sábado, 15 de septiembre de 2012



Virgen de los dolores




Los siete dolores de la Santísima Virgen María.


Primer Dolor - La profecía de Simeón (cf. Lucas 2,22-35)
Segundo Dolor - La huida a Egipto (Mateo 2,13-15)
Tercer Dolor - El Niño perdido en el Templo (Lucas 2,41 -50)
Cuarto Dolor - María se encuentra con Jesús camino al Calvario (IV Estación del Vía Crucis)
Quinto Dolor - Jesús muere en la Cruz (Juan 19,17-39)
Sexto Dolor - María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz
(Marcos 15, 42-46)
Séptimo Dolor -Jesús es colocado en el Sepulcro (Juan 19, 38-42)
    









La Madre piadosa estaba 
junto a la cruz, y lloraba 
mientras el Hijo pendía; 
cuya alma triste y llorosa,
 traspasada y dolorosa,
 fiero cuchillo tenía. 

¡Oh cuán triste y afligida 
estaba la Madre herida, 
de tantos tormentos llena, 
cuando triste contemplaba 
y dolorosa miraba 
del Hijo amado la pena! 

¿Y cuál hombre no llorara 
si a la Madre contemplara 
de Cristo en tanto dolor? 
¿Y quién no se entristeciera, 
Madre piadosa, si os viera 
sujeta a tanto rigor? 

Por los pecados del mundo, 
vio a Jesús en tan profundo 
tormento la dulce Madre. 
Vio morir al Hijo amado 
que rindió desamparado
 el espíritu a su Padre. 

¡Oh dulce fuente de amor!, 
hazme sentir tu dolor 
para que llore contigo. 
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado 
más viva en él que conmigo. 

Y, porque a amarlo me anime, 
en mi corazón imprime 
las llagas que tuvo en sí. 
Y de tu Hijo, Señora, 
divide conmigo ahora 
las que padeció por mí. 

Hazme contigo llorar 
y de veras lastimar 
de sus penas mientras vivo; 
porque acompañar deseo
 en la cruz, donde lo veo, 
tu corazón compasivo. 

¡Virgen de vírgenes santas!, 
llore ya con ansias tantas 
que el llanto dulce me sea; 
porque su pasión y muerte 
tenga en mi alma de suerte 
que siempre sus penas vea. 

Haz que su cruz me enamore 
y que en ella viva y more 
de mi fe y amor indicio; 
porque me inflame y encienda 
y contigo me defienda en el día del juicio. 

Haz que me ampare la muerte 
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance, vida y alma estén; 
porque, cuando quede en calma 
el cuerpo, vaya mi alma 
a su eterna gloria. Amén



















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