sábado, 11 de abril de 2015

Qué son las indulgencias. Qué es la indulgencia plenaria

¿Sabías que puedes obtener una indulgencia plenaria el Domingo de la Misericordia?

REDACCIÓN CENTRAL, 09 Abr. 15 / 06:31 pm (ACI).- Durante las apariciones del Señor de la Divina Misericordia a Santa Faustina, Cristo aseguró varias gracias a los que se acercaran a su misericordia. San Juan Pablo II, más adelante, instituyó oficialmente la indulgencia plenaria para esta fiesta.
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores… El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas… Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata”, dijo el Señor en una promesa que hizo a Santa Faustina Kowalska en una de las apariciones místicas que le concedió.
En el 2002, esta promesa de Cristo se hizo “oficial” en la Iglesia cuando, por mandato de San Juan Pablo II, la Santa Sede publicó el “decreto sobre las indulgencias recibidas en la Fiesta de la Divina Misericordia”, un don que también puede alcanzar a los enfermos y los navegantes en altamar.
En el segundo domingo de Pascua, que este año se celebra el 12 de abril, se concede la indulgencia plenaria, con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice) al fiel que participe en actos de piedad realizados en honor de la Misericordia divina.
“O al menos rece, en presencia del Santísimo Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo se concede indulgencia parcial “al fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.
También los enfermos y las personas que los asisten, los navegantes, los afectados por la guerra, las vicisitudes políticas o la inclemencia de los lugares “ytodos los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la indulgencia plenaria”.
Esto siempre y cuando, con total rechazo de cualquier pecado y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales recen “frente a una piadosa imagen de nuestro Señor Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo, si ni siquiera se pudiera hacer lo antes descrito, podrán obtener la indulgencia plenaria “los que se unan con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los sufrimientos de su enfermedad y las molestias de suvida, teniendo también ellos el propósito de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar la indulgencia plenaria”.
Jesucristo también prometió a Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de la Divina Misericordia junto a los moribundos se pondrá “entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez justo sino como el Salvador misericordioso”.
¿Qué son y en qué se basan las indulgencias en la Iglesia? Una respuesta detallada del Cardenal Piacenza

ATICANO, 11 Mar. 15 / 06:53 pm (ACI).- Entre los diversos medios de salvación que ofrece la Iglesia Católica están las indulgencias, que pueden ser parciales o plenarias. ¿Qué son? ¿En qué se fundamentan? ¿Para qué sirven? ¿Pueden obtenerse para otros? A estas y otras preguntas respondió el Penitenciario Mayor, el Cardenal italiano Mauro Piacenza, que hace poco pronunció una conferencia sobre el tema.
La Enciclopedia Católica señala que en el lenguaje teológico se suele usar la palabra indulgencia “en su sentido original para significar la bondad o el favor de Dios. Pero en el sentido estricto del término (...) es la remisión del castigo temporal debido al pecado cuya culpabilidad ha sido ya perdonada” en el sacramento de la confesión.
El pasado 9 de marzo en el marco del 26° Curso de Fuero Interno dirigido a sacerdotes confesores y seminaristas próximos a la ordenación sacerdotal, el Cardenal pronunció la lectio magistralis El gran tesoro de las indulgencias” en donde explicó que estas constituyen “una preciosa síntesis entre teología y espiritualidad, entre praxis penitencial y solicitud pastoral, entre doctrina sobre la Misericordia y devoción popular”.
En el texto enviado a ACI Prensa, el Purpurado precisa que la conferencia estuvo dividida en tres partes, la primera de las cuales se titula “Las indulgencias, tesoro de la Misericordia de Dios para la Iglesia” en la que el Cardenal resalta que el Señor sobrepasa y excede su perdón “en todo lo posible al mal obrado por el hombre”.
“Podemos decir que, si Dios es bondad suprema, no es, sin embargo, la bondad como la conocemos y de la que tenemos experiencia; si Dios es justicia, no es la justicia como la conocemos: Dios es Amor, pero no el amor del que tenemos experiencia. Lo mismo vale para el gran misterio de la misericordia. Dios es misericordia, pero no es la misericordia (...) de la que tenemos experiencia”.
La misericordia de Dios es siempre más grande y siempre va ‘más allá’ de cualquier experiencia humana concreta”.
El Cardenal Piacenza afirma luego que es Cristo mismo quien confía a la Iglesia la tarea de establecer la forma de las indulgencias y que para comprender este don es necesario entender la “distinción teológica entre culpa y pena. Sabemos bien que la culpa es redimida por la Reconciliación sacramental, mientras que la pena temporal por los pecados cometidos permanece y exige el don ulterior de la indulgencia para ser redimida”.
Luego de comentar que las “indulgencias son incomprensibles para el hombre secularizado y también para aquellos cristianos que, en nombre de la desmitificación del Cristianismo, lo ha reducido a una doctrina ética”, el Penitenciario Mayor subrayó que en vez de eso la indulgencia es un himno a la libertad, un reconocimiento hasta el fondo de la dignidad del hombre que, por ser racional, libre y capaz de la voluntad, debe ser siempre considerado ordinariamente de sus propios actos”.
“Preservando el tesoro de las indulgencias se preserva entonces la trascendencia de Dios, a través del reconocimiento humilde a la excedencia de su misericordia se preserva la dignidad del hombre, que siempre debe ser considerado capaz de elecciones libres y, por tanto, responsable de los propios actos. Se preserva también entonces la verdad de la historia, en la cual los actos se realizan y que, por su naturaleza, en su objetividad factual, se sustraen de cualquier manipulación”.
La segunda parte de la conferencia tuvo como título “Las indulgencias, mirada sobrenatural de la Iglesia y sobre la Iglesia”, en la que el Cardenal resaltó que “la remisión de las penas temporales puede ser acogida por el fiel solo por la intervención de la Iglesia” que es ministra de la Redención y Communio sanctorum (Comunión de los Santos).
“La Iglesia tiene el poder de redimir los pecados solo porque Dios se ha hecho hombre y porque el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir los pecados. En ese sentido, la acción sacramental de la Iglesia es totalmente relativa (relacionada) a Cristo y siempre, en ese sentido, la administración del tesoro de las indulgencias es fiel servicio a la excedente misericordia del misterio”.
Tras alentar a “superar cualquier forma de reducción inmanentista del Cristianismo y de la Iglesia”, el Penitenciario aseguró que en la Comunión de los santos, elemento necesario para entender las indulgencias, están unidos todos los bautizados: los santos y beatos en el Cielo, los fieles en la tierra y las almas que se purifican en el purgatorio.
“Esta es la razón por la que, asumiendo el misterio de la libertad en el tiempo,cualquier bautizado puede lucrar la indulgencia para sí mismo o puede aplicarla a las almas purgantes, en razón no de una insostenible sustitución de la libertad personal, sino por la común vocación a la salvación y los distintos y complentarios estados en los que se encuentran los bautizados”.
En cuanto a la libertad de los fieles bautizados que aún están en la tierra, el Cardenal precisó que todos pueden lucrar u obtener la indulgencia para sí mismos o para un difunto, “pero nunca para otro hombre que esé todavía dotado de su libertad, y por tanto llamado a elegir y convertirse personalmente, a acoger personalmente el don de la misericordia”.
El Cardenal indicó luego que a la Iglesia le es confiada la tarea de “anunciar al mundo entero que Jesús es el Señor y que el Hijo del hombre tiene el poder, sobre la tierra, de redimir los pecados. Solo ese anuncio, que se convierte en experiencia concreta de redención y de vida nueva, puede renovar la faz de la tierra”.
“El tesoro de las indulgencias es entonces más eficaz que cualquier reforma humana, que cualquier intento humano, solo humano, demasiado humano como para cambiar las cosas. Solo quienes se dejan cambiar por la divina misericordiay, con humildad, se dejan atraer abundantemente hacia la Iglesia y el tesoro sobrenatural de las indulgencias, pueden ser el propio destino realmente cambiado y, con eso, el de la humanidad, a partir de aquella porción de humanidad que les es más cercana”.
Como tercer punto de la conferencia, el Cardenal se refirió a “Algunas aspectos pastorales de las indulgencias”, en el que resaltó la necesidad de una buena pastoral fundada en una doctrina auténtica para comprender este tema.
El Purpurado dijo que “en el sacramento de la Reconciliación, el hombre herido por el pecado y la culpa, deja que Cristo, el Buen Samaritano, se incline sobre él y vierta aceite y vino en sus heridas, (...) sabiendo que el precio total de tal Redención ha sido saldado por la Cruz de Cristo Señor”.
“La celebración de la Eucaristía con la Comunión sacramental, subraya la dimensión eclesial de la indulgencia, que exige ser acogida en aquella Comunión sobrenatural que es don del Espíritu Santo y que, por esto mismo, trasciende infinitamente toda mera comunión psíquica, alianza humana o simple adhesión ideológica”.
El Cardenal Piacenza precisó luego que “la Comunión con la Iglesia es Comunión con toda la Iglesia, no solo con una parte de ella”.
“Nunca es aplicable a la Iglesia y, en ella, ni a la doctrina ni a la pastoral, el criterio de la ‘mayoría simple’. Y esto por dos razones, una histórica y otra teológica. La histórica es que ¡Cristo no era mayoría! Y aquí la teológica: ¡la mayoría de la Iglesia son los santos!”
El Penitenciario Mayor prosiguió explicando que “quien pide a la Iglesia atuar ante el infinito tesoro de la divina Misericordia, para que sus penas sean canceladas, lo hace en comunión con la Iglesia extendida en todo el mundo y con los fieles en Cristo que, en el mundo, unen su propia oración a la del Señor para obtener la salvación de cada uno”.
Sobre la oración por el Papa que se exige para obtener una indulgencia, el Cardenal Piacenza dijo que “esto recuerda a cada uno que la primera tarea de Pedro es la de rezar por la Iglesia y que quienes piden a la Iglesia el don de la indulgencia están llamados a unir su oración a la de Pedro, haciéndola así universal”.
“Rezar por las intenciones del Santo Padre significa reconocer, indirectamente, el poder de las llaves, poder al que está sometido directamente el tesoro de las indulgencias, por la misma voluntad salvífica de Cristo”.
Para concluir, el Penitenciario Mayor hizo votos para que la Virgen María, Madre de la Misericordia, “abra las mentes y los corazones de pastores y fieles, para comprender, acoger, vivir y proponer la experiencia sobrenatural de las indulgencias y a través de ella, la de la excedencia de Dios, de la realidad teándrica de la Igñesia y del valor salvífico de cada auténtica propuesta pastoral y sacramental”.


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