miércoles, 1 de mayo de 2013

Cantos en la misa; Gestos y posturas corporales.

Mucho me ha llamado la atención en toda mi vida sacerdotal los usos o abusos que el pueblo de Dios comete dentro de la celebración eucarística fomentados muchas veces por el mismo sacerdote celebrante (que puede ser también el Sr. obispo).  Durante mis años de director de la Unidad Escolar Particular Miguel Cástulo de Alatriste, en Izúcar de Matamoros, Pue. y siendo Cuasipárroco en La Galarza, hacía a mis alumnos y a mis feligreses esta observación: cuando estamos en una ceremonia cívica, si se rinden honores a la bandera, estamos de pie, atentos, sin platicar, sin distracciones, sin movernos y con el signo de saludar, y eso que sólo la bandera es un símbolo; pues qué hemos de hacer si estamos ante la presencia real de nuestro Señor Jesucristo en la Misa.

Qué mejor que dar una mirada a la Instrucción General del Misal Romano, que nos da la instrucción básica y reglamentaria para la celebración correcta de la liturgia. Sé que los fieles tienen ya unas costumbres de años, pero explicándoles las razones y haciéndoles un signo oportuno se podrá corregir lo necesario.

En cuanto a los cantos:

41. En igualdad de circunstancias, dése el primer lugar al canto gregoriano, ya que es propio de la Liturgia romana. De ninguna manera se excluyan otros géneros de música sacra, especialmente la polifonía, con tal que sean conformes con el espíritu de la acción litúrgica y favorezcan la participación de todos los fieles.Como cada día es más frecuente que se reúnan fieles de diversas naciones, conviene que esos mismos fieles sepan cantar juntos en lengua latina, por lo menos algunas partes del Ordinario de la Misa, especialmente el símbolo de la fe y la Oración del Señor, usando las melodías más fáciles.

Y en cuanto a los gestos y posturas durante la misa:

Gestos y posturas corporales
42. Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben tender a que toda la celebración resplandezca por el noble decoro y por la sencillez, a que se comprenda el significado verdadero y pleno de cada una se sus diversas partes y a que se favorezca la participación de todos. Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas.

La uniformidad de las posturas, que debe ser observada por todos participantes, es signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes.

43. Los fieles están de pie desde el principio del canto de entrada, o bien, desde cuando el sacerdote se dirige al altar, hasta la colecta inclusive; al canto del Aleluya antes del Evangelio; durante la proclamación del Evangelio; mientras se hacen la profesión de fe y la oración universal; además desde la invitación Oren, hermanos, antes de la oración sobre las ofrendas, hasta el final de la Misa, excepto lo que se dice más abajo.
En cambio, estarán sentados mientras se proclaman las lecturas antes del Evangelio y el salmo responsorial; durante la homilía y mientras se hace la preparación de los dones para el ofertorio; también, según las circunstancias, mientras se guarda el sagrado silencio después de la Comunión.
Por otra parte, estarán de rodillas, a no ser por causa de salud, por la estrechez del lugar, por el gran número de asistentes o que otras causas razonables lo impidan, durante la consagración. Pero los que no se arrodillen para la consagración, que hagan inclinación profunda mientras el sacerdote hace la genuflexión después de la consagración.
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Para conseguir esta uniformidad en los gestos y en las posturas en una misma celebración, obedezcan los fieles a las moniciones que hagan el diácono o el ministro laico, o el sacerdote, de acuerdo con lo que se establece en el Misal.

El silencio
45. Debe guardarse también, en el momento en que corresponde, como parte de la celebración, un sagrado silencio. Sin embargo, su naturaleza depende del momento en que se observa en cada celebración. Pues en el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran.
Ya desde antes de la celebración misma, es laudable que se guarde silencio en la iglesia, en la sacristía, en el “secretarium” y en los lugares más cercanos para que todos se dispongan devota y debidamente para la acción sagrada.

¿Hasta cuándo durará la maldad humana?

¿Qué queda de tanto mal?  ¿Acaso la maldad humana tiene límites?
Después de muchos días de no ver cine, y por el furor de la saga que ha estrenado la película Iron Man 3, me decidí a ver la uno, al menos para ponerme al tanto y para poder entender si es que veo las siguientes.  Me llamó la atención el tema: después de crear armas de destrucción, cuando padece el protagonista el terror que ha creado, cuando ve las consecuencias que trae su negocio, decide acabar con sus propias armas, dedicarse a hacer algo útil para la humanidad.

Y las cosas que vienen junto: un socio que se aprovecha de los conocimientos y de los planes del sabio inventor.

Un amigo ante el gobierno y una chica hermosa que le pone romance a la película.

Qué difícil es renunciar a lo que se ha hecho durante tanto tiempo. Muchos se alarman, el negocio pierde más de la mitad de sus ganancias, el socio abusivo no permite la retirada.

Este tema me recordó unos comentarios del Papa Juan Pablo II en un libro: Memoria e Identidad.  Le preguntan por qué el mal en el mundo, si acaso el mal tiene límites, si acaso el hombre se puede cansar de tanto mal, ¿dónde está la presencia de Dios en esos momentos?, ¿por qué Dios no actúa ante el mal que el hombre causa?  Responde el Papa reflexionando sobre la misericordia de Dios, que respeta la libertad humana y que espera que el hombre se encharque en su maldad hasta que ya no pueda más y entonces de tanto mal saca algo mejor.  Es la experiencia tras la segunda guerra mundial, la invasión alemana a su patria y la matanza de tantos hombres: judíos, rusos, polacos, gitanos, enfermos, despreciables, sacerdotes, religiosos, etc.  Dios da tiempo al hombre para refundirse en su maldad. Y siempre Dios va a manifestar su misericordia.

Alma misionera


Ángeles de Dios


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