Nuevo “Ordo” de
la Semana Santa. Reforma de S.S. Pío XII.
Santa fue llamada, desde muy antiguo, esta especial Semana litúrgica por la
importancia de los Ministerios en ella conmemorados (Institución de la
Eucaristía, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor). Al mismo tiempo, a través
de los siglos, fue enriqueciéndose esta Semana con ritos cada vez más
espléndidos y piadosos.
“Estos ritos se celebraron al principio en los mismos días y a la misma hora en
que habían sucedido los misterios recordados, Y así, la institución de la
Santísima Eucaristía se conmemoraba en la tarde del jueves con la Misa solemne
“in Cena Domini”; en la tarde del viernes se desarrollaba una especial función
litúrgica en conmemoración de la Pasión y Muerte del Señor; y por la tarde del
sábado se daba comienzo a la solemne vigilia, que terminaba a la mañana
siguiente con la gloria de la Resurrección”
Sin embargo, en la Edad Media, y por varias causas, se comenzó a anticipar la
hora de las funciones litúrgicas de estos días, de modo que a finales de la
Edad Media todas aquellas solemnidades fueron celebradas por la mañana, con
daño evidente del sentido litúrgico y no sin oposición con la narración
evangélica y las correlativas conmemoraciones litúrgicas. Sobre todo la solemne
vigilia pascual, desplazada de su apropiada hora nocturna, perdió toda su
originaria claridad y el significado de las fórmulas y de los símbolos. Por
otra parte, el Sábado Santo, dedicado a una anticipada gloria pascual, perdió
su carácter de luto o duelo en recuerdo de la sepultura del Señor.
Jueves santo
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Viernes santo
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Sábado de gloria
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Domingo
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10 a.m. lavatorio
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10 a.m. santos
oficios
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10 a.m. misa de
resurrección (agua de gloria)
|
El tiempo entre los
israelitas.
Noche y día (Gn 1)
En tiempos más recientes se introdujo otro cambio, y éste, desde el punto de
vista pastoral, más grave. De hecho el Jueves, el Viernes y el Sábado Santos
fueron contados durante muchos siglos entre los días festivos, precisamente
para permitir a todos los fieles, libres de trabajo, asistir a los sagrados
ritos de aquellos días. Pero en el siglo XVII, dadas la condiciones de la vida
social radicalmente transformadas, los Sumos Pontífices se vieron obligados a
disminuir el número de los días festivos. Así, Urbano VIII, con la constitución
apostólica “Universa per Orbem”, de 24 de septiembre de 1642, se vio precisado
a reducir a días feriales el triduo sagrado de la Semana Santa.
De ello derivó necesariamente una disminución de la asistencia de los fieles a
estos ritos, sobre todo por razón de que su celebración había sido anticipada
desde hacía mucho tiempo a la mañana de días feriales o de trabajo. La
experiencia común y casi universal demostró que frecuentemente estas solemnes
funciones litúrgicas del triduo sagrado eran celebradas por el clero en
iglesias casi desiertas. Lo que ciertamente es de lamentar. Pues los ritos de
la Semana Santa no sólo tienen una especial dignidad, sino que poseen también
una singular fuerza y eficacia sacramental para alimentar la vida cristiana, y
no pueden tener compensación adecuada en los piadosos ejercicios de devoción,
llamados comúnmente “extralitúrgicos”, que tienen lugar en la tarde del triduo
sacro.”
Por todas estas razones, eminentes liturgistas, sacerdotes con cura de almas, y
sobre todo Obispos, de todo el orbe católico se dirigieron en estos últimos
tiempos a la Santa Sede pidiendo el restablecimiento de la antigua tradición
cristiana en cuanto a las horas de los Divinos Oficios. Así, al celebrarse por
la tarde en el Triduo Sacro los fieles podrán concurrir más fácilmente a ellos.
Estudiado cuidadosamente todo ello, la Santa Sede autorizó en 1951 la liturgia
de la Vigilia Pascual (que tan excelentes resultados dio en todas partes); y
ahora, por Decreto “Máxima
Redemptionis” (del 16 de noviembre de 1955), se declara obligatoria para toda la
Iglesia universal la instauración del nuevo “Ordo” litúrgico de la Semana
Santa.
Dos objetivos se propone el nuevo “Ordo”:
1) restablecer el horario primitivo, más conforme con los dolorosos sucesos de
la Pasión y Muerte del Señor; y 2) que pueda ser más fructuosa la participación
de los fieles en las celebraciones litúrgicas.
El Decreto citado va seguido de una Instrucción para la recta aplicación del
“Ordo” de la Semana Santa. En ella se insiste en la adecuada preparación
pastoral y ritual de los fieles, a fin de que saquen el mayor provecho
espiritual de este nuevo ordenamiento de la Semana Santa. “Durante la Cuaresma
–dice- sean convenientemente instruídos los fieles para que comprendan en su
justo sentido el nuevo “Ordo” de la Semana Santa, de suerte que puedan tomar
parte consciente y devotamente en los sagrados Oficios.”
Vamos a entrar ahora en le período más sagrado del año. Se acentúa el carácter
dramático del misterio de la Redención; paso a paso la Iglesia nos exhibe ante
los ojos las escenas de aquellos días trágicos, empezando por la apoteosis
popular del domingo de Ramos y terminando con la muerte y sepultura del
Salvador. Que esta Semana, sentida y vivida intensamente, como fruto de la
oración y penitencia de toda la Cuaresma nos prepare con la limpieza de nuestra
alma a celebrar las alegrías pascuales del triunfo de Cristo.
Nueva
Semana Santa. P. Castillo.
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