso la Iglesia nos exhibe ante los ojos las escenas de aquellos días trágicos, empezando por la apoteosis popular del domingo de Ramos y terminando con la muerte y sepultura del Salvador. Que esta Semana, sentida y vivida intensamente, como fruto de la oración y penitencia de toda la Cuaresma nos prepare con la limpieza de nuestra alma a celebrar las alegrías pascuales del triunfo de Cristo.
Nueva Semana Santa.   P. Castillo.

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