La Cuaresma es una peregrinación personal y comunitaria de conversión y renovación espiritual. Ella nos recuerda que la vida cristiana es un combate sin pausa, en el que se deben usar las "armas" de la oración, del ayuno y de la penitencia... Combatir contra el mal, contra cualquier forma de egoísmo y de odio, y morir a nosotros mismos para vivir en Dios es el itinerario que todos los discípulos de Jesús estamos llamados a recorrer con humildad y paciencia, con generosidad y perseverancia.
Entremos en el clima típico de este tiempo litúrgico dejando que la Palabra de Dios nos ilumine y nos guíe. Escucharemos con frecuencia la invitación a cambiar de vida y a creer en el Evangelio, y se nos invitará constantemente a abrir el espíritu a la fuerza de la gracia divina.
Animados por un fuerte compromiso de solicitud amorosa por los hermanos, encaminémonos hacia la Pascua, acompañados por la Virgen María, Madre de la Iglesia y modelo de todo auténtico discípulo de Cristo. [Sintetizado de B XVI, Homilía, 1-111-2006].