¿Sabías
que puedes obtener una indulgencia plenaria el Domingo de la Misericordia?
REDACCIÓN CENTRAL, 09 Abr. 15 / 06:31 pm (ACI).-
Durante las apariciones del Señor de la Divina Misericordia a Santa Faustina, Cristo aseguró
varias gracias a los que se acercaran a su misericordia. San Juan
Pablo II, más adelante, instituyó oficialmente la indulgencia
plenaria para esta fiesta.
“Deseo que la Fiesta de
la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente,
para los pobres pecadores… El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión
obtendrá el perdón total de las culpas y de las
penas… Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados
sean como escarlata”, dijo el Señor en una promesa que hizo a Santa Faustina
Kowalska en una de las apariciones místicas que le concedió.
En el 2002, esta promesa
de Cristo se hizo “oficial” en la Iglesia cuando, por mandato de San Juan Pablo
II, la Santa
Sede publicó el “decreto sobre las indulgencias
recibidas en la Fiesta de la Divina Misericordia”, un don que
también puede alcanzar a los enfermos y los navegantes en altamar.
En el segundo domingo de Pascua, que este año se celebra el 12 de
abril, se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones
habituales (confesión sacramental, comunión
eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice)
al fiel que participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia
divina.
“O al menos rece, en
presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o
conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación
piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso,
confío en ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo se concede
indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor
Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.
También los enfermos y
las personas que los asisten, los navegantes, los afectados por la guerra, las
vicisitudes políticas o la inclemencia de los lugares “ytodos los que por justa causa no
pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad,
podrán conseguir la indulgencia plenaria”.
Esto siempre y cuando,
con total rechazo de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto
sea posible, las tres condiciones habituales recen “frente a una piadosa imagen
de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo
una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo, si ni siquiera
se pudiera hacer lo antes descrito, podrán obtener la indulgencia plenaria “los
que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra
prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a
la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de suvida,
teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las
tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria”.
Jesucristo también
prometió a Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de la Divina Misericordia junto a los moribundos se pondrá
“entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el
Salvador misericordioso”.
¿Qué son y en qué se basan las indulgencias en la
Iglesia? Una respuesta detallada del Cardenal Piacenza
ATICANO, 11 Mar. 15 / 06:53 pm (ACI).- Entre los
diversos medios de salvación que ofrece la Iglesia Católica están las indulgencias, que
pueden ser parciales o plenarias. ¿Qué son? ¿En qué se fundamentan? ¿Para qué
sirven? ¿Pueden obtenerse para otros? A estas y otras preguntas respondió el
Penitenciario Mayor, el Cardenal italiano Mauro Piacenza, que hace poco pronunció
una conferencia sobre el tema.
La Enciclopedia Católica señala que en el lenguaje teológico
se suele usar la palabra indulgencia “en su sentido original para
significar la bondad o el favor de Dios. Pero en el sentido estricto del
término (...) es la remisión del castigo temporal debido al pecado cuya
culpabilidad ha sido ya perdonada” en el sacramento de la confesión.
El pasado 9 de marzo en
el marco del 26° Curso de Fuero Interno dirigido a sacerdotes confesores y
seminaristas próximos a la ordenación sacerdotal, el Cardenal pronunció la lectio
magistralis “El gran tesoro de las indulgencias”
en donde explicó que estas constituyen “una preciosa síntesis entre teología y
espiritualidad, entre praxis penitencial y solicitud pastoral, entre doctrina
sobre la Misericordia y devoción popular”.
En el texto enviado a ACI Prensa,
el Purpurado precisa que la conferencia estuvo dividida en tres partes, la
primera de las cuales se titula “Las
indulgencias, tesoro de la Misericordia de Dios para la Iglesia”
en la que el Cardenal resalta que el Señor sobrepasa y excede su perdón “en
todo lo posible al mal obrado por el hombre”.
“Podemos decir que, si
Dios es bondad suprema, no es, sin embargo, la bondad como la conocemos y de la
que tenemos experiencia; si Dios es justicia, no es la justicia como la
conocemos: Dios es Amor, pero no el amor del que tenemos experiencia. Lo mismo
vale para el gran misterio de la misericordia. Dios es misericordia, pero no es
la misericordia (...) de la que tenemos experiencia”.
La misericordia
de Dios “es siempre más grande y siempre va
‘más allá’ de cualquier experiencia humana concreta”.
El Cardenal Piacenza
afirma luego que es Cristo mismo quien confía a la Iglesia la tarea de
establecer la forma de las indulgencias y que para comprender este don es
necesario entender la “distinción teológica entre culpa y pena. Sabemos bien
que la culpa es redimida por la
Reconciliación sacramental, mientras que la pena temporal por los pecados
cometidos permanece y
exige el don ulterior de la indulgencia para ser redimida”.
Luego de comentar que
las “indulgencias son incomprensibles para el hombre secularizado y también
para aquellos cristianos que, en nombre de la desmitificación del Cristianismo,
lo ha reducido a una doctrina ética”, el Penitenciario Mayor subrayó que en vez
de eso la indulgencia “es un himno a la libertad, un
reconocimiento hasta el fondo de la dignidad del hombre que, por ser racional, libre y capaz
de la voluntad, debe ser siempre considerado ordinariamente de sus propios
actos”.
“Preservando el tesoro
de las indulgencias se preserva entonces la trascendencia de Dios, a través del
reconocimiento humilde a la excedencia de su misericordia se preserva la
dignidad del hombre, que siempre debe ser considerado capaz de elecciones
libres y, por tanto, responsable de los propios actos. Se preserva también
entonces la verdad de la historia, en la cual los actos se realizan y que, por
su naturaleza, en su objetividad factual, se sustraen de cualquier
manipulación”.
La segunda parte de la
conferencia tuvo como título “Las
indulgencias, mirada sobrenatural de la Iglesia y sobre la Iglesia”,
en la que el Cardenal resaltó que “la remisión de las penas temporales puede
ser acogida por el fiel solo por la intervención de la Iglesia” que es ministra
de la Redención y Communio sanctorum (Comunión de los Santos).
“La Iglesia
tiene el poder de redimir los pecados solo porque Dios se ha hecho hombre y
porque el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir los
pecados. En ese sentido, la acción sacramental de la Iglesia es
totalmente relativa (relacionada) a Cristo y siempre, en ese sentido, la
administración del tesoro de las indulgencias es fiel servicio a la excedente
misericordia del misterio”.
Tras alentar a “superar
cualquier forma de reducción inmanentista del Cristianismo y de la Iglesia”, el
Penitenciario aseguró que en la Comunión de los santos, elemento necesario para
entender las indulgencias, están unidos todos los bautizados: los santos y
beatos en el Cielo,
los fieles en la tierra y las almas que se purifican en el purgatorio.
“Esta es la razón por la
que, asumiendo el misterio de la libertad en el tiempo,cualquier bautizado puede lucrar la
indulgencia para sí mismo o puede aplicarla a las almas purgantes,
en razón no de una insostenible sustitución de la libertad personal, sino por
la común vocación a la salvación y los distintos y complentarios estados en los
que se encuentran los bautizados”.
En cuanto a la libertad
de los fieles bautizados que aún están en la tierra, el Cardenal precisó que
todos pueden lucrar u obtener la indulgencia para sí mismos o para un difunto,
“pero nunca para otro hombre que esé
todavía dotado de su libertad, y por tanto llamado a elegir y
convertirse personalmente, a acoger personalmente el don de la misericordia”.
El Cardenal indicó luego
que a la Iglesia le es confiada la tarea de “anunciar al mundo entero que Jesús
es el Señor y que el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir
los pecados. Solo ese anuncio, que se convierte en experiencia concreta
de redención y de vida nueva, puede renovar la faz de la tierra”.
“El tesoro de las
indulgencias es entonces más eficaz que cualquier reforma humana, que cualquier
intento humano, solo humano, demasiado humano como para cambiar las cosas. Solo
quienes se dejan cambiar por la divina misericordiay, con humildad, se dejan
atraer abundantemente hacia la Iglesia y el tesoro sobrenatural de las
indulgencias, pueden ser el propio destino realmente cambiado y, con eso, el de
la humanidad, a partir de aquella porción de humanidad que les es más cercana”.
Como tercer punto de la
conferencia, el Cardenal se refirió a “Algunas
aspectos pastorales de las indulgencias”, en el que resaltó la
necesidad de una buena pastoral fundada en una doctrina auténtica para comprender
este tema.
El Purpurado dijo que
“en el sacramento de la Reconciliación, el hombre herido por el pecado y la
culpa, deja que Cristo, el Buen Samaritano, se incline sobre él y vierta aceite
y vino en sus heridas, (...) sabiendo que el precio total de tal Redención ha
sido saldado por la Cruz de Cristo Señor”.
“La celebración de la
Eucaristía con la Comunión sacramental, subraya la dimensión eclesial de la
indulgencia, que exige ser acogida en aquella Comunión sobrenatural que es don
del Espíritu Santo y que, por esto mismo, trasciende infinitamente toda mera
comunión psíquica, alianza humana o simple adhesión ideológica”.
El Cardenal Piacenza
precisó luego que “la
Comunión con la Iglesia es Comunión con toda la Iglesia, no solo con una parte
de ella”.
“Nunca es aplicable a la
Iglesia y, en ella, ni a la doctrina ni a la pastoral, el criterio de la
‘mayoría simple’. Y esto por dos razones, una histórica y otra teológica. La
histórica es que ¡Cristo no era mayoría! Y aquí la teológica: ¡la mayoría de la
Iglesia son los santos!”
El Penitenciario Mayor
prosiguió explicando que “quien pide a la Iglesia atuar ante el infinito tesoro
de la divina Misericordia, para que sus penas sean canceladas, lo
hace en comunión con la Iglesia extendida en todo el mundo y con los fieles en Cristo que, en el
mundo, unen su propia oración a la del Señor para obtener la salvación de cada
uno”.
Sobre la oración por el
Papa que se exige para obtener una indulgencia, el Cardenal Piacenza dijo que
“esto recuerda a cada uno que la primera tarea de Pedro es la de rezar por la
Iglesia y que quienes piden a la Iglesia el don de
la indulgencia están llamados a unir su oración a la de Pedro, haciéndola así
universal”.
“Rezar por las
intenciones del Santo Padre significa reconocer, indirectamente, el poder de
las llaves, poder al que está sometido
directamente el tesoro de las indulgencias, por la misma voluntad salvífica de
Cristo”.
Para concluir, el
Penitenciario Mayor hizo votos para que la Virgen María, Madre de la
Misericordia, “abra las mentes y los corazones de pastores y fieles, para
comprender, acoger, vivir y proponer la experiencia sobrenatural de las
indulgencias y a través de ella, la de la excedencia de Dios, de la realidad
teándrica de la Igñesia y del valor salvífico de cada auténtica propuesta
pastoral y sacramental”.
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